jueves, 12 de enero de 2012

LA VIDA ES UN CUENTO O EL CUENTO ES UN CHISME DE LA VIDA


El relato en los cuentos de un libro de tradición oral manabita.

Nacemos cuenteros pero nos hacen chismosos, nos hacen mentirosos. Tan mentirosos que el chisme y la mentira superan nuestra propia capacidad creadora del cuento. Y para contar debemos mirar a la cara. Dejar que el otro piense que lo contado sucedió “porque así lo decía mi abuelo”. (América hispana sabe que fue conquistada por los Españoles con Dios y el Diablo juntos. La evangelización no hubiese sido posible si al mal no interponíamos el bien y viceversa).

¿A cuenta de qué todo esto? A cuenta de cuentos que asumimos verdaderos relatados en el libro Hay chismes que parecen cuentos pero hay cuentos que no son chismes, del Lcdo. Gonzalo Díaz Troya, catedrático de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manta. Hijo natural de El Carmen. Quien nos redescubre este fantástico mundo del relato tradicional que el pensamiento mágico del montubio creó desde siempre en su mítica función inventora frente a lo insospechado y subjetivo. Relatos de fuego diría Carpentier. Tremendamente bien contados. Como debe contarse un cuento.

Quien cuenta en este sabroso libro de cuentos no es un narrador cualquiera, -pese a que el autor manifiesta en la introducción que los cuentos “son de tradición oral”-. Es un narrador versado en el arte de contar. Pareciera que el narrador no fuera quien escribe sino el mismísimo montubio, -o el mismísimo diablo, lo mismo da-, sentado en un sillón de bejuco inmutable, histriónico; tratando de señalar que quien no crea lo que está contando, el diablo se los llevará al altar de los infiernos.

Fantasía y realidad: los hombres cuentan las mujeres asientan.

El narrador oral es un sujeto exagerado cuando se representa como hombre. La propia atención de quienes lo escuchan lo hace sentirse superior. La mujer en cambio es un escáner de la inteligencia. El hombre no piensa, actúa. La mujer piensa, es hábil, astuta, manipuladora. El diablo no pueda con ella porque la mujer es mejor que el diablo en la construcción de las argucias. El diablo no hace trato con las mujeres.

Hay chismes que parecen cuentos pero hay cuentos que no son chismes, es un libro de cuarenta cuentos. Su autor nos percata de una moderna manera de recrear el relato oral a través de la escritura. Esto no es nuevo en el mundo del cuento de tradición oral, sí es nuevo en Manabí cuando el que cuenta es “un montubio académico”. Un “montubio ilustrado por la universidad” que un día decidió contar lo que su pueblo y su gente montubia de El Carmen le contó. Y lo hace bien. Tanto que, todos los cuentos que leí, sedujeron mi interés por la forma narrativa de contar y la bien lograda escritura de los mismos. Quisiera contar parte de ellos para representarme como narrador en primera persona, pero el autor lo hace bien y con solventes recursos estéticos.
Incesto y diablo: el hombre, manipulador de imágenes.

Todo relato de extracción y tradición oral campesina en América hispana se caracteriza por la manipulación del hombre casado hacia su mujer cuando quiere ocultar sus pecados. El marido incestuoso manipula el desasosiego de la esposa haciéndole creer que “es el maligno” quién tiene relaciones con sus hijas debido al extraño comportamiento de estas en las relaciones de familia.

El autor de Hay chismes que parecen cuentos pero hay cuentos que no son chismes, nos ejemplifica en estos relatos el incesto montubio:
El jefe de la familia se dedicaba a recolectar tagua, y acostumbraba a llevar a sus hijas, para que le ayuden en su labor; cuando la hija mayor empezó a brotar botones en su inocente pecho, su padre comenzó a cortejarla. Según él ya podía aguantar con hombre, y allí, en medio de los montes, la violó. (Del cuento, Las visiones de Semana Santa).

Montubio sin fiesta “no es montubio”

Acabo de hacer un juicio de valor. Pero estos cuentos tocaron mi debilidad y mi entusiasmo. El baile, la música, la alegría montubia que en medio de tanto olvido a la que estás sujetos no dejan de verse como portadores nucleares de su cultura.

En Bartolito el fiestero la cosa es distinta. Por fiestero mayor llega un día en canoa a una casa de fantasmas, la música lo convocó. Al darse cuenta que bailaba con muertos, huye. Los fantasmas siguen a Bartolito y Bartolito el fiestero llega a casa y se arropa. De tanto susto le sobrevino una fuerte diarrea que inunda a olor de mierda la casa. El jefe de los fantasmas pide que le traigan al bailarín pero los fantasmas le gritan que solo perciben un fuerte olor. Debido a la proximidad del amanecer, los fantasmas huyeron indicando que esta vez el bailarín se le escapó, de lo contrario cargaban con él.

Les aseguro que fue divertido leer este cuento. Que si bien es un cuento, me pareció la mejor de las chamulladas que un lamparoso (vam, vam, en Cuba. El bacán del barrio en nuestra habla popular) de esquina pueda estar contándonos. Testifico que no solo reí hasta el hartazgo. Me cagué de risa. Puesto que cagar para mí, fue augurio y buena señal. Así logré espantar al diablo, que de tanto leer estos cuentos, se había metido en mi escandalosa risa.

La Editorial Mar Abierto de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manta vuelve a atinar en la publicación de un buen libro. Estos cuentos que no son chismes, deben ser leídos y reapropiados por los habitantes del El Carmen. Por los Manabitas. Y seguirse contando. De lo contrario se los lleva el diablo. O tendrán que cagar en presencia de éste, ya que como bien saben, al diablo le molestan los cochinos.

Wilman Ordóñez Iturralde

Fragmento del estudio introductorio del libro Hay chismes que parecen cuentos, pero hay cuentos que no son chismes, de Gonzalo Díaz Troya.

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