Portada del libro Amor más allá de Madrid. |
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Una de las cosas
más interesantes de las novelas, de los relatos cortos, de los cuentos largos,
en fin, de la literatura, es que los mundos paralelos que construye un autor
resignifican la vida de quien lee y, en un juego de espejos, se adentra en la
psiquis del entorno y en la psiquis de los personajes.
La lectura “Amor
más allá de Madrid”, de nuestro autor Ubaldo Gil, toca algunas fibras
personales que se proyectan en el descubrimiento de varios entornos
superpuestos. Hay que decir que el hecho de que Ubaldo provenga de mi misma
tierra Manabí y abra, en su universo literario, la posibilidad de novelar las
vicisitudes y los escenarios de unos lugares cercanos, se vuelve una
reconstrucción estética de aquello que nos sirvió de referente inicial de la
vida y sus ambientes.
Así, la
escritura de Ubaldo indaga en la sensibilidad de unos personajes sueltos en el
torbellino de las mentalidades urbanas y recrea pasajes de las contradicciones
amatorias de un hombre y una mujer. De unos hombres y unas mujeres en espacios
que no son los propios pero de los que se apropian para reconocerse por dentro,
en la carne y en el espíritu.
Y aquí empieza
realmente la reconstrucción estética de lo que se contrapone a la referencia
vital inicial: todo en el amor y en el erotismo empieza a cambiar cuando nos
vemos actuando, viviendo, sufriendo, en espacios nuevos y distantes, en
recámaras de unas vecindades que cultivan el morbo a través de la mirada. Por
eso, una de las virtudes de este relato largo es su acercamiento a ese terreno
tan difícil de abordar por los humanos: contar, con detalle y prodigalidad, la
experiencia erótica de dos personajes que anclan su paso por el mundo en el
consumo de sus propios cuerpos.
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Ciertamente,
Ubaldo como narrador, en primera persona, asume desde el principio su condición
de extranjero en un territorio marcado en nuestro pasado americano: España. La
ductilidad de pensarnos y habitarnos en el lugar que nos ha servido de
contraseña cultural da al relato una característica esencial de buscar un eje
que nutra las percepciones tanto del personaje cuanto de la mujer que completa
el cuadro narrativo. Quizás, el modo cómo el escritor enfrenta la escritura
también nos dice algo del uso de un idioma que es parte de esa contraseña
cultural, y que todo producto literario explaya para corresponderse con el
imaginario de los lectores.
Público presente en el evento. |
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Pero quizás lo
que más atrapa de esta lectura es el camino de reconocimientos identitarios que
hacen los dos personajes ajenos a la ciudad que habitan: él ecuatoriano; ella,
rusa. Dos mitades de una completud que no pertenece a ninguno y que, por eso,
puede durante un tiempo, regocijarse en lo que no sabe de ninguno cada uno. Él
puede esconder una parte de su vida –la que acontecía en Manta, en el fondo del
mar de su cuerpo- y la que ella dejó sin siquiera pensar que dejaba (por un
tiempo). Se convierten en una pareja extraña pero que llevan al máximo sus
emociones y búsquedas. La descripción de como caminan, pasean, hacen el amor,
organizan la cotidianeidad, es la muestra de que están en el mundo.
Nuestro autor
habla entonces de aquello que brota luego de la experiencia amatoria: el
renacimiento, esa especie de resurgimiento vitalista de los cuerpos que cuando
han amado sienten que descubren algo… pero quieren descubrir algo más, algo que
esté por encima de la piel y sus ardores, algo que no pueden decir todavía.
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Pero hay un velo
que permanece a lo largo de todo el relato, es la proximidad de la separación
de los amantes, el fin de la relación, es el desengaño del amor que ha
sobrepasado los tiempos de los cuerpos. Sin embargo, el relato escudriña en
algunos aspectos que interesan a unos estudiantes que reseñan autores y formas
de negociar sus propias percepciones y algunas teorías, su manera de ver el
cine, su olfato para entender la lógica ilógica de lo que desean las mujeres,
su inocencia en un mundo de apuestas imposibles de ganar. Y también a la
apuesta principal: vivir el erotismo. Porque el relato se pasea por varios
escondrijos de la existencia pública de los amantes pero más en los claroscuros
de la vida íntima de ambos. Allí está el eje superior de “Amor más allá de
Madrid”, y quizás por eso también su título.
Ubaldo Gil junto a lectores mexicanos. |
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Pero cuando
decía yo que el impacto de verse en otra tierra que un día fue la tierra que
conquista y hoy es la tierra para conquistar, es que todo se mueve en un
terreno movedizo de ilusiones y alegrías efímeras. Porque una cosa es que el
personaje esté viviendo su experiencia en Madrid, casi como un ejercicio vital/literario,
y otra es el modo cómo este mismo personaje detecta a otros coterráneos unas
formas de asimilamiento en verdad despreciables.
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Y así vamos
hallando desvíos y trochas principales en una lectura que busca más y más
porque el universo abierto es demasiado grande para que se acabe pronto. Mas,
el relato del hombre que toca fondo en el momento más duro y endeble del amor
con esta mujer que descubre su falsía circunstancial, es lo que da lugar a una
historia con final.
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Y aquí viene el
único reproche que tengo al relato de nuestro autor Ubaldo. El fin de “Amor más
allá de Madrid” llega cuando todo empieza a brillar, cuando el oficio de
escribir ha hallado el cruce mágico entre la historia y la posibilidad de
seguir ensanchando el universo de la ficción, cuando los personajes ya se nos
habían metido adentro y sus vidas nos pertenecían, cuando el morbo que pudo
capturar por un momento el hilo narrativo ya se había convertido en erotismo
puro y ganas de comprender a esos dos seres marcados por el destino, cuando
queríamos que la redención de él no fuera el amor de ella pero sí, tal vez,
acaso, la contingencia de que su tragedia no se convirtiera en una moraleja del
amor sino en una metáfora de la contingencia, de lo magnífico que es vivir
recorriendo todos los caminos de la tierra sin aspirar llegar al cielo.
(Comentario de
presentación del libro “Amor más allá de Madrid” del autor Ubaldo Gil Flores. Evento
desarrollado el jueves 28 de noviembre en la Embajada de Ecuador en México)
México, DF, 28
de noviembre de 2013.
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