viernes, 21 de diciembre de 2012

“Tú también puedes” es el reto de ser, haciendo

Patricio Lovato leyendo su análisis en torno al libro Tú también puedes.



Por Patricio Lovato

Estamos ante un libro que es, antes que nada, y ante todo, un testimonio de amor, un ejercicio descriptivo, del amor y sus esmeros. Sería conveniente abrirle un camino, un camino para acceder a sus contenidos: los que se ven y los que no se ven, los que se dicen o no. Los que se hacen, aunque se haya hecho más. La utilidad que presta para sacar de la desolación a los excluidos con toda la carga de pesares para quienes los rodean. El mensaje que se deja a los que manejan el poder y no pueden mirar, mucho menos sentir. Las razones íntimas que les dejan a médicos y demás profesionales involucrados con la salud y los procesos de rehabilitación de pacientes, dedicación y esmero. Pero, palabras más, palabras menos, nada es mejor que la poesía para sintetizar y describir al mismo tiempo. Comencemos. Silvio Rodríguez tiene una canción y en dos versos, de esa canción, dice: solo el amor alumbra lo que perdura, solo el amor convierte en milagro el barro.

Este libro, no dice que tiene dos héroes como protagonistas, dos heroínas para ser precisos. En tiempos de globalización, de vértigos comunicacionales que impiden comunicarse, salvo para vendernos héroes de fantasía.  Tenemos en nuestra ciudad dos heroínas, más fuertes, más invencibles hasta que el pobre de Supermán, que le tiene pavor a la kriptonita.

A la madre, el primero de nuestros personajes reales, no la detuvo ni en el pasado hace más de 27 años, saber que la asistencia médica para una hipoacusia diagnosticada a su hija de un año, le dejaría sin soluciones, con pésimas recomendaciones. Sola, apoyada en su entorno familiar, se fue para  los Estados Unidos sin ir, encontró por allá en la Clínica John Tracy, a través de un curso por correspondencia, el camino que las desgracias requieren para revertirlas. ¿Sin recursos?  No. Ella tiene una voluntad inclaudicable dotada de gran imaginación. Instrumentos más que suficientes para superar cualquier desafío. Primera lección para todos: contrata soluciones, no problemas.

Decía Albert Einstein en una de tantas entrevistas y a propósito de la insensatez humana, que más fácil es desintegrar un átomo que un prejuicio. Y aquí aparece nuestra segunda heroína, su madre la recuerda entre gorjeos cuando tenía meses de vida, apenas niña de un año y ya recorría consultorios, clínicas y hospitales. Era sometida a permanentes revisiones y traslados, María Belén hacía lo que mejor sabía, jugar, se sometía con el entusiasmo de la infancia al ingenio que su madre preparaba en distintos escenarios, mujer práctica, le puso el qué, cómo, cuándo y dónde enseñar, sin perder un minuto y en todo momento, para incluirla entre nosotros, los normales, normalmente prejuiciados. Los medios, hablarle de frente, pero teniendo en mente estas palabras escritas y practicadas por Cecilia:
 “La estimulación no solo consiste en dotarles de conocimientos científicos o técnicos y formar niños con habilidades intelectuales que lo saben todo, pero carecen de pasión o motivación, o incapaces de crear, gestionar u organizar”.
“Hay que priorizar la formación de valores en el ser humano”.
 

Cecilia Luzardo, Patricio Lovato (sentados) atentos a las palabras de Ubaldo Gil (Director de Mar Abierto).


No es una declaración lírica más, es una práctica de vida. Es ir leyendo este libro y otra vez encontrarse con el verso, solo el amor convierte en milagro el barro, la madre moldea a la hija, no solo con sus manos, con los ojos, con el corazón involucrado en la tarea, con la devoción del esfuerzo incesante. Su recomendación: “el trabajo se realizará desde que se despierta…continúa en el transcurso del día y termina cuando van a dormir. Recuerden no hay una escuela perfecta, siempre falta algo”.

Así la madre le fue abriendo puertas a nuestra segunda heroína, poniéndole colores, a sentir la presencia de los sonidos, a potencializar sus otros sentidos, el tacto por ejemplo. A pasar del habla a la entonación, luego al baile, principalmente a integrarla a las obligaciones de la vida diaria, al contacto con los demás. Y el resultado, atravesar el jardín de infantes, la escuela, el colegio, la universidad, está por graduarse, trabajar.

Lo primero, María Belén desactivó los prejuicios,  a una pregunta que le hice para que desde su vivencia nos contara si el mundo que ella comparte y su gente son normales, me respondió:
“Para mí sí es normal la gente con sus diferencias, unos buenos otros malos, con distintos sentimientos y actitudes, así como los días, unos buenos, otros menos buenos, no siento la diferencia entre las otras personas y yo”.

A otra pregunta de cómo inició  el aprendizaje y contacto con los demás y su entorno, respondió
“Desde bebé me enseñaron que debía aprender todo, desde el saludo, comportarme, a reír,  mi mamá me exigía igual que a todos, me llamaba la atención y me decía: piensa… piensa bien.  En la escuela tenía muchos vacíos que mi mamá llenaba diariamente, cada día me enseñaba conceptos y practicábamos por horas, hasta la noche”.

Y si le digo. Cómo mira el futuro?, me responde:
“Creo que como lo miran muchos, quiero tener mi propio negocio, pero debo terminar la universidad primero, me gusta también la cosmetología, esa es mi pasión y  pues, lógicamente me casaré,  que ya está en proyecto.”

Cecilia Luzardo autora de Tú también puedes, obra que inaugura la serie de Pedagogía de la colección educativa Tiempos de aprender.



Finalmente insisto, Qué le dicen sus sueños?
“Antes, cuando era niña, quería ayudar a todos los niños sordos. Me fui dando  cuenta que no es fácil, eran mis sueños de niña, que no se hicieron realidad.  Ahora, mi sueño es que la prefundación que hemos formado se haga fundación y pueda ayudar a muchos niños con deficiencia auditiva”.

Su fluidez y seguridad me dieron una prueba más de las conquistas logradas por estas dos mujeres, me describen y descubren con la sencillez de lo profundo cuánto he dejado de hacer por mí y por los demás, porque este libro implícitamente nos recomienda practicar la solidaridad, la inclusión, la responsabilidad, el esfuerzo, el uso de la imaginación, una simple práctica de humanidad para desechar complejos, desintegrar prejuicios.

Fue una feliz decisión escribir este testimonio de vida, mejor, acogerlo en el proceso editorial con gran sensibilidad por parte de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí  y su Departamento de Publicaciones con Mar Abierto.

Leerlo ya es mejorar, mejorarse. Es un tierno desafío, un encantador reto para el ejercicio siempre distante de conocernos a nosotros mismos.
Hagámoslo, nosotros también podemos.
(Texto leído el viernes 14 de diciembre a propósito de la presentación del libro Crónico, en el auditorio del Vicerrectorado Académico de la Uleam, Manta)

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