miércoles, 26 de febrero de 2014

Jorge Velasco Mackenzie y Editorial Mar Abierto nos atraparán con dos nuevas novelas



Dos nuevos trabajos editoriales en un solo libro nos presenta dentro de pocos días el equipo de la Editorial Mar Abierto. Se trata de la novela inédita “La casa del fabulante”   y la reedición de  En nombre de un amor imaginario”, ganadora del primer premio en la cuarta Bienal de Novela Ecuatoriana, 1996, ambas del escritor Jorge Velasco Mackenzie.

“La Casa del fabulante” es un novela que parte de una experiencia vivencial, propia del autor y su narrador. Todos los hechos, reales o inventados se relacionan entre sí formando un corpus narrativo que se integra al texto.

Es difícil determinar qué acción corresponde a algún personaje porque es completamente ficcional, la intención del autor era componer una novela polifónica, con muchas voces; misterios y descubrimientos.

La mayoría de los personajes: Aranka, Lavinia, Luis Camana, La Sombra, hablan desde su propia tragedia, se fabrican tragedias como respuestas para devenir en otras tragedias. Nada dentro de ese lugar, La Casa, posee un recuerdo positivo para los confinados.

El lenguaje se nutre de metáforas violentas y de acciones deplorables entre todos los protagonistas, existe una suerte de espionaje y es imposible liberarse de aquella conflictiva y claustrofóbica circunstancia.

La mayoría del anecdotario, el intercambio de sentidos entre los personajes, son confesiones desgarradoras y la mayoría de las veces hablan de la muerte.

También en la novela existe un levantamiento de La Casa y cómo llegó a erigirse en ese lugar siniestro que es ahora, de donde difícilmente los personajes –reales o inventados— salen rehabilitados, por el contrario concluyen más enfermos de cómo presuntamente llegaron.

Concluyendo la novela La casa del fabulante, constituye un texto que se integrará a la literatura testimonial de este país, en un contexto que procura reflejar la situación de  aquellos seres que procuran encontrar un alivio para sus adicciones y terminan recayendo en ese mismo círculo vicioso del que pretendieron escapar.

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 Esteban Ponce, Investigador Prometeo de la Senescyt que actualmente labora en la ULEAM, nos presenta un estudio introductorio, de la otra novela que acompaña este libro: “En nombre de un amor imaginario”
Las historias detrás de la novela.
En 1687 Newton publica sus Principios matemáticos de la filosofía natural que darán inicio al debate entre newtonianos y cartesianos en torno a la forma exacta del planeta, los primeros afirmaban el achatamiento en los polos, en tanto los segundos el achatamiento en el ecuador). Para dar por terminado ese debate que se extendía ya por más de 40 años,  la Real Academia de Ciencias de Paris envía dos misiones geodésicas, una al nivel de la línea ecuatorial a la entonces Presidencia de Quito dependiente del Virreinato de Lima, a cargo de Luis Godin, y otra al Polo Norte, a cargo del naturalista Pierre Louis Maupertius. Ambas misiones debían hacer las observaciones astronómicas necesarias para obtener la medida del cuadrante terrestre. Dependiendo de las variantes en las mediciones que debían producirse, se sabría si la tierra se ensanchaba hacia el ecuador o hacia los polos.

Con Luis Godin vinieron: Charles Marie de La Condamine, Pierre Bouguer, Joseph de Jussieu, Jean Seniergues, Hugot, Morainville, Verguin y Couplet todos naturalistas y científicos con especializaciones en diferentes áreas, pues la expedición, como era característico en la época, intentaba hacer el máximo posible de compilaciones botánicas, geológicas y de especies de animales poco conocidas en el Viejo Continente. Además viajaron con el grupo de científicos, dos marinos españoles que tenían la obligación de auxiliar a los científicos, pero sobre todo de controlarlos. Recordemos que en la época el poderío del imperio español estaba en franco  deterioro y que eran justamente  el poderío de Francia, junto al de Inglaterra y Holanda, los que iban en ascenso. Por eso la autorización del Rey Felipe V (1683 – 1746) obligaba a los científicos franceses a viajar por las “tierras ecuatoriales” en América siempre en compañía de los Infantes de Marina Antonio de Ulloa y Jorge Juan. Los dos Marinos llevaban también la misión de observar todo lo que ocurría en las colonias, particularmente en torno a la administración de las mismas, de modo que se pudieran sugerir correctivos y reformas que beneficiaran el rendimiento de las empobrecidas arcas metropolitanas en la Península. Finalmente, venía con los científicos franceses el joven Jean Godin des Odonais, sobrino de Luis Godin, que había sido incluido en la expedición como aprendiz y ayudante. La expedición arrancó en 1736 y terminó oficialmente cuando La Condamine viajó a Francia por el Amazonas en 1743, junto al sabio riobambeño Pedro Vicente Maldonado. El resto de geodestas franceses permanecieron en América por más tiempo, algunos de ellos hasta mediados de la década de los 70.

El núcleo de la narración se concentra en la historia de Isabel Grandmaison, la noble criolla guayaquileña que vivió en las tres regiones continentales del actual Ecuador y que emprendió un viaje inédito desde Riobamba para atravesar la selva amazónica, hasta dar alcance a su esposo en Guyana, Jean Godin des Odonais, y con este viajar a  Francia.  Isabel de Godin, también conocida como Isabel Casamayor, es la heroína criolla más próxima a los episodios que, en último término, dieron origen al nombre de la República del Ecuador y, en la poética versión ficcional de Jorge Velasco Mackenzie, llega a convertirse en una metáfora de la nación.

Acerca de la obra
En nombre de un amor imaginario es un texto novelístico ambientado a partir del año 1774, en pleno siglo XVII, cuando los integrantes de la Misión Geodésica francesa se trasladaron a nuestro territorio para medir un grado de meridiano que determinara la forma de la tierra. Los sabios franceses Charles Marie de la Condamine, Luis Godin y Pedro Buoguer partieron del puerto de La Rochelle rumbo a las tierras del reino de Quito, porque consideraban que estaban situadas en el centro de la tierra.

Además de las aventuras de los geodestas franceses, en un caserón de Saint Amand, Isabel Godin vive la tragedia de su periplo por el Amazonas, mientras viajaba en busca de Jean Pierre Godin, su esposo, perdido en aquel río.
Algunos estudiosos han considerado esta novela como el “occidentalismo de la expresión americana”, porque el mundo meridional no estaba dispuesto a ser medido, ni el hombre dotado de las calidades humanas de llevar a cabo esta ardua tarea.

De acuerdo al mismo Mackenzie esta novela le ha exigido un mayor esfuerzo investigativo y está siendo reeditada por la Editorial Mar Abierto. Otros títulos de Velasco Mackenzie son Río de sombras, Tatuaje de sombras, Hallado en la grieta (también publicado por Mar abierto), entre otros.
 
AUTOR. Jorge Velasco Mackenzie.
LIBRO. La nueva novela inéditab de Velasco Mackenzie saldrá en circulación con el sello de Editorial Mar Abierto. Pronto anunciaremos la presentación.



PUTULEÓN




Cuento
Por Ubaldo Gil

Los periódicos de la ciudad hablan de mí hasta el cansancio. Tontos, no pueden comprender, conjeturan y de ahí descienden a ideas miserables. Uno, que se refiere a mi historia en varios artículos que hablan de tiempos con hechos imprevisibles, de seres extraterrestres y de visiones apocalípticas, termina, en el fondo, alabándome. Otro, cansado del asunto, dice que el tema es indigno de una noticia. No hacen más que alejarse de la verdad. Sería en vano mencionar todas las publicaciones porque se aproximan a un libro y no estoy de acuerdo en atiborrar de basura las bibliotecas. Es suficiente con estas líneas. Muchos creen haberme visto desaparecer bajo la tierra o esconderme en el mar. Insolentes. Nadie, excepto ella, ha visto mi cuerpo (pero no en su estado original); nadie, excepto ella, ha escuchado mi voz. Y todo por una maldita coincidencia… A partir de nuestro encuentro han deformado incidentes de mi vida. Ella es la culpable de eso y tal vez de mucho más. Estamos en tiempos de casualidades. Alguien me empujó y caí en la terraza del templo que pasó a ser mi morada, me levanté, al frente la ciudad gris y más allá la inmensa sábana azul. 

Caminé horas en las habitaciones y los subterráneos pero ninguna presencia. Solo yo, repetido incesantemente. Bajé el largo sendero que conduce a una carretera y de allí fui a dar a una gran urbe. A la semana aprendí todo, menos a relacionarme con la gente. Opté por caminar alejado, evitando tropezarme con las personas. Por eso prefería salir en las noches, nadaba largamente y subía a descansar en la estrella más próxima; a veces, el alba me sorprendía mirando la esfera terrestre. Los siglos o los años me crearon pavor a la soledad. Mi cara, reflejada en la paredes, se fue volviendo huraña y decidí intentar un breve contacto con los hombres.

 Para ello, los brazos que moldearon las curvas de algunas montañas, el cuerpo desnudo durante mucho tiempo, todas mis arterias, tuvieron que acostumbrarse a la vestimenta común. Al principio en los lugares donde va gente, permanecía callado, mirando mis zapatos de charol o mi camisa de colores. Una que otra vez intenté hablar con alguien pero podía más mi orgullo.

Con los días, como para divertirme, salía a caminar por las calles. En los lugares apartados me dejaba ver y algunos huían despavoridos, otros se arrodillaban suplicando al cielo, ¿A quién implorarán? Salvajes. Aquí estoy. Fue en una de esas andanzas –caminaba por un barrio bajo– cuando desde el portal de una casa, una mujer se me abalanzó. Traté de librarme de ella. Por qué nos dejaste, Putuleón, habla. El menor de los muchachos murió hace unos días. No comemos más que sancochos de plátano. Entra, entra... Descender de Dios a un ciudadano cualquiera es algo que no estaba previsto, por eso, pienso seriamente en lo que voy a hacer: me escondo para siempre en el templo o abandono las ventajas que tenemos los dioses y vivo como el otro Putuleón. Aquel culpable que probablemente ha muerto, o anda vagando, dejándome, junto a su pasado, una mujer y diez hijos.

Tomado de la revista Rocinante de la edición # 64  correspondiente a Febrero del 2014,  ya en circulación, y que en sus páginas da un homenaje a Ubaldo Gil (+), fundador de Mar Abierto.

Lo recuerdo en carcajadas



Por Alexis Cuzme, asistente editorial de Mar Abierto
Carcajadas, eso saldría de su boca si me viera en este momento. Carcajadas ácidas. Carcajadas como lanzas, con puntas envenenadas. Carcajadas como murciélagos en forma de libros cayendo en picada sobre mí. Carcajadas fosforescentes apuntándome directo a los ojos.
Entonces lo contemplaría, y le ofrecería una sonrisa de aceptación: me lo merezco. Por la luz, por las miradas, por la expectativa, por el espacio que se va volviendo un mar con oleaje desesperante, que va engullendo viejos y nuevos nadadores.   
Y sí, se burlaría de mi intento de sensiblería, de este enjambre de palabras y punzones. Aplaudiría la ocurrencia, soltaría más carcajadas para decirme que continúe pero con calma y alerta.
Todo porque uno es incorrectamente social, porque no usa corbata, no lee la biblia, ni va a misa, ni visita cementerios ni peluqueras, uno solo anhela volverse mantarraya y leer las olas, corregir corales, rechazar delfines (hermosos y aburridos), juntarse con tiburones y anguilas, porque en ellos, en su ferocidad y estigma, están las perlas de ese mar bravío.
Silencio breve, silencio acumulativo, silencio cuarteado, silencio…y su carcajada nuevamente, estremeciendo paredes, diciendo que la felicidad está en reír a borbotones, en reír sin censura, en reír hasta incomodar.
  
Su carcajada de no poeta, su carcajada de narrador, su carcajada de editor, su carcajada retumbando en el mar que pensó y creó, en el mar que vivió, en el mar donde se fue forjando autores y títulos, en el mar donde sus historias aún laten, en el mar donde fabular y enloquecer fue lo esencial. 
Sé, que no creería cuanta mentira dijera ahora. Menos exprimirme lágrimas y dramatizar un poco. Esto detendría sus carcajadas. Todo porque él sabría que en las palabras está el dolor, que en las oraciones más desenfadadas está la ausencia, que uno piensa y siente escribiendo.
Mientras tanto su carcajada me acompaña por las noches, mientras recuerdo y recorro lugares (Telmo, Tigre, Martita) donde compartimos ideas, donde el tema de la edición nos seguía desde la oficina, donde el mar se iba juntando a los vasos que potencializaban nuestras pláticas, donde el libro y la vida eran una fusión interminable para continuar latiendo.  
Su carcajada no se ha extinguido, aún es un eco que como ola choca contra el mar, aquel mar en el que continúo navegando hasta que decida lanzarme por la borda o algún marinero adelantado me convierta en alimento para peces.   
Con calma y alerta. Su carcajada me habla.

(Texto escrito a propósito del Homenaje a Ubaldo Gil que la ULEAM le realizó el viernes 31 de enero de 2014)