miércoles, 22 de agosto de 2012

El encanto del adiós: una biografía de Miguel Donoso Pareja


Miguel Donoso Pareja, recibirá el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.



Hablar de Miguel Donoso Pareja es encontrar un escritor de poesía, cuento, novela, ensayo. Y más. Antologador de narrativa en varios países e impulsador de talleres literarios en dos: México y Ecuador. Docente, marino mercante, abogado, titiritero…exiliado, becario…maestro, mucho de maestro para la gracia de la construcción literaria. Quién pudiera atrapar una vida en una biografía. Un biógrafo a tal altura y recorrido.

David Sosa es un escritor cubano, radicado algunos años en Guayaquil y fascinado por la vida del personaje a descubrir. Un efectivo acercamiento nos propone en la obra biográfica “El encanto del adiós”, un vertiginoso viaje desde la infancia hasta la declaración como deseo para una lápida, solicitado por el mismo Donoso Pareja: “Aquí murió El Muerto”. No solo humor de por medio, sino todo el intermedio que da una vida, bien vivida, será publicada en un libro por editorial Mar Abierto, en los próximos días. Un extracto de la obra, la referimos:

“Y es en esta ciudad acogedora, la suya, donde Miguel Donoso Pareja decidió volver a radicarse, casarse, y repetir la exitosa experiencia que había popularizado en México, al comenzar a aplicar en el Ecuador “una nueva forma de trabajo en lo que respecta a los talleres literarios”.  Por eso comenzó a implementarlos, tanto en Quito como en Guayaquil, desde 1981, con el apoyo en ambas ciudades de las respectivas Casas de la Cultura.

“Cuando regresé a Guayaquil la gente me acogió bien, fue muy amable conmigo, me dieron oportunidades. Yo me siento muy guayaquileño, pero no puedo ser regionalista. Mi padre era quiteño y, como toda persona de Guayaquil, tengo orígenes de afuera. Padre quiteño, madre guayaquileña; Pareja es un apellido muy de aquí, y Diezcanseco es un apellido peruano”.

Llegados a este punto -el de sus apellidos y su genealogía- Donoso Pareja tiene sus propias teorías, heredadas de su tío Alfredo. Dice, por ejemplo, que Pareja es un apellido andaluz y que viene de Antequera, cerca de Granada, posiblemente de sangre marroquí. Y que Donoso es de Extremadura, presuntamente de origen palestino. Pero afirma que las mujeres de la familia niegan esos orígenes. De sangre árabe, no quieren saber nada.

A Donoso le apasiona verdaderamente este tema. “Por ahí hay una foto de los siete Pareja y Pareja, a los que les llamaban los siete pecados capitales. Y son verdaderamente de aspecto muy moreno, excepto los más jóvenes. De hecho a mí me decían El negro; es que yo era negrísimo, criado en la costa. Ahora soy mas bien colorado”.

¿Siete pecado capitales? “Sí, de ellos cinco son muy morenos, dos son blancos, mis tíos Wenceslao y Enriquito, los únicos que conocí, que tenían cierta influencia irlandesa porque un Pareja había sido casado con una irlandesa. Era una mujer que vivía en Chile, y por eso, algunos salieron blanqueados, pero el origen marroquí me parece evidente. Déjame traerte la foto”.

Habla con tanta seguridad del tema que pareciera que detrás de todos esos datos hay una exhaustiva investigación. Al preguntárselo, Donoso esboza una sonrisa y responde: “El que sabía de eso era mi tío Alfredo, él me pasaba esos datos. No sé si lo habrá investigado o lo habrá inventado. A lo mejor lo inventó, y yo no hago más que repetir la invención”.

Esta parece ser la constante de un escritor que se ha movido en múltiples registros, además de gran fabulador (cuentista, novelista y “memorioso”), Donoso Pareja también ha incursionado en el ensayo. Además de seguir siendo un escritor de cuentos (prueba de ello es La cabeza del náufrago, una reciente colección de relatos inclasificables, por su complejidad) y de su posterior “exitoso pero complejo ingreso a la novela”, como lo define Cecilia Ansaldo, no le ha tenido miedo a ese género tan exigente, que puede ser literario, en ocasiones, pero desborda sus límites, en otras, como lo hizo en Ecuador: identidad o esquizofrenia.

En ese libro abordó, con mucho humor, una de sus obsesiones más recurrentes, el tema de la identidad partida en dos, esquizofrénica del Ecuador, moviéndose, con gran destreza entre argumentos históricos, idiosincráticos, folclóricos y de cultura oral, no para dejar sentada ninguna tesis regionalista sino para desbrozar de una vez por todas “una cuestión que estaba en el ambiente, todo el mundo lo sentía, tanto quiteños como guayaquileños”.

Ese ensayo es un referente para entender el Ecuador y a los ecuatorianos, lo mismo que Ecuador: señas particulares, de Jorge Enrique Adoum.

Resulta un tema todavía poco explorado (y que pudiera ser material para otro libro) el análisis de las etapas estilísticas que ha tenido Miguel Donoso Pareja a lo largo de su carrera. Descubrir cómo pasó de ser un escritor experimental y profundamente complejo, a veces críptico, a este jodedor cervantino de sus últimos libros en los que, sin embargo, ha mantenido vigente lo experimental.

Henry Black fue la “novela de la cárcel”, del exilio; Nunca más el mar, como ya se dijo, es la “novela del regreso”; Hoy empiezo a acordarme, la “novela del reencuentro” y La garganta del Diablo (la segunda parte de sus memorias) el gran choteo a partir de los recuerdos. Son libros de diferentes etapas que temática y formalmente varían, pero sin dejar lo experimental. “Yo lo experimental no lo dejo nunca, pero mis libros se van aligerando un poco” dice.

En los primeros había muy poca presencia del humor. Pero con su madurez, ya es un ingrediente esencial, trátese de cuentos, novela, ensayo, memoria o artículos periodísticos. Donoso Pareja tiene una explicación para eso. “Lo del humor empezó cuando yo quise escribir mis memorias, A río revuelto. Y al escribirlas me fui dando cuenta de que ya no sabía lo que era verdad, y qué era mentira, de lo que contaba. Qué había vivido y qué me habían inventado. Allí empecé a llamar a esos libros, novelas. Yo sostengo que A río revuelto y La garganta del diablo son novelas. Ahí surge ese sentido del humor, de reírme de mí mismo, de cómo me han inventado”.

¿Le ha traído problemas ese uso constante del humor, a veces en forma de sátira corrosiva, en una sociedad que todavía mantiene ciertos rezagos virreinales? “No, a la gente le gusta eso, lo que pasa es que no se atreve a hacerlo. Pero les fascina que lo haga otro, siempre el niño malcriado de la escuela es el líder, el que se arriesga y los otros quisieran hacer lo mismo, pero no lo hacen. Les encanta que sea otro el que corra el riesgo”.

No hay comentarios: