lunes, 9 de diciembre de 2013

Las rieles de la memoria de Ayala Plazarte





Por Rommel Aquieta

La poesía es una llave para el ser humano, una oportunidad de cruzar las barreras  del tiempo y el espacio resquebrajándolo a partir de la memoria.  Con ella la composición de la eternidad del tiempo se comprime en un verso, se dilata a través de las palabras permitiendo al escritor entrar en el campo del dinamismo auténtico de la vida. Una vida que no que se queda quieta jamás, que entra en escena de forma  inquietante todo el tiempo, una vida que desborda historias, recuerdos, fragmentos, y vivencias guardadas en la composición profunda de un mundo interior.
Así los conflictos humanos enmarcados en la cotidianidad no hacen más que inscribirse en un estado de crisis desde la puntada inicial de la escritura para el joven poeta, es a partir de este túnel  que el escritor Freddy Ayala Plazarte, penetra en un mundo de recuerdos con finales inciertos,  proyectándose desde su poemario en la historia transcurrida, en ese tiempo eterno y lúcido que permanece enclaustrado en la nomenclatura de su interioridad tan humana.  

Un tránsito individual que se proyecta a la eternidad, una especie de tarea comprometida, que se toma la atribución de revelar lo que somos, como nos reconocemos y como asumimos nuestro viaje por la memoria. La imaginación desbordada por las páginas de la composición poética que va construyendo un camino de reencuentros, camino donde el lector se halla como protagonista principal identificando su propia historia a partir de la majestuosa revelación de las imágenes cíclicas que impone la vida en su transitar de múltiples significaciones. 

Lenguaje propio, nacido de la tierra, del pensamiento que se hizo pensamiento en el silencio que fue ruido, en el instante que por mucho tiempo permaneció como olvido y que solo la memoria de las letras pudo plasmar como puertas en la existencia. Un fuego que desde la ceremonia de la infancia, esparció sus cenizas entre la armonía del ser y la inquietud del alma.

Rommel Aquieta, Freddy Ayala, Ubaldo Gil y Paúl Puma.



Ayala Plazarte asombra en su lenguaje con su consistencia y su profundidad, donde vincula la experimentación de las imágenes proyectadas con significación penetrante. La forzosa realidad de la mente que va dibujando al individuo en el cristal y lo lanza a escenario desnudo en sus recuerdos. Nada de simulacros, sino un mundo propio que se grita desde la noche y el fuego permitiendo delinear en  firmes y bien tratadas palabras, el valor de las simples cosas que el óxido de los años no pudo corroer. 

Tomando las palabras del maestro Borges, Ayala Plazarte es el joven escritor que se lanza al vacío con el ambicioso gesto de un hombre que ante la generosidad vernal de los astros, demandase una estrella más y, oscuro entre la noche clara, exigiese que las constelaciones desbarataran su incorruptible destino y renovaran su valor en signos no mirados de la contemplación antigua de caminantes y perpetuos seres. 

La imagen en este escritor es hechicería, Ayala Plazarte transforma el fuego y la hoguera en tempestad, trastoca la rayuela en una burbuja, en un cuadro de sentidos múltiples que el lector configura desde su propio mundo afectivo.  El joven poeta  se permite entregar así un trabajo que carcome la subjetividad humana desde el pensamiento, arrebatándole a las palabras su misterio y su enigma. 

Nomenclatura del Internado permite un ascenso más humano a la configuración del pasado, al problema de la existencia, al repensarnos quienes fuimos y quienes regresamos a ser. Es el túnel donde hallamos dentro de nuestro recuerdo el sabor del olvido, una invitación para repensarnos como seres humanos llenos y cargados de hechos y recuerdos. 

Y es que Ayala Plazarte desde su  historia humana fragmentada en tres momentos dentro de su libro, brinda al lector un soplo poético con impulso de gigante, soplo que se vuelve la columna vertebral de su búsqueda propia, descrita a lo largo y ancho de sus versos. 

Los lectores nos enfrentamos entonces en este poemario a aquellos  pedazos de vida muchas veces congelados en el molde del miedo y el olvido, una existencia que se configura como testimonio perenne a partir de hechos irrepetibles que escapan del silencio y se vuelven versos directos con brillante uso lírico de la palabra.  

Ayala Plazarte uno de los poetas más brillantes de su generación abre el viaje desde su poesía,  para desmontar la quietud del tiempo, los recuerdos en sus líneas reviven a partir de una fuerza expresiva única que detiene al lector en el espacio del interés cautivante, una poética de evocación eterna por cuyos caminos de rieles se dibujan aberturas de zapatos, corazones invertidos y mariposas desfigurando amores en las ventanas. 

Y es que es esta Nomenclatura del  Internado, una ceremonia completa llena de partituras melódicas que no se hallan en sí mismas rígidas por el inmovible silencio, Freddy Ayala es el poeta joven, el individuo sensible y el ser humano, plasmando imágenes sueltas en las rieles de su infancia, discurriendo con afecto por los kilómetros  de aquel largo viaje al pasado, a través de la escritura donde se encarga de romper con los cánones convencionales de la poesía, transgrediendo las lógicas de los secretos poéticos, ofreciendo de ese modo a sus  lectores un encuentro cercano con la sensibilidad espectral y profunda de la vida desde los exilios del lenguaje.
Texto leído en la presentación del libro Nomenclatura del internado, desarrollado el jueves 14 de noviembre del 2013 en la Facultad de Artes de la Universidad Central en Quito.

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