Todos a su turno
llevamos nuestras vidas para perder el paraíso, el que nos han ofrecido o por
el que luchamos y damos la vida. Capaces hasta de habitarlo somos expulsados en
una historia infinita que va desde el tiempo de los tiempos, en la fe o en la
certeza. Vale decir, nuestro paraíso
personal y soñado por uno que se encuentre en el reino de estos suelos. Así hacemos historias, esas historias las
imaginamos realmente y convertidas en relatos, nos abren nuevos sentidos para
convertirlos en realidad.
Dejarse llevar
por esa realidad dispuesta en esta serie de cinco cuentos que comprenden: “no
pido el paraíso”, es encontrar el ámbito bucólico de Manabí a finales del
decimonónico, la ruralidad, amplia, extensa, aislada. Las fincas, sin ser
enormes extensiones, guardan las relaciones: propietarios, administradores que
con la peonada nos muestran un entorno social y comercial. La tragedia y el
amor son los ingredientes imprescindibles que nos realizan hasta la
satisfacción en que tener el paraíso es secundario.
Giovanni Aliatis
al escribirlos incrementa la ya nutrida e importante colección “Almuerzo
Desnudo” creada por Editorial Mar Abierto y que se encuentra próxima a
circular. Exponemos aquí un extracto del cuento: El paraíso.
EL PARAÍSO
(…) Al día
siguiente después de almorzar, Marcial Gamboa le ordenó al suegro que le haga
preparar su caballo, se iba al pueblo. Al despertar esa mañana se había
encontrado nuevamente solo en la cama, su mujer andaba con las mujeres de los
peones atendiendo a los animales, su suegra le había preparado el desayuno y
mientras comía se decía: ¡esta yegua va a ser dura de amansar! pero tengo todo
el tiempo del mundo, ya llegará el momento en que venga de rodillas a
implorarme. Fue cuando tomó la decisión de ir a pasar una velada con “la
Guayaca”, ella lo había hecho sentir muy bien aquella noche. Quiere que lo haga
acompañar con alguien o que lo acompañe yo mismo al pueblo, Marcial? dijo su
suegro, no se preocupe, respondió el dueño.
Llegó al Embeleso
como a las dos de la tarde, se sentó en una mesa y vino a atenderlo
Melina, buenas tardes ingeniero le dijo,
bienvenido, le sirvo algo?, no gracias respondió él, quiero que me atienda “la
Guayaca”. Melina fue a buscar al patrón y le comunicó la llegada del cliente y
su solicitud, Anselmo, el patrón, mandó
llamar a “la Guayaca” que estaba otra vez sentada con Demetrio quien había
llegado una media hora antes. Hizo que atendiera al ingeniero y se sentó con él
a beber una botella de coñag, mandó a Melina a buscar al trío de músicos para
que lo divirtieran y le ordenó a “la Guayaca” que no se separara del señor
Gamboa y que lo haga consumir. Entre la chica, Marcial y el dueño de la cantina
se habían bebido ya casi dos botellas de coñag, Melina detrás de la barra, el
trío tocando en una esquina y Demetrio sentado en una mesa en un rincón, era la
concurrencia que tenía El Embeleso. Fue cuando Marcial Gamboa le hizo el
comentario a Anselmo Paucar: ese de allá y yo somos los únicos clientes hoy
día, no debe ser muy rico porque veo que está tomando aguardiente, así que esta
hembra le ha salvado el día Anselmo, porque yo vengo para que ella me haga
feliz esta noche y esto es sólo para ponernos románticos. Paucar soltó una
carcajada, pero ingeniero, dijo, usted no sabe quién es ese? es peón suyo,
lleva tres días tomando porque usted desposó al amor de su vida, toda la vida
estuvo enamorado de la señorita Meche y usted se la quitó, se anda
emborrachando de puro despecho. Marcial enrojeció, se le desdibujó el rostro con
la ira y los celos que sintió, enseguida se le vinieron mil cosas a la mente,
comenzó a imaginar a su mujer haciendo el amor con el peón, o sea que Mercedes
está enamorada de este pendejo y lo prefiere a mí pensó para sí, se levantó y
sacó el revólver del cinto, se dirigió hasta donde estaba Demetrio que se
encontraba con la mirada fija en la mesa, apuntó al muchacho y le gritó:
¡levántate hijueputa!, así que tú pedazo de pendejo, montubio ignorante, muerto de hambre, le has estado calentando
las orejas a miiiii mujerrrr! qué te has creído, compararte conmigo. Mientras
decía estas cosas fuera de sí engatillaba el revólver, Demetrio se puso de pie
y con su mano derecha empuñó el machete que siempre dejaba sobre la mesa,
Anselmo Paucar gritaba, suplicaba: no por favor ingeniero, no haga eso, le
decía, mire que está chumado ingeniero, que el muchacho está ahí tranquilo sin
molestar a nadie. “La Guayaca” intentó tomarlo del brazo pero Gamboa la tiró al
piso de un empujón, ¡aquí te mueres hijo de puta! Gritaba Marcial, los del trío
pararon la música en seco y se escondieron detrás de unas mesas. Melina gritaba
histérica, “la Guayaca” quiso salir corriendo y tiró los vasos y las botellas
que estaban sobre la barra provocando un gran estruendo, eso hizo desviar la
mirada de Marcial Gamboa hacia el sitio del ruido y Demetrio aprovechó el
momento, para de un golpe fulminante con el machete casi cercenar la mano que
sostenía el revólver y con otro de revés
le cortó el cuello. Por un momento hubo silencio, silencio sepulcral, Demetrio,
“la Guayaca” y Anselmo Paucar estaban
bañados en sangre, este último fue el primero en hablar ¡mataste al ingeniero
montubio bruto!, dijo con una mezcla de miedo y furia ¡te vas a podrir en la
cárcel!, “la Guayaca” fue la siguiente en recobrar la cordura y lo único que
hizo fue tomar a Demetrio por el brazo y gritarle ¡huye miquito, huye! (…)
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