Miguel
Donoso Pareja, recibirá el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Laica Eloy
Alfaro de Manabí.
Hablar de Miguel Donoso Pareja es
encontrar un escritor de poesía, cuento, novela, ensayo. Y más. Antologador de
narrativa en varios países e impulsador de talleres literarios en dos: México y
Ecuador. Docente, marino mercante, abogado, titiritero…exiliado,
becario…maestro, mucho de maestro para la gracia de la construcción literaria.
Quién pudiera atrapar una vida en una biografía. Un biógrafo a tal altura y
recorrido.
David Sosa es un escritor cubano,
radicado algunos años en Guayaquil y fascinado por la vida del personaje a
descubrir. Un efectivo acercamiento nos propone en la obra biográfica “El
encanto del adiós”, un vertiginoso viaje desde la infancia hasta la declaración
como deseo para una lápida, solicitado por el mismo Donoso Pareja: “Aquí murió
El Muerto”. No solo humor de por medio, sino todo el intermedio que da una
vida, bien vivida, será publicada en un libro por editorial Mar Abierto, en los
próximos días. Un extracto de la obra, la referimos:
“Y es en esta ciudad acogedora, la suya,
donde Miguel Donoso Pareja decidió volver a radicarse, casarse, y repetir la
exitosa experiencia que había popularizado en México, al comenzar a aplicar en
el Ecuador “una nueva forma de trabajo en lo que respecta a los talleres
literarios”. Por eso comenzó a
implementarlos, tanto en Quito como en Guayaquil, desde 1981, con el apoyo en
ambas ciudades de las respectivas Casas de la Cultura.
“Cuando regresé a Guayaquil la gente me
acogió bien, fue muy amable conmigo, me dieron oportunidades. Yo me siento muy
guayaquileño, pero no puedo ser regionalista. Mi padre era quiteño y, como toda
persona de Guayaquil, tengo orígenes de afuera. Padre quiteño, madre
guayaquileña; Pareja es un apellido muy de aquí, y Diezcanseco es un apellido
peruano”.
Llegados a este punto -el de sus
apellidos y su genealogía- Donoso Pareja tiene sus propias teorías, heredadas
de su tío Alfredo. Dice, por ejemplo, que Pareja es un apellido andaluz y que
viene de Antequera, cerca de Granada, posiblemente de sangre marroquí. Y que
Donoso es de Extremadura, presuntamente de origen palestino. Pero afirma que
las mujeres de la familia niegan esos orígenes. De sangre árabe, no quieren
saber nada.
A Donoso le apasiona verdaderamente este
tema. “Por ahí hay una foto de los siete Pareja y Pareja, a los que les
llamaban los siete pecados capitales. Y son verdaderamente de aspecto muy
moreno, excepto los más jóvenes. De hecho a mí me decían El negro; es que yo
era negrísimo, criado en la costa. Ahora soy mas bien colorado”.
¿Siete pecado capitales? “Sí, de ellos
cinco son muy morenos, dos son blancos, mis tíos Wenceslao y Enriquito, los
únicos que conocí, que tenían cierta influencia irlandesa porque un Pareja
había sido casado con una irlandesa. Era una mujer que vivía en Chile, y por
eso, algunos salieron blanqueados, pero el origen marroquí me parece evidente.
Déjame traerte la foto”.
Habla con tanta seguridad del tema que
pareciera que detrás de todos esos datos hay una exhaustiva investigación. Al
preguntárselo, Donoso esboza una sonrisa y responde: “El que sabía de eso era
mi tío Alfredo, él me pasaba esos datos. No sé si lo habrá investigado o lo
habrá inventado. A lo mejor lo inventó, y yo no hago más que repetir la
invención”.
Esta parece ser la constante de un
escritor que se ha movido en múltiples registros, además de gran fabulador
(cuentista, novelista y “memorioso”), Donoso Pareja también ha incursionado en
el ensayo. Además de seguir siendo un escritor de cuentos (prueba de ello es La cabeza del náufrago, una reciente
colección de relatos inclasificables, por su complejidad) y de su posterior
“exitoso pero complejo ingreso a la novela”, como lo define Cecilia Ansaldo, no
le ha tenido miedo a ese género tan exigente, que puede ser literario, en
ocasiones, pero desborda sus límites, en otras, como lo hizo en Ecuador: identidad o esquizofrenia.
En ese libro abordó, con mucho humor,
una de sus obsesiones más recurrentes, el tema de la identidad partida en dos,
esquizofrénica del Ecuador, moviéndose, con gran destreza entre argumentos
históricos, idiosincráticos, folclóricos y de cultura oral, no para dejar
sentada ninguna tesis regionalista sino para desbrozar de una vez por todas
“una cuestión que estaba en el ambiente, todo el mundo lo sentía, tanto
quiteños como guayaquileños”.
Ese ensayo es un referente para entender
el Ecuador y a los ecuatorianos, lo mismo que Ecuador: señas particulares, de Jorge Enrique Adoum.
Resulta un tema todavía poco explorado
(y que pudiera ser material para otro libro) el análisis de las etapas
estilísticas que ha tenido Miguel Donoso Pareja a lo largo de su carrera.
Descubrir cómo pasó de ser un escritor experimental y profundamente complejo, a
veces críptico, a este jodedor cervantino de sus últimos libros en los que, sin
embargo, ha mantenido vigente lo experimental.
Henry
Black
fue la “novela de la cárcel”, del exilio; Nunca
más el mar, como ya se dijo, es la “novela del regreso”; Hoy empiezo a acordarme, la “novela del
reencuentro” y La garganta del Diablo
(la segunda parte de sus memorias) el gran choteo a partir de los recuerdos.
Son libros de diferentes etapas que temática y formalmente varían, pero sin
dejar lo experimental. “Yo lo experimental no lo dejo nunca, pero mis libros se
van aligerando un poco” dice.
En los primeros había muy poca presencia
del humor. Pero con su madurez, ya es un ingrediente esencial, trátese de
cuentos, novela, ensayo, memoria o artículos periodísticos. Donoso Pareja tiene
una explicación para eso. “Lo del humor empezó cuando yo quise escribir mis
memorias, A río revuelto. Y al
escribirlas me fui dando cuenta de que ya no sabía lo que era verdad, y qué era
mentira, de lo que contaba. Qué había vivido y qué me habían inventado. Allí
empecé a llamar a esos libros, novelas. Yo sostengo que A río revuelto y La garganta
del diablo son novelas. Ahí surge ese sentido del humor, de reírme de mí
mismo, de cómo me han inventado”.
¿Le ha traído problemas ese uso
constante del humor, a veces en forma de sátira corrosiva, en una sociedad que
todavía mantiene ciertos rezagos virreinales? “No, a la gente le gusta eso, lo
que pasa es que no se atreve a hacerlo. Pero les fascina que lo haga otro,
siempre el niño malcriado de la escuela es el líder, el que se arriesga y los
otros quisieran hacer lo mismo, pero no lo hacen. Les encanta que sea otro el
que corra el riesgo”.
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