Fracciones de nuestra historia
Acercamientos
documentados, sustentados en extensa bibliografía, recorren nuestra historia en
fracciones haciendo síntesis prácticas, no por ello menos lúcidas y
reveladoras, más bien provocando que los hechos estudiados, alisten argumentos,
propongan interpretaciones y busquen nuevas lecturas. Esa es la intención del
Ing. Tony González Palacios en su obra que será publicada en los próximos días
por editorial Mar Abierto. Una fracción de su amplio contenido, la detallamos:
Los piratas que
asolaron Manabí
La
investigación social e histórica ha podido establecer (contrariamente a las
versiones de películas e historietas) que los piratas, corsarios y bucaneros,
no eran personas o grupos que actuaban por sí solos, salvo algunos casos, estos
eran empleados de los gobiernos de las potencias y autorizados por ellos, lo
que les permitía ser respaldados por empresas comerciales vinculadas al poder
en el propósito de atracar barcos y poblaciones costeras que consideraban
enemigas. Aquellos piratas, después de sus aventuras volvían entre aplausos y honores
de la corte, pagaban y recibían dividendos de las riquezas amasadas en los
asaltos. Los economistas conocen cómo estas riquezas acumuladas, coadyuvaron el
impulso de la revolución industrial, a la fundación del Banco de Inglaterra, de
la Bolsa de Comercio…
El oficio
de “ladrón del mar” hace justicia al significado de pirata, ellos, si bien de
manera aparente no actuaban bajo ninguna bandera, es fácil de imaginar, que en
aquellos tiempos así como ahora, hacer un buque a la mar, incluía armas,
equipos, provisiones y pagas de una nutrida tripulación, que necesitaban ser
financiados, por tanto es comprensible, que no podían auspiciarse negocios que no
fueran rentables, se apostaba a la seguridad de beneficios, donde reyes y
señores de la corte legalizaban y legitimaban con documentos y patentes, el
carácter de la empresa y la posterior participación de utilidades; con razón el
sociólogo Enrique Silverstein menciona: "unos ladrones de mar y otros
ladrones de tierra, entre colegas andaban en el juego".
A nuestras
costas, llegó la piratería con la invasión española, el primero de ellos fue
Francisco Pizarro, que en su primera expedición hacia la “mar del sur” en busca
del "Pirú", en 1527, llegó a la mayor isla frente a nuestra costa,
encontró en ella grandes riquezas, ya que en aquella porción de territorio
radicaba un centro ceremonial de las culturas indígenas costeras, la saqueó y a
la fortuna que logró, la denominó isla de la Plata.
En el segundo
viaje de Pizarro desde Panamá hacia el sur en 1531, se introduce por la costa,
desembarcando en San Mateo, avanzó hasta Santa Elena; en el trayecto, con sus
huestes, hicieron homenaje a su codicia, asaltando y saqueando los pueblos a su
paso, incluyeron tortura, persecución y asesinato.
En el mismo
año de 1531, pero en meses posteriores, arriban a nuestro filo costero,
Hernando de Soto junto a Hernando Ponce de León, venían a fortalecer la acción
de Pizarro (traían la primera mujer española a estos territorios Juana
Hernández), desembarcaron en Coaque, atracaron a la mayoría de esos pueblos,
incendiado a cinco de ellos y asesinando a numerosos aborígenes; la crueldad
con que actuaron estos piratas, provocó la internación hacia la montaña de los
habitantes y una cruenta resistencia.
En marzo de
1534 hace presencia en Manabí una nueva expedición pirata, numerosa y
mayormente cruel que las precedentes, era Pedro de Alvarado con 500 españoles y
cerca de dos mil indígenas quichés y mayas. Cinco meses estuvo en Manabí
sembrando terror, siendo Coaque, Charapotó, Manta, Salango y Jipijapa las
poblaciones indígenas mayormente afectadas, particularmente Jipijapa es
incendiada. Es en este trayecto que Alvarado
secuestra y luego asesina al cacique mantense Lligua Tohallí.
Con suma
razón un cronista dice de Alvarado, que es un hombre “con grandeza para los
desafueros y el crimen” y el cronista Cieza, menciona “Alvarado pagó la regia
hospitalidad indígena, persiguiéndolos como fieras, ahorcándolos, matándolos”.
Después de
hacerse "legítimamente" del inmenso Perú basándose en la Capitulación
de Toledo, extendida por el rey Carlos I, y por la cual además, estos
aventureros se convirtieron en "Hidalgos", se inicia un verdadero
saqueo organizado a estos territorios bajo la égida de Pizarro, pero a su
muerte, comienza la guerra entre facciones de españoles por la sucesión del
poder. Es en esas circunstancias que Gonzalo Pizarro, envía a las costas de
Manabí al osado pirata y oficial de su servicio Hernando Bachicao, quien con su
flota se posesiona en la isla de la Plata y desde allí asalta Salango,
Manta, Portoviejo y Charapotó.
Con el
sometimiento de los “pizarristas” se consolida la invasión española y aparece
la piratería inglesa y holandesa, empeñada en enriquecerse con las riquezas que
usurpaba España en estos territorios.
La primera
presencia de estos otros piratas le corresponde a Francis Drake, personaje
financiado y protegido por la reina Isabel de Inglaterra, este pirata según
documentos, estuvo en la isla de la Plata en 1578, desembarca en Manta y Bahía,
mas sus presas eran los barcos españoles y al efectuar atraco a un galeón que
venía de Callao, cerca del cabo Pasado se aleja de nuestras costas.
Otro pirata
que estuvo por estos lares, aunque de manera efímera, desembarcó en Salango y
luego atracó Manta, Charapotó y Portoviejo, para luego atacar Guayaquil, fue
Jacobo Heremite Clerk, auspiciado por el Príncipe Mauricio de Orange, esto en
el año de 1625.
En 1684,
barcos de la flota del pirata Eduardo David, desembarcan en Manta, asaltando
esta población y llegando hasta Montecristi, esta situación de ataques
constantes, conlleva a que las poblaciones costaneras disminuyan su población.
En mayo de
1709, llega el pirata Tomas Dover a la isla de la Plata, de allí ataca a los
poblados de Machalilla, Cayo y Salango, posteriormente Charapotó y Bahía.
Las últimas
expediciones son las del pirata Chipperton que baja en Coaque, después asaltará
Puerto Cayo llegando hasta Jipijapa. Jorge Anson que desembarca y asalta Manta,
Montecristi y Charapotó en 1791.
La última
incursión de la que se tiene noticia es la de piratas chilenos que llegados en
el bergantín “El Diamante” llegan a Manta el 23 de Septiembre de 1818 y atracan
el poblado, procurándose un importante botín a costa de los comercios y
familias adineradas, se tiene conocimiento que la mayoría de personas se
refugian en Montecristi, desde donde se organiza una defensa que frena a los
asaltantes.
La
piratería no se agotó con estas expediciones, pues algunos rezagos de estos y
otros elementos aislados estuvieron asediando nuestras costas, sin embargo ya se habían
creado ciertos mecanismos de defensa. Por otro lado los piratas de tierra
mantenían sometidas a las poblaciones, estas ya con el inicio del siglo XIX
abrazaron con fuerza las ideas emancipadoras.
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