viernes, 10 de mayo de 2013

Evaluación y Acreditación Universitarias: las cegueras del conocimiento

Educación Superior
     
Ubaldo Gil Flores
  La escena tenía lugar en la  sabatina del 27 de abril cuando se trató el tema del cierre de 44 extensiones de universidades ecuatorianas, Guillaume Long, Presidente del Consejo de Evaluación, Acreditación y  Asesoramiento de la Calidad de la Educación Superior  (CEAACES), informaba -y puso énfasis y escarnio al dibujar el escenario- que había unas extensiones con gallineros, mientras que el Presidente le escuchaba y lo aprobaba en su gestión, siempre con su risa sarcástica que produce tristeza y dolor, que tiene funcionalidad como parte del discurso del poder cuando el denostado es un político, los medios de comunicación, es decir sus enemigos reales o inventados, pero no cuando se trata de las universidades, no cuando se trata de transformar a instituciones que son atemporales como la Iglesia o la Academia, ya que estas por la supervivencia de la sociedad en su conjunto están más allá de cualquier gobierno de turno y pueden y deben responder a políticas de Estado más que de gobiernos.

Para que haya políticas de Estado tiene que haber un mínimo de diálogos y de respeto, si las tomas de decisiones son piramidales y decididas a mostrar (no a demostrar con argumentos sólidos) solo las falencias, entonces el resentimiento y la revancha, incluso el bloqueo al interior de las universidades será el pan de cada día. Toda sociedad progresa y se desarrolla cuando  hay armonía y los grupos humanos se suben a los grandes propósitos nacionales.
 Para obtener las calificaciones y cerrar las 44 extensiones se aplicaron 30 indicadores en tres grupos de análisis: academia, infraestructura y gestión y política institucional. En el primero se estudiaron ítems como posgrado, dedicación de tiempo de los profesores, carrera docente y remuneraciones.

En la infraestructura se revisaron: biblioteca, tecnología, accesibilidad, aulas y espacios para los profesores. Y, en la última: transparencia, vinculación con la colectividad, investigación y pertinencia.
  Muchos debemos recordar, hace más o menos treinta años, cuando la Universidad Laica  Eloy Alfaro de Manabí era una extensión de la Vicente Rocafuerte, funcionaba en el  hoy Colegio Técnico Manta o en una escuela adláter, donde había gallinas y no faltaba el guardia con su chancho. No había gran infraestructura ni todas esas sutilezas y tecnicismos que en el mundo de la academia van asomando para explicar las cosas, solo había un enorme propósito de hacer universidad. Y ahí tuvimos la oportunidad que creó Medardo Mora para educarnos y autoeducarnos en una línea liberal que hoy la entendemos y comprendemos mejor. A diferencia de las universidades europeas e incluso a diferencia de otras del país, en la nuestra entramos estudiantes de los estratos populares y gracias a nuestra universidad estos cuadros hoy dirigen  a la ciudad y en muchos casos aportan a la región y al país.

 Pero no solo eso, también había gallinas, chanchos y excusados en muchas de nuestras casas, en ese ambiente de estudio aprendí a leer un libro cada dos días y muchos desde luego los he venido a comprender 20 ó 30 años después, con lo cual quiero decir que el conocimiento, así como los valores y las habilidades como parte substancial de todo interaprendizaje, es una evolución constante, no es cuestión de una evaluación taimada, sí taimada, porque los tecnócratas apuntan a evaluar solo lo que está mal, lo que ha estado bien o muy bien no entra en los criterios de evaluación. No evalúan el trabajo cultural, de teatro, de editorial universitaria, vinculación con la colectividad, posgrados, reconocidos nacional e internacionalmente en el caso de nuestra universidad.

 Hay que recordarles que los criterios de evaluación que están utilizando fueron empleados en la “larga noche neoliberal” para desbaratar al estado y entregárselo a la empresa privada, usar los mismos métodos y técnicas para propósitos distintos tendrá a mediano y largo plazo consecuencias impredecibles.  Todo buen profesor sabe que una evaluación no es para “hacer caer” al alumno, es para demostrarle lo que sabe y todavía lo que puede aprender; todo buen profesor sabe que nadie es tan malo como alumno como para que le pongamos un cero (0) y eso  es lo que sacó el campus de Pedernales en el indicador de Gestión y Política Institucional, ponerle cero es reducir a cenizas no solo una gestión en la que también llevan culpa las máximas autoridades y este gobierno, es ofender a una persona o personas, es olvidar que hay una realidad  social inevitable en su momento. Tanto así que el campus de Pedernales en relación a los inicios de la universidad de Manta resulta de lujo y ahora recibe un soberbio cero por su gestión y política institucional.

A lo que voy es que no hay una evaluación que considere los contenidos, los valores y las habilidades que se han construido y que se proyectan, en el cuerpo docente y en la gestión académica, porque en la academia los procesos demoran años y a veces podemos cortar y destruir determinados propósitos que todavía no estaban claros para el investigador o el departamento. Aquí no se trata de que alguien tenga un doctorado Ph, y  pida lo que no ha hecho, es decir, dar clases en colegios y pregrado, haber realizado trabajo de campo, haber hecho publicaciones de impacto no solo en la academia, también en la sociedad.

 Recién ahora el 29 de abril se acaba de aprobar la  "Nueva fórmula de distribución de recursos públicos a favor de las instituciones de educación superior del Ecuador" y que, vaya sorpresa, este año se aplica apenas el 20% y desde el 2016 se implementará el otro 80%. Los cambios que me interesan son rápidos y los que no, los dejo para después.

Preguntan y ponen énfasis si tenemos doctores Ph, revistas indexadas, excelente infraestructura, pero no preguntan si el presupuesto recibido es el mismo en cada universidad. Nuestra universidad o la de Guayaquil reciben un promedio de 1  dólar por alumno al año, mientras que hay otras que reciben 10 o más por año. Tampoco estamos negando que mucho de ese reducido presupuesto se  malgastaba en administración y jamás se privilegió en la mayoría de las universidades la investigación y el trabajo académico, por eso muchos de sus miembros tenían como único norte captar el decanato o algún puesto de mando medio para asegurar su futuro y su poder político, de ahí que más que centros académicos, las nuestras se convirtieron en centros políticos. Todo el sistema de corrupción, mediocridad, componendas, se fraguaba en nuestras aulas e iban los dirigentes políticos a mejorar y perpetuar el mismo sistema en la vida pública. Esto obviamente tiene que cambiar radicalmente, pero para que funcione un nuevo modelo tiene que haber cambios o diseños de organización, hay gente que debe ser cambiada o sencillamente despedida en la parte administrativa que ha impedido y pretende impedir el desarrollo académico. No se han enterado que hay una verdadera revolución académica, en marcha desde luego.

 El arte y la ciencia de educar consisten en una larga y sabia paciencia para ir depurando nuestros conocimientos, mejorando nuestros valores humanos y perfeccionando o adquiriendo nuevas habilidades, estos procesos personales duran toda la vida, pero para una universidad es cuestión de 50 a 100 años como mínimo. Edgar Morin, en su clásico 7 saberes necesarios para la educación del futuro, señala en la parte de ceguera del conocimiento que “todas las determinaciones sociales-económicas-políticas (poder, jerarquía, división de clases, especialización y, en nuestros tiempos modernos tecno-burocratización del trabajo) y todas las determinaciones culturales convergen y se sinergizan para encarcelar al conocimiento en un multi-determinismo de imperativos, normas, prohibiciones, rigideces, bloqueos.”

 El nuestro es un país donde la educación pública gratuita en todos sus niveles viene desde los años 70 del siglo pasado y con este gobierno se llega al extremo de cortar todo cobro, contradictoriamente en la parte introductoria de la nueva fórmula de distribución de presupuesto que hemos mencionado, se señala que pese a lo gratuito de la educación, esta no mejora en relación a los parámetros de la educación de los países vecinos y mucho más de países como Chile, donde la educación universitaria tiene un altísimo costo y los profesionales y la marca país son reconocidos en el ámbito internacional. La hipótesis que hay que verificar en por lo menos diez años, es si con las maestrías y doctorados Ph así como con mejor infraestructura nuestro país logra un salto cualitativo en su Educación Superior. Es un horrendo desafío para un país que lee medio libro por año, de acuerdo a la UNESCO.

 Manta, mayo del 2013

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