Por: Freddy Solórzano
Hace un par de meses leía una entrevista a Miguel Donoso
que se publicó en El Comercio y donde se señalaba la dificultad que tiene el
escritor para movilizarse debido al mal de Parkinson del que sufre. Por eso
vive casi siempre sentado.
Y me imaginó a Donoso rodeado de libros en su casa en
Guayaquil conversando con David Sosa quien escribió “El encanto del Adiós”.
Me imagino a ese Miguel Donoso de 81 años que se ha
pasado su vida escribiendo ensayos, novelas, cuentos, críticas literarias,
artículos periodísticos, obras para títeres y dirigiendo talleres de literatura
entre México y Ecuador, sus dos patrias. Y veo a un Miguel Donoso que todavía
jode a la vida como cuando dice que la mejor entrevista que ha dado se lo hizo
Roberto Bonafont: “él habló todo el tiempo, yo no dije ni pío. ¡Una
maravilla!”.
Y también me imagino a David Sosa con 40 años menos que
el maestro, escuchándolo, preguntando y repreguntando, indagando y despejando
las dudas para que pueda parir luego “El encanto del Adiós” que es un libro
entretenido y que se lee con entusiasmo.
Ernesto Sabato decía que la muerte de un viejo sabio se
puede comparar a la desaparición de toda una biblioteca consumida por el fuego.
Es el fin de un conocimiento.
Y Henry Miller en “Los libros de Mi Vida” repasa a los
escritores y libros que lo marcaron. Y esa obra tiene un capítulo dedicado a
los libros vivientes: que son hombres de carne y hueso que tienen lecciones que
dar para el arte.
El legado de Miguel Donoso no solo es visible por lo que
escribió sino también por lo que enseña y sus talleres de literatura son un
ejemplo de aquello.
El libro “El encanto del Adiós” sigue la huella de
Donoso, el literato. Empieza con el pequeño Miguel que vivió hasta los 11 años
junto al mar y que quería ser marinero como su padre. Pero el padre le dijo que
no había nada cierto en esa visión romántica del marino. “Mi padre me decía,
recuerda Donoso, que eso de que en cada puerto había un amor era mentira, lo
que había en cada puerto eran putas”.
“El encanto del Adiós atrapa no solo por su buen manejo
narrativo, sino también porque el personaje de Miguel Donoso es interesante y
siempre es bueno saber qué tiene que decir como cuando estudió derecho y se dio
cuenta que no podía sacar ni a un preso de la cárcel aunque tuviera la llave de
la celda en sus manos, porque lo de abogado de la República en libre ejercicio
no iba con él. O el año que estuvo en prisión por ser comunista o el viaje a
Cuba de Fidel. Y los 18 años en México que fueron muy fecundos y su regreso a
Ecuador. Esta biografía mezcla literatura con periodismo un campo en el que
David Sosa se mueve como pez en el agua.
En un buen libro de biografía que se precie, las
consideraciones y licencias personales han de dejarse un tanto de lado y
dejarse más aconsejar por la pluma que por la emoción, la admiración y el
entusiasmo.
Miguel Donoso no es una figura lejana para Manta aquí
también formó un taller de literatura. Y trajo a la ciudad la misma pedagogía.
Exigió a los talleristas que echen al tacho de la basura la crítica del gusto.
En los talleres de Donoso estaba prohibido decir “Me gusta o no me gusta”; se
decía: “Está bien o mal escrito”. No interesaba ni la ideología del autor, ni
sus preferencias sexuales o políticas. El 21 de diciembre se acaba el mundo, es
decir el viernes de la próxima semana, según una predicción maya que se cacarea
en las calles y en los medios de comunicación. Pero hay otra predicción de la
que se habla hace mucho: la muerte del libro y sobre aquello Donoso tiene una
opinión: “La muerte del libro se ha venido anunciando desde hace tanto tiempo
que yo he llegado a la conclusión de que el libro es inmortal. Pienso que no va
a poder ser sustituido por nada, es como querer sustituir a la mujer por la
masturbación. Al libro se lo toca, se lo goza, se lo palpa; el libro es un
objeto de cultura, es imposible que desaparezca. Uno lo subraya, hace
anotaciones, lo convierte en otro texto, en uno leído por uno. Yo creo que los
libros son infinitos, no van a terminar nunca”. Una parte de Donoso se lo
presenta en “El encanto del Adiós” y allí se puede ver sus medidas
intelectuales. Porque siempre es placentero conocer a un libro viviente.
Texto leído el jueves 13 de diciembre en el auditorio del Vicerrectorado Académico en el marco de la presentación de los últimos libros publicados por Mar Abierto.
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