Por: Patricio Lovato
Llegó pasado el mediodía, el sol de Manta ponía todo
azul, a partir de la monumentalidad de su mar. Miguel Donoso Pareja, otra vez,
como cuando hizo una costumbre entre 1988 y 1992, cada quince días, llegaba para
conducir un taller de formación de escritores. Ahora, volvía para recibir el
Doctorado Honoris Causa, que habría de entregarle la Universidad Laica Eloy Alfaro
de Manabí como acto culminante de su sesión de aniversario.
Miguel Donoso acompañado de sus exalumnos y amigos. |
Mientras lo esperábamos en la
puerta del hotel llegó a bordo de una furgoneta blanca. Al descender fue
evidente su dificultosa capacidad física de moverse, que no guarda relación con
la de su mente que brinca como pájaro. A partir de ahí, caben sus palabras, no
de viejo, de zorro: “Yo, todo lo que sé, lo he aprendido de mi contacto con los
jóvenes y los niños. Con quienes casi no tengo contacto, ahora, es con los
viejos. Los viejos me aburren”, dijo.
El parkinson atacó severamente su cuerpo de 82
años, pero ese pájaro que mira entre los lentes medio torcidos en su nariz y
las espesas cejas, se muestra pícaro, retoma bríos y vuelve a la carga: “con
los jóvenes aprendo más que ellos y los hago bobos, los hago creer que son
ellos los que aprenden conmigo”.
El Dr. Medardo Mora le dice
que ha sido un pedido cariñoso lo del doctorado y que sin la menor duda se lo otorgan por sus méritos. Ubaldo Gil,
quien tuvo la iniciativa e impulsó este acto, describe los motivos que se
sucedieron durante el taller: una nueva
visión del mundo por la que emprendimos,
las actitudes éticas que sustentan un texto, aprender a leerlo y lo más importante, las derivaciones en
evidencias como editorial “Mar Abierto”, a más de transformar nuestras vidas a
través de usar esas herramientas en los quehaceres de cada uno de los
integrantes mediante hechos multiplicadores.
Miguel Donoso mientras agradecía el homenaje en la sesión de aniversario de la Uleam. |
Pedro Gil, el más destacado de
todos, a quien antes había que sacarle las palabras con tirabuzón, hoy se fue de discurso. Recordó primero una
frase de Donoso Pareja, mientras transcurría el taller, hace más de veinte años:
“escribir es la salvación”, su recorrido
de la mano del Maestro y luego su vuelo solo. Enseguida desapareció el poeta.
En este lapso, el homenajeado guardó al hombre picante y sacó a otro que se
endulza y se deja abrazar, mientras dice: “como yo quiero a Manabí, me gusta
que Manabí me quiera a mí”.
Luego hasta llegar a la sesión
solemne, en un escenario colmado por los estamentos universitarios y los
invitados, donde con el rigor característico se exponían los informes y
avances de la gestión emprendida, mientas las autoridades provinciales y locales
atendían un resumen de las autoevaluaciones por el camino recorrido.
La
formalidad demarcaba el ambiente. El protocolo de investidura se dio con la
lectura de la resolución del Consejo Universitario: Doctor Honoris Causa. Hasta
allí, luego el agradecimiento. Entonces las palabras de Donoso Pareja,
autodenominado “El Muerto”, relajaron todo. La gente estalló entre risas. Él
que se mantuvo quieto, casi tieso durante la ceremonia, dijo con su voz bajita
y tembleque: “Mi padre sería feliz al saber que por fin he alcanzado un
doctorado, diría que quizá no tuvo un hijo tan tonto”. Discurso cortísimo, que
algunos creyeron no llegaría a concluirlo.
Así se despidió de nosotros en
Manta, apenas entrada la noche, con “el encanto del adiós”.
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