Por Wilman Ordóñez Iturralde*
La música en el Litoral está constituida
por varios referentes socioculturales, simbólicos y festivos que la diferencian
entre sí y entre las otras músicas del país. Estos referentes tienen que ver
con la construcción de las identidades, las etnicidades, la cotidianidad y los
procesos sociales e históricos que se
crearon y recrearon entre los indios naturales precolombinos, los blancos
españoles, los criollos, los zambos y mulatos castizos que se cruzaron entre
cuerpos, voces y tiempos desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII cuando la
ilustración hacía su aparición suponiendo cambios en las mentalidades pre
modernas.
Los naturales precolombinos aportaron
con elementos locales que el entorno y el mar les proveían. Los chilchiles, las
ocarinas, las flautas de huesos, los tambores de carapachos de tortugas figuran
entre los instrumentos que los indios confeccionaban y ejecutaban para ritos y
heliolatrías en homenaje a dioses y mitos que habitaban sus imaginarios.
No obstante ser este periodo importante
para la música litoralense, el clima, los reasentamientos, la desaparición de
las etnias y un largo etcétera impidió que la tradición pudiese conservar
registros musicales y coreográficos de factura indígena costeña, agrícola y
navegante. Sin embargo existen en depósitos y museos de la ciudad de Guayaquil
y la región, valiosos instrumentos de barro, hueso y cerámica que arqueólogos
guayaquileños y extranjeros preocupados, de inicios del siglo XX (Zevallos, Holm, Parducci, Stother, Estrada, etc.) pudieron recuperar
-en excavaciones in situ- y conservar para el estudio posterior de las memorias
y patrimonios musicales y festivos de estas culturas costeñas
desaparecidas.
La música del Litoral está viva y se mantiene a través del tiempo. |
La música en el Litoral colonial es de asentamiento hispánico. El arpa, la
guitarra, la bandolina, el piano de pedal, se asume local cuando los españoles
colonizan las culturas naturales produciendo un sincretismo mestizo, que
deviene en criollo, pero además en montubio y cholo como producto de la
ladinización y cruce de razas. La música
en este periodo si bien es de tradición oral, con influencia
afro-indígena-blanca y montubia, también es clasista, popular y burlesca. La
peonada y los hacendados marcan estas distancias musicales en las fiestas
públicas, en homenaje al rey, los unos; y las
del monte y aldeas que se festejaban como respuesta al abuso y
explotación, los otros; los peones –a quienes hicieron sentir inferiores: el
poder oficial, la Iglesia, la política y la economía de alto coturno-,
respondían con máscaras, sátiras y versos improvisados a quienes los
avasallaban y ofendían.
Mientras los patrones bailaban
Mazurcas, Valses, Polcas, Cracovianas, Chotís, Contradanzas y Cuadrillas, los
pobres bailaban Fandangos, Chambas, Ferengos y Candiles en tonos, cantes y
ritmos como el alza que te han visto
(Alza alza que te han visto/no te han
visto, visto nada/solo solo te han visto/la enagua enagua bordada…); la iguana (Si quieren saber señores/la virtud de las iguanas/pues se suben por
el tronco/y se bajan por la ramas…); la puerca raspada (Puerca puerca me pediste/puerca puerca te he de dar/viva la puerca
raspada/salgan todos a bailar…); el
tábano (El tábano me pica/me pica
aquí/quítenme ese tábano/que vo a morir…), etc.
Según mi bisabuela Mercedes
Maffuelo (fallecida) –de quien recogí la letra y música de esta canción- el
baile Saca tu pie fue muy disputado en las correrías montubias:
Saca saca tu pie
Deja que el otro te persiga
No descanses hasta verlo
Dominado en su burdilla
Saca saca tu pie
Dale la media vuelta
Zapatero a tu zapato
La sotana a la Iglesia
Saca saca tu pie
Deja el poncho en el piso
Que si lo pisa al que lo hizo
Le costará la cabeza
Con versos de controversias
Saca saca tu pie
Zapatea fuerte el baile
Que la doña que se entregue
Será la culpa del fraile
Saca saca tu pie
Zapatea fuerte el baile.
La fiesta pública del carnaval puso
visible estos bailes de callejas que se denominaron de diablicos y gurufaes
contrariando a la Iglesia en sus fiestas de Corpus. En estas bailaban los
pobres con calabazo de mate ancho y troncos ahuecados de guachapelí y palo
prieto, que al sonarlos con las palmas de las manos, de estos brotaban diversas
“voces” percusivas y sonoras. En el cantón Jujan de la provincia del Guayas,
estos diablicos y gurufaes se llaman mojigos. Los mojigos son personajes
enmascarados que bailan saltando con bandas de pueblo llegadas de la Sierra y
de Samborondón que interpretan diversos ritmos musicales.
Entrada la República (1830), el
pasacalle (Arroz quebrado para los pudientes poscolonialistas) y el pasillo
(baile elegante de pasos cruzados), -de
origen europeo-, fueron los ritmos que los criollos de medio pelo ejecutaban en
pianos de pedal y grandes salas de casas de fustes republicanas. Entre zapateados y amorfinos que los montubios
bailaban y cantaban en sus casas de caña y cade que estuvieron asentadas en
barrios populares como El Astillero o La
Concordia. En la ciudad de Guayaquil. Ya que en el campo, la décima, el amorfino
y los romances de bandoleros se cantaban y bailaban como golpe e’ tierra, jurón, o chigualos.
Cuando se crea la Provincia de
Guayaquil –integrada por casi todo el Litoral- (con cantones como Guayaquil,
Daule, Pueblo Viejo, Baba, Vinces, Morro, Babahoyo, Santa Elena y Machala) a
los cantos y bailes campesinos el Dr. Modesto Chávez Franco, cronista de la
ciudad de Guayaquil, los denominó Bailes regionales de lámpara. Que según el
chonero Manuel de Jesús Álvarez Loor (en
sus Estudios folklóricos sobre el montubio y su música del año 1929) estuvo
integrado por el amorfino que se lo acompañaba con guitarra y los bailes de paseo y vuelta con tambora de
cuero de saíno y dos flautas de caña guadúa, una hembra y otra macho, para
armonizar la melodía.
(…)
El siglo XX en cambio es una diáspora de músicas
afrocaribeñas en nuestro Litoral. Es el puerto de Guayaquil por donde ingresa
la música venida de Colombia, Panamá, Perú, México, Argentina, etc., busca el río Guayas que por su cuenca
y afluentes llega a través de los vapores a los sitios montubios
para quedarse y volverse más rural y sabanera. De estas músicas proviene la
modernidad. Ritmos como el porro, la guaracha, el corrido, el valse criollo, se
incorporan en la cultura montubia litoralense. La ruralidad mimetiza su
tradición musical hispana con la porteña panamericana. El amorfino de zapateos
y controversias se vuelve festivo y bailable entre el valse criollo y el
pasacalle montuno. La sensibilidad montubia se tropicaliza y rancheriza.
(…)
La fiesta del chigualo en Manabí
concluye con el juego de rueda más largo que tiene esta forma villancesca de
celebrar al Niño Manuelito: El Sombrerito: El juego del sombrerito/que se juega de esta
manera/dando la media vuelta/dando la vuelta entera/el que no quiera bailar/que
se salga de la rueda/con el sombrero en la mano/poniéndoselo a cualquiera.
Así, música, baile, canción, versos y juego, son uno solo.
La música en las provincias
montubias sigue viajando en rancheras (chivas). Solo que hoy es Aladino, Segundo
Rosero, Roberto Calero, quienes acompañan a los viajantes de carreteras sin
pavimentar (caminos de trocha). En las rancheras se puede escuchar pasillos de
corte rocolero y uno que otro antiguo de principios del siglo XX. El valse
criollo sigue gustando al adulto montubio. En las rancheras también se escuchan
viejas cumbias llegadas de Colombia. Entre la tradición y la modernidad viejos
cantores de Manabí, Guayas, Los Ríos y El Oro, se apoderan del oído, el baile y
la guitarra montubia. Patricio de Maconta (fallecido. Recreador de la música de
tonos y tonadas montubias) en Manabí continúa retransmitiéndose por Manavisión
de Portoviejo. No olvidan a su músico clásico: Constantino Mendoza (fallecido). Músico académico que le dio a Manabí varias piezas de enorme factura. En la
provincia de El Oro “El Chazo” Jara (fallecido) es el referente de la música de
sus 14 cantones. A la polca Los Traviesos de Mauro Matamoros (fallecido) que
bailara el Cuadro Montubio de Rodrigo de Triana y Guido Garay en la década del
sesenta la Casa de la Cultura la declarará patrimonio orense. Puerto Bolívar es
una puerta abierta a bares, cantinas y saloneras públicas. En Machala se baila
con música de orquestas y disjockey.
La Provincia de Los Ríos tiene
vivo a uno de sus mejores creadores de música montubia en la actualidad, don
Arístides Piedrahita Bahamonde. El mismo que creara piezas de corte satírico y
burlesco como El Lagarto con la lagarta y La loma de mi patrona.
(…)
Diversos cantones de Manabí,
Guayas, Los Ríos y El Oro siguen bailando con las conocidas bandas de pueblo.
24 de Mayo, Santa Ana, Chone, Paján, Olmedo (Manabí); Samborondón, Yaguachi,
Balzar, El Empalme, Daule, Milagro, Nobol, Salitre (Guayas); Vinces, Palenque,
Babahoyo, Quevedo, Montalvo (Los Ríos); Machala, Santa Rosa, El Guabo, Zaruma,
Piñas, Atahualpa, Portovelo (El Oro); en sus fiestas patronales, cívicas,
religiosas, siguen haciendo uso de esta bandas de músicos populares.
En la modernidad entendemos la
música en el Litoral como una música transversal, intercultural e
intergeneracional. Las industrias culturales que nacieron con la modernidad
están invirtiendo más en las radios y la televisión (sin descuidar el internet
que se abren paso en el campo) para promocionar sus productos de consumos masivos entre los montubios de
los sitios y caseríos apartados y los mestizos de las cabeceras cantonales que
siendo de raíces montubias, se han aculturizado y consumen productos
tecnológicos como cualquier habitante de las grandes ciudades.
La música en el Litoral está
viva. Es patrimonial y moderna. Las
industrias culturales lo saben. Los montubios la enriquecen.
*Wilman Ordóñez
Iturralde es investigador y folclorista guayaquileño, autor
de once libros sobre cultura tradicional montubia y porteña.
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