Por David Sosa
Toda biografía aspira siempre a la condición de historia.
Fue Plutarco, uno de los historiadores más agudos de la Antigüedad, quien
descubrió que la historia concebida con amenidad de una pieza de ficción no
solo se dejaba leer mejor, sino que la hacía un documento lleno de gracia y
encanto.
No por gusto algunas de las piezas históricas de Plutarco
sirvieron como modelo a Shakespeare, sobre todo en Julio César y Marco Antonio
y Cleopatra, un dramaturgo que se tomaba sus licencias, pero que escribía como
todo un historiador.
David Sosa, periodista y escritor cubano, escribió durante un año el libro “El encanto del adiós”, libro que fue presentado la semana pasada en Manta y Guayaquil. |
La biografía, como género literario “puro”, murió con Stefan Zweig, Edmil Ludwig y Andre Maurois, pero solo para renacer en otro tipo de biografías: híbridas y heterodoxas, inclasificables, saltando de un género a otro felizmente, como la liebre en un bosque de lechugas.
Cuando le puse punto final a este libro, empecé a romperme
la cabeza pensando en qué etiqueta iba a llevar en la solapa. ¿Biografía?
¿Ensayo? ¿Tal vez “biografía literaria”? El dilema fue resuelto por mi editor,
Ubaldo Gil, quien clasificó el libro para la colección Almuerzo Desnudo, como
narrativa. Voila ¡
Y así como narrativa es que prefiero sea leído mi libro
marinero y gitano. Porque “El encanto del adiós” no es una biografía, ni un
ensayo literario, ni una crónica de viajes, ni una hagiografía, ni una ficción
pura… pero es todo eso a la vez. O al menos, yo quiero creerlo así. Un libro
donde todo es rigurosamente cierto (gracias Truman Capote), pero que puede
leerse como una novela (gracias Daniel Pennauc). Una de aquellas de Conrad (o de Jack London) donde los héroes eran
marinos curtidos, aventureros que juegan al póker con el destino, sacándole un
as a la muerte.
Ya lo dijo García Márquez hace unos años cuando publicó sus
memorias, Vivir para contarla. “La vida
no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para
contarla”. Cuando Miguel Donoso Pareja comenzó a escribir las suyas, descubrió
que ya no sabía cuánto de verdad había en los episodios que contaba y cuánto de
mentira. A Donoso le gusta citar una carta de Flaubert a Louis Colette, donde
la cuestión quedó zanjada así: “Todo lo
que inventamos es cierto: puedes estar segura. La poesía es tan precisa como la
geometría. Mi pobre Bovary está sin duda sufriendo y llorando ahora mismo en
veinte pueblos de Francia”.
David Sosa, Miguel Donoso Pareja, Medardo Mora, Blanca Anita Franco de Vernaza y Pedro Vincent muy atentos a las palabras de Ubaldo Gil, director de Mar Abierto. |
Por eso es que este libro lleva como intertítulo La vida literaria de Miguel Donoso Pareja. Es decir, los principales episodios de su vida, inclusive los más dolorosos, están entrelazados con la forja creativa de cada libro suyo. Las obsesiones temáticas, fluctuaciones de estilo, paso de un género a otro, juegos experimentales están registrados a la par que su trepidante vida. Marinero, titiritero, profesor, abogado sin título, jurado de premios literarios, exiliado, comedor de tacos, bebedor de tequilla, Don Juan, fundador de talleres , polemista, Quijote, jodedor irredento. Pero sobre todo, escritor: de poesía, novela, cuentos, ensayo, artículos periodísticos, de todo como botica, producidos en más de cuarenta años de trabajo.
La portada del libro "El encanto del adiós". |
¡Cuántas veces le he escuchado decir a Miguel en la sala de
su casa que él es un escritor muy conocido, pero poco leído! No sé hasta qué
punto sea eso verdad, o simplemente una de sus exageraciones rabelesianas. De lo
que sí tengo absoluta certeza es de que un personaje como él, con todos sus
contrastes, es el premio gordo de cualquier narrador (o biógrafo), que ha
podido abastecerse de una materia prima bien dispuesta y contarla con las
mismas técnicas de las mejores piezas de ficción.
Me doy por bien servido si este libro les sirve a ustedes
para descubrir algunas de las muchas claves de su carpintería secreta de
escritor. Si en alguno de mis capítulos aparece un destello que ayude a
localizar la cueva secreta de Krelko, la marca del whisky que bebía La tía María, el punto G de Gudrun, las ilusiones
perdidas del ´Chico Silencio´, el enigma de Henry Black, la pena recóndita por
la muerte de Leonor y el recuerdo de Helena, aquella muchacha en Alcalá de
Henares.
Hace poco una periodista de Manta me preguntó por qué me
siento identificado con un hombre de 80 años. No tuve que pensar mucho para
responderle que considero a Miguel Donoso Pareja como mi contemporáneo, mi ekobio de la secundaria,
mi bróder de la universidad, mi pana
de barrio, mi cuate de cantina, mi acere de solar, mi edu del estero. Me
identifico con sus sólidos e insobornables principios literarios, con su
experiencia verbal, su vida gitana, su curiosidad, su genio marinero, sus ganas
de joder y su pasión por la vida.
A la misma periodista de Manta (que publicó toda una página
en Cultura para celebrar este libro y no un cintillo perdonavidas, al lado de
las bellezas siliconadas y los señorones bebiendo vasos de whisky en los cocteles de saciedad) le confesé que, mientras lo
escribía, pensaba en varios modelos. Las crónicas híbridas de Plinio Apuleyo
Mendoza sobre García Márquez; El Adiós, poema de Jorge Edwards sobre Neruda; la
semblanza de Paul Theroux sobre el premio Nobel Naipaul; y por último, pero no
de último, El viaje a la ficción que emprende otro premio Nobel –Vargas Llosa-
hacia el mundo más personal de Onetti.
Espero que se diviertan tanto leyendo este libro como yo
escribiéndolo. Fue un año largo de investigación y otro medio año (no menos
largo) en que pude llevarlo a buen puerto en medio de duras tormentas. Si
después de terminada su lectura este trabajo los catapulta a descubrir (o a
redescubrir) alguno de los muchos libros de Miguel Donoso Pareja, habrá
cumplido su objetivo. Lo mismo me da que sean los vanguardistas y breves
relatos de La cabeza del náufrago que los de Lo que mismo que el olvido. O ese
punzante ensayo de Ecuador: ¿Identidad o esquizofrenia?
Si no es así pues ya lo saben: léanlo como una pieza de
ficción, que comienza al pie del mar y termina con un bellísimo epitafio: Aquí
murió El Muerto.
Desde hace algunos años a Miguel Donoso Pareja le ha dado
por llamarse a sí mismo, en sus escritos El Muerto, El Moribundo, El
Murichento, etc., y como tal ha construido un narrador paralelo (quizá en otro
plano astral) que cuenta sus vicisitudes con humor melancólico. Pero resulta
que no conozco yo un solo muerto (con la excepción del Vadinho de Doña Flor y
sus dos maridos, que era un muerto muy gozón) que se levante a las cinco de la
mañana a “reclamar” su desayuno, que se coma un suculento pescado a la hora del
almuerzo, que escriba todas las mañanas desafiando al Parkinson que lo aqueja,
que esté tan al tanto del mundillo literario de esta ciudad y sus alrededores,
que se burle de las vacas sagradas y que viaje de Guayaquil a Manta y viceversa
para estar presente en la presentación de este libro.
Aunque esta obra se llame El encanto del adiós sepan ustedes
que este Muerto todavía no se despide de la fiesta. Aún no dice: good bye,
Lenin!, Aur revoir les enfants, Adiós a las armas, Arrivederci béla amia,
Dadswidañe, Ta luego, tú. Porque este Muerto, señoras y señores todavía está
muy vivo.
Texto leído el jueves 13 de diciembre, cuando se desarrolló
la presentación del libro El encanto del adiós en el auditorio del
Vicerrectorado Académico de la Uleam.
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