Juan David Torres Duarte
La Filbo ha sido reconocida siempre como una celebración de la literatura y
el conocimiento. Pero, además de ser un encuentro literario, es un centro de
mercado del libro: allí se promocionan autores noveles, los ya reconocidos
lanzan sus novedas y las editoriales emergentes se abren campo. Por eso, la Feria
de Libro es, al menos en un plano ideal, una plaza para potenciar el movimiento
económico de las editoriales. Sin embargo, y pese a las buenas intenciones, un
primer vistazo al evento de este año da cuenta de una arista decepcionante: una
feria que abre un espacio excesivo a las promociones y los remates.
Los primeros días de la feria, que atrae público poco a poco, fueron el
retrato más fiel de ese hecho. En los pabellones 3 y 6, donde están las
editoriales que promocionan ficción y no ficción, las ofertas están a la mano.
En el primero hay cuatro stands de
promociones; cualquier caminante verá, entre las primeras opciones, una mesa
con títulos de Anagrama y Acantilado. Hay allí obras de Paul Auster, Ryszard Kapuscinski,
Roberto Bolaño. Lo curioso es que, mientras en las estanterías de costumbre se
consigue un libro de estos a $30.000, aquí se pueden adquirir tres por ese
mismo precio. De modo que se podría suponer que esta promoción editorial,
además de presentar novedades, también consiste en sacar lo que sobra de la bodega
y poner a circular títulos guardados que de otro modo no circularían ¿Está
hecha la Filbo para eso?
En otro stand los libros de John
Updike, John Irving y Leonardo Sciascia cuestan $10.000. Otros títulos más de
editorial Tusquets pasan por esa misma cifra. Además ediciones Urano, que hasta
el año pasado distribuía partes del catálogo de Tusquets (este año no aparece
en su página web), tiene de costumbre una zona de precios especiales. Y en el
pabellón 3 el retrato lo completan dos vitrinas que ofrecen, de forma
desorganizada, volúmenes viejos e incluso en mal estado.
El pabellón 6, en cambio, es menos evidente. Tres stands de promociones, encubiertos entre las novedades, se
encuentran de tanto en tanto. Estos ejemplos bastan para suponer que, si la
Filbo es una feria de novedad y promoción, lo está cumpliendo a media marcha.
En cierto sentido, aunque la oferta editorial varíe existe una competencia
desleal por el desequilibrio de precios que opaca las verdaderas intenciones de
la feria. A esto habría que sumarle un detalle mínimo: Panamericana regenta un
pabellón completo de promociones en todo tipo de literatura.
La Filbo, en efecto, no es por completo deficiente. El pabellón de Portugal
y el encuentro con editoriales independientes y en crecimiento –como Laguna
Libros, La Silueta y Rey+Naranjo- salvan la jornada.
Sin embargo, es imposible no fijarse en la predominancia de Planeta -tres
stands con la misma oferta de siempre- o en la muy marcada apertura al Fondo de
Cultura Económica, que posee dos vitrinas de tamaño nada despreciable. ¿Habría
que hablar también del pabellón que solo ocupa Random House-Mondadori año a
año?
La fiesta del libro, aun así, ya comenzó.
Reproducción tomada de El Espectador / Colombia en su página web https://www.fondodeculturaeconomica.com/Editorial/Prensa/Detalle.aspx?seccion=Detalle&id_desplegado=56349
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