Por: Pedro
Gil Flores*
“Madre: ¿crees que les gustará mi canción?
¿crees que tratarán de romperme las pelotas?”
Pynk Floyd
Madre:
guárdame en la refrigeradora
el cariño y la leche
Madre: no me mandes nada,
suficiente tengo
con mis rayos de sol
y de risas.
Madre:
deja de engreír a Dios
con tus rezos
Madre:
No temas si eres miserable.
Somos los llamados a entrar
al reino de los mártires
y los mártires son personas
respetables.
Madre:
Vi a una señora puro hueso
y pura pena
retirando a un pequeño de la
guardería
y creí que éramos tú y yo.
(¿Me hiciste con ganas,
madre?)
Madre:
vine a cantar
y estoy perdido
entre los artistas del
descontento.
Nada más.
Besitos de tu hijo amado.
Cuando sea famoso, hablaré
de ti,
hablaré.
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Pedro Gil, poeta mantense, cuando tenía 17 años ya le llamaban “el viejo
Pedro” en el Taller para escritores conducido por Miguel Donoso, sorprendidos
todos por su precoz madurez en los textos que revelaban (revelan y revelarán
para la poesía universal) testimonios humanos destinados a perdurar y con
altura.
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