jueves, 15 de noviembre de 2012

Miguel Donoso Pareja: Un Doctor en su causa




Por: Patricio Lovato
 
Llegó pasado el mediodía, el sol de Manta ponía todo azul, a partir de la monumentalidad de su mar. Miguel Donoso Pareja, otra vez, como cuando hizo una costumbre entre 1988 y 1992, cada quince días, llegaba para conducir un taller de formación de escritores. Ahora, volvía para recibir el Doctorado Honoris Causa, que habría de entregarle la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí como acto culminante de su sesión de aniversario. 
Miguel Donoso acompañado de sus exalumnos y amigos.
Mientras lo esperábamos en la puerta del hotel llegó a bordo de una furgoneta blanca. Al descender fue evidente su dificultosa capacidad física de moverse, que no guarda relación con la de su mente que brinca como pájaro. A partir de ahí, caben sus palabras, no de viejo, de zorro: “Yo, todo lo que sé, lo he aprendido de mi contacto con los jóvenes y los niños. Con quienes casi no tengo contacto, ahora, es con los viejos. Los viejos me aburren”, dijo. 

El parkinson atacó severamente su cuerpo de 82 años, pero ese pájaro que mira entre los lentes medio torcidos en su nariz y las espesas cejas, se muestra pícaro, retoma bríos y vuelve a la carga: “con los jóvenes aprendo más que ellos y los hago bobos, los hago creer que son ellos los que aprenden conmigo”.

El Dr. Medardo Mora le dice que ha sido un pedido cariñoso lo del doctorado y que sin la menor duda  se lo otorgan por sus méritos. Ubaldo Gil, quien tuvo la iniciativa e impulsó este acto, describe los motivos que se sucedieron durante el taller: una nueva visión del mundo por  la que emprendimos, las actitudes éticas que sustentan un texto, aprender a leerlo y lo más importante, las derivaciones en evidencias como editorial “Mar Abierto”, a más de transformar nuestras vidas a través de usar esas herramientas en los quehaceres de cada uno de los integrantes mediante hechos multiplicadores.
Miguel Donoso mientras agradecía el homenaje en la sesión de aniversario de la Uleam.
Pedro Gil, el más destacado de todos, a quien antes había que sacarle las palabras con tirabuzón,  hoy se fue de discurso. Recordó primero una frase de Donoso Pareja, mientras transcurría el taller, hace más de veinte años: “escribir es la salvación”, su recorrido de la mano del Maestro y luego su vuelo solo. Enseguida desapareció el poeta. En este lapso, el homenajeado guardó al hombre picante y sacó a otro que se endulza y se deja abrazar, mientras dice: “como yo quiero a Manabí, me gusta que Manabí me quiera a mí”.

Luego hasta llegar a la sesión solemne, en un escenario colmado por los estamentos universitarios y los invitados, donde con el rigor característico se exponían los informes y avances de la gestión emprendida, mientas las autoridades provinciales y locales atendían un resumen de las autoevaluaciones por el camino recorrido. 

La formalidad demarcaba el ambiente. El protocolo de investidura se dio con la lectura de la resolución del Consejo Universitario: Doctor Honoris Causa. Hasta allí, luego el agradecimiento. Entonces las palabras de Donoso Pareja, autodenominado “El Muerto”, relajaron todo. La gente estalló entre risas. Él que se mantuvo quieto, casi tieso durante la ceremonia, dijo con su voz bajita y tembleque: “Mi padre sería feliz al saber que por fin he alcanzado un doctorado, diría que quizá no tuvo un hijo tan tonto”. Discurso cortísimo, que algunos creyeron no llegaría a concluirlo.

Así se despidió de nosotros en Manta, apenas entrada la noche, con “el encanto del adiós”.









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