jueves, 31 de mayo de 2012

Los piratas que asolaron Manabí









Fracciones de nuestra historia
Acercamientos documentados, sustentados en extensa bibliografía, recorren nuestra historia en fracciones haciendo síntesis prácticas, no por ello menos lúcidas y reveladoras, más bien provocando que los hechos estudiados, alisten argumentos, propongan interpretaciones y busquen nuevas lecturas. Esa es la intención del Ing. Tony González Palacios en su obra que será publicada en los próximos días por editorial Mar Abierto. Una fracción de su amplio contenido, la detallamos:


Los piratas que asolaron Manabí

La investigación social e histórica ha podido establecer (contrariamente a las versiones de películas e historietas) que los piratas, corsarios y bucaneros, no eran personas o grupos que actuaban por sí solos, salvo algunos casos, estos eran empleados de los gobiernos de las potencias y autorizados por ellos, lo que les permitía ser respaldados por empresas comerciales vinculadas al poder en el propósito de atracar barcos y poblaciones costeras que consideraban enemigas. Aquellos piratas, después de sus aventuras volvían entre aplausos y honores de la corte, pagaban y recibían dividendos de las riquezas amasadas en los asaltos. Los economistas conocen cómo estas riquezas acumuladas, coadyuvaron el impulso de la revolución industrial, a la fundación del Banco de Inglaterra, de la Bolsa de Comercio…

El oficio de “ladrón del mar” hace justicia al significado de pirata, ellos, si bien de manera aparente no actuaban bajo ninguna bandera, es fácil de imaginar, que en aquellos tiempos así como ahora, hacer un buque a la mar, incluía armas, equipos, provisiones y pagas de una nutrida tripulación, que necesitaban ser financiados, por tanto es comprensible, que no podían auspiciarse negocios que no fueran rentables, se apostaba a la seguridad de beneficios, donde reyes y señores de la corte legalizaban y legitimaban con documentos y patentes, el carácter de la empresa y la posterior participación de utilidades; con razón el sociólogo Enrique Silverstein menciona: "unos ladrones de mar y otros ladrones de tierra, entre colegas andaban en el juego".

 A nuestras costas, llegó la piratería con la invasión española, el primero de ellos fue Francisco Pizarro, que en su primera expedición hacia la “mar del sur” en busca del "Pirú", en 1527, llegó a la mayor isla frente a nuestra costa, encontró en ella grandes riquezas, ya que en aquella porción de territorio radicaba un centro ceremonial de las culturas indígenas costeras, la saqueó y a la fortuna que logró, la denominó isla de la Plata. 

En el segundo viaje de Pizarro desde Panamá hacia el sur en 1531, se introduce por la costa, desembarcando en San Mateo, avanzó hasta Santa Elena; en el trayecto, con sus huestes, hicieron homenaje a su codicia, asaltando y saqueando los pueblos a su paso, incluyeron tortura,  persecución y  asesinato.

En el mismo año de 1531, pero en meses posteriores, arriban a nuestro filo costero, Hernando de Soto junto a Hernando Ponce de León, venían a fortalecer la acción de Pizarro (traían la primera mujer española a estos territorios Juana Hernández), desembarcaron en Coaque, atracaron a la mayoría de esos pueblos, incendiado a cinco de ellos y asesinando a numerosos aborígenes; la crueldad con que actuaron estos piratas, provocó la internación hacia la montaña de los habitantes y una cruenta resistencia.

En marzo de 1534 hace presencia en Manabí una nueva expedición pirata, numerosa y mayormente cruel que las precedentes, era Pedro de Alvarado con 500 españoles y cerca de dos mil indígenas quichés y mayas. Cinco meses estuvo en Manabí sembrando terror, siendo Coaque, Charapotó, Manta, Salango y Jipijapa las poblaciones indígenas mayormente afectadas, particularmente Jipijapa es incendiada. Es en este trayecto que Alvarado  secuestra y luego asesina al cacique mantense Lligua Tohallí. 

Con suma razón un cronista dice de Alvarado, que es un hombre “con grandeza para los desafueros y el crimen” y el cronista Cieza, menciona “Alvarado pagó la regia hospitalidad indígena, persiguiéndolos como fieras, ahorcándolos, matándolos”.

Después de hacerse "legítimamente" del inmenso Perú basándose en la Capitulación de Toledo, extendida por el rey Carlos I, y por la cual además, estos aventureros se convirtieron en "Hidalgos", se inicia un verdadero saqueo organizado a estos territorios bajo la égida de Pizarro, pero a su muerte, comienza la guerra entre facciones de españoles por la sucesión del poder. Es en esas circunstancias que Gonzalo Pizarro, envía a las costas de Manabí al osado pirata y oficial de su servicio Hernando Bachicao, quien con su flota se posesiona en la isla de la Plata y desde allí asalta Salango, Manta,  Portoviejo y Charapotó.
Con el sometimiento de los “pizarristas” se consolida la invasión española y aparece la piratería inglesa y holandesa, empeñada en enriquecerse con las riquezas que usurpaba España en estos territorios.

La primera presencia de estos otros piratas le corresponde a Francis Drake, personaje financiado y protegido por la reina Isabel de Inglaterra, este pirata según documentos, estuvo en la isla de la Plata en 1578, desembarca en Manta y Bahía, mas sus presas eran los barcos españoles y al efectuar atraco a un galeón que venía de Callao, cerca del cabo Pasado se aleja de nuestras costas.

Otro pirata que estuvo por estos lares, aunque de manera efímera, desembarcó en Salango y luego atracó Manta, Charapotó y Portoviejo, para luego atacar Guayaquil, fue Jacobo Heremite Clerk, auspiciado por el Príncipe Mauricio de Orange, esto en el año de 1625. 
En 1684, barcos de la flota del pirata Eduardo David, desembarcan en Manta, asaltando esta población y llegando hasta Montecristi, esta situación de ataques constantes, conlleva a que las poblaciones costaneras disminuyan su población.

En mayo de 1709, llega el pirata Tomas Dover a la isla de la Plata, de allí ataca a los poblados de Machalilla, Cayo y Salango, posteriormente Charapotó y Bahía. 

Las últimas expediciones son las del pirata Chipperton que baja en Coaque, después asaltará Puerto Cayo llegando hasta Jipijapa. Jorge Anson que desembarca y asalta Manta, Montecristi y Charapotó en 1791.

La última incursión de la que se tiene noticia es la de piratas chilenos que llegados en el bergantín “El Diamante” llegan a Manta el 23 de Septiembre de 1818 y atracan el poblado, procurándose un importante botín a costa de los comercios y familias adineradas, se tiene conocimiento que la mayoría de personas se refugian en Montecristi, desde donde se organiza una defensa que frena a los asaltantes.  

La piratería no se agotó con estas expediciones, pues algunos rezagos de estos y otros elementos aislados estuvieron asediando  nuestras costas, sin embargo ya se habían creado ciertos mecanismos de defensa. Por otro lado los piratas de tierra mantenían sometidas a las poblaciones, estas ya con el inicio del siglo XIX abrazaron con fuerza las ideas emancipadoras.

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