He leído las reseñas de la poesía –todavía naciente– de Ernesto. Ahí se destaca lo que podría haber de desgarrado y doliente en su poética. Y es cierto, desde Gimen de Amor los muertos –su título publicado en el 2008 y que no sé si es el primero– hasta este nuevo título, Dedicadencia- hay una preeminencia de lo que duele y se pierde de la vida; pero a mí me va corresponder destacar su humor –el humor como contraparte y consecuencia del padecimiento, diría. En Dedicadencia hay muy buenos ejemplos de esta capacidad textual de Ernesto, ya menos larvaria que en Gimen de Amor los Muertos: Dislocamientos léxicos, intervenciones sonoras, etc., todo para dotar de nuevos protagonismos sonoros a las palabras, a las líneas versales – a “la verba”, en fin, dicho en lengua popular Manaba–, para permitirse burlar el vacío, el sinsentido de la norma, de todas las normas de las que está hecha la “inamovible” realidad. Ironía, sardonismo, burla hay en este libro de Ernesto, cualidades que celebro y agradezco porque parece que hoy el paisaje lírico de mi país lagrimea –pobrecito de sí– y no sabe ni quiere hacer otra cosa, parece.
Roy Sigüenza.
Portovelo, 16 de Septiembre de 2011
Portovelo, 16 de Septiembre de 2011
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