martes, 5 de noviembre de 2013

Una historia dentro de la historia


Por Gino Martini
En el amanecer de hoy, leía y recapacitaba sobre un pensamiento que encontré en el internet, y que decía así: “quien habla de cosas que lo atañen, escucha cosas que no le gustan”. AVERROES, médico y filósofo  musulmán. Yo aspiro que ustedes sean benévolos con sus comentarios, por esa razón deseo empezar mi intervención por lo más placentero, que consiste en agradecer muy sentidamente a quienes han hecho posible el vuelo que han alcanzado estas novelas que hoy día presentamos aquí en Portoviejo, la tierra donde hinqué mis raíces.

Mi agradecimiento imperecedero a un gran prohombre manabita y ecuatoriano, el Dr. Medardo Mora Solórzano, rector de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Me felicito por haber tenido el acierto de ir en busca de su apoyo, sin siquiera tener como lo tengo hoy la gran satisfacción de haberlo tratado y conocerlo personalmente.

Gracias Dr. Medardo Mora por depositar su confianza en mi segundo libro Eloy Alfaro y Leonidas Plaza: Pasión y Traición y por expresar en el prólogo del mismo conceptos de alta valía.
Gino Martini (en el centro) acompañado del presentador de sus novelas Alfredo Cedeño; Leonardo Moreira, Medardo Mora, rector de la Uleam y Ubaldo Gil.
Al Lic. Ubaldo Gil Flores, Director de la Editorial Mar Abierto, con quien como anécdota, debo contarles que cuando me observó haciendo antesala en su despacho, se dirigió a mí no por mis nombres, sino me dijo: usted es el autor del “Códice del General”. Aquellas palabras me daban la razón cuando en el año 2009, me acerqué a Manta y entregué esta primera novela en la Universidad y en la editorial al Lic. Gil Flores en persona, a quien le dije que recomendaba mi libro, y que si algún día la editorial se interesaba estaba dispuesto a que me lo publiquen bajo las condiciones de su línea editorial. Yo había sembrado una semilla, que indudablemente no iba a germinar en el desierto de Judea, lugar donde yo vivía. A reglón seguido Don Ubaldo me interrogó sobre la trama del segundo libro y la relación con el primero, que vienen a ser -según le explique- una suerte de primer y segundo tomo. En aquel momento el director de la Editorial, Ubaldo Gil, hombre de decisiones rápidas, me dijo: “Cuando el doctor Mora me sumilla estas comunicaciones, yo sé lo que él quiere”. Y él asumiendo el riesgo me dijo: Le vamos a publicar los dos libros. Se imaginan mi satisfacción; se dice que uno quiere más el primer hijo, personalmente en la parte afectiva no me sucede porque los amo y quiero igual a mis tres hijos, pero en el caso de estos libros al Códice del General, le tengo más cariño porque lo escribí en casi tres años, mientras que el segundo libro dada las investigaciones anteriores, me propuse realizarlo en un año calendario.

Mi reconocimiento a quienes hacen el staff editorial de Mar Abierto, a sus correctores y productores gráficos; en especial al Lic. Patricio Lovato Rivadeneira, con quien trabajamos directamente ambos libros.

A la abogada Jacqueline Álvarez, Directora del Museo Portoviejo y Archivo Histórico, quien desde la primera edición me apoya en las presentaciones.

Al Dr. Alfredo Cedeño Delgado, cuya crítica literaria del año 2009, se ha complementado y validado perfectamente con el segundo libro. Gracias Alfredo por tu disertación de esta noche.

A Ramiro Molina Cedeño, Cronista Vitalicio de Portoviejo, quien prologó la primera edición y junto a él, al hoy ausente por su estado de salud, el buen amigo Lic. Ángel Loor Giler.

Un reconocimiento especial a la Presidenta de Ciudad Alfaro la Dra. Tatiana Hidrovo, quien prologa magistralmente esta segunda edición del Códice del General.

A Ma. Elena Robles de Torres, quien mientras avanzaba en la escritura de mi segunda novela, la leyó con amor de hermana palabra por palabra y página a página.

Corría el año 2006 y en Ecuador se preparaba una nueva Constituyente y Montecristi (la tierra Santa como la llama mi familia materna) era elegida como sede y se empezaba a edificar Ciudad Alfaro y el fabuloso monumento al héroe de 1895. Para ese entonces yo me encontraba viviendo en le lejana Tierra Santa, eran seis largos años de ausencia de mi Patria, pero allí cada segundo cada minuto, cada hora y cada día pensaba en mi Ecuador y en mi tierra.

Semanalmente escribía para un diario local artículos de opinión, para lo cual leía seis periódicos ecuatorianos diariamente por medio del internet, lo que me permitía estar al día y muy bien informado de lo que pasaba por la también convulsa nación ecuatoriana. Pero aquello me mantenía en una burbuja y no me intranquilizaba en demasía lo que ocurría en un polvorín como es Israel.

Después de estar escribiendo casi diez años para la prensa, me nació la idea de escribir un libro, pero sobre qué tema? Esa es una gran interrogante; en ciertos momentos pensé hacer una selección de los mejores artículos y publicarlos en una recopilación, con algunos comentarios adicionales, pero aquello me pareció pereza mental y por aquellos días me sentía tentado hasta leer los espacios en blanco y tenía tiempo y voluntad suficiente para darle vuelo a la imaginación.

Para esto yo me había trasladado a Paris por asuntos muy puntuales, día a día repasaba en los lugares más emblemáticos de la ciudad luz, el lema de la revolución francesa  Liberte, Igualite, Fraternite; lemas que fueron la razón de ser y existir de Eloy Alfaro. Pero fue en una confesión de mi recordada madre, quien había crecido oyendo estas historias, me describía los pormenores de la futura Asamblea a realizarse en su lugar natal y me decía que se sentía orgullosa de haber nacido en Montecristi, palabras que yo las oía por primera vez en mis casi cincuenta años de vida. Allí, con aquella confesión nació la idea del Códice del General, que es una novela histórica, no un libro de historia, donde ustedes descubrirán que se entrelaza la historia y la ficción.

La parte histórica de estas novelas está basada en las fuentes tradicionalmente consideradas históricas, pero a ustedes los lectores, les será fácil separar la ficción de los hechos reales en una ponderada reconstrucción, que meditadamente, se introduce en la condición humana y moral de la clase política de aquella época turbulenta y apasionante de la vida nacional.

Por los capítulos de estas novelas, tropezaremos con la necesidad de equilibrar, una sorprendente verosimilitud con los espacios de la realidad y neutralizar la idea de que la novela como tal ha muerto, cuando vemos que como género literario la novela sigue estando tan viva como imprescindible. En estas novelas, encontramos al General Eloy Alfaro en sus últimos días de vida; relatando sus vivencias históricas, su lucha y sacrificio por la libertad. Pero lo más importante: su posición frente a la vida.  Fábula y realidad confundidas con la historia. En donde tratamos de aproximarnos a una posible verdad oculta de la historia, donde la lógica humana se queda corta, como en las revelaciones de los Arcanos.

Parecerá un truco de introducción, pero lo cierto es que en medio de tan grande producción literaria sobre la vida de Eloy Alfaro, que indudablemente es el personaje sobre el cual más se ha escrito en nuestro país, no se había escrito todavía una vida de él, algo que fuera una verdadera y mera biografía. Con aportaciones nuevas y con un mejor uso de las que ya se conocían, estos libros el Códice del General y Eloy Alfaro y Leonidas Plaza, dicen algo nuevo sobre Eloy Alfaro y su revolucionaria existencia. En ellos aparece la cronología de una vida y una revolución retocada aquí y allí; aparecen algunas noticias importantes, con las que se corrigen los habituales descuidos de los eruditos, con el perdón de ellos. Se han desempolvado y rectificado algunas cuestiones, me parecía que era necesario este trabajo de restauración y pulimento, que me ha llevado a algún descubrimiento y he tratado de realizarlo lo mejor que he podido.

Pero déjenme contarles qué ocurre con Eloy Alfaro en el Códice del General; lo que le ocurría era lo que suele ocurrir en un vagón de ferrocarril cuando piensa uno va hacia atrás y en realidad va hacia adelante, y de pronto él se da cuenta de la verdadera dirección y sentencia: “empiezo a descubrir la sombra de mi victimario”. Alfaro, en aquel mismo momento sentía una conmoción violenta. Tiempos en que todos los abismos le parecían que se habían vuelto a abrir, para él. También se estremecía, como Quito, al paso de una revolución formidable.

Era un día de enero cuando a la primera hora de la tarde empezó a cundir entre miles de espectadores una creciente inquietud. Una oscura nube de desasosiego, cubierta por la espuma pálida de rostros indagadores y tímidamente agitados, se había levantado en el Ecuador, e irresistiblemente se expandió de pueblo en pueblo. La gente se preguntó y metió ruido, protestó, rechifló; y de pronto se divulgó, sin que se supiera quién lo había pronunciado ¡A la víbora hay que triturarla! Prontamente comenzó la ensangrentada faena. La crueldad, la barbarie, el crimen y la venganza se procuraron de la mano de asalariados del régimen, con prostitutas, matarifes, clérigos y cocheros, quienes dieron rienda suelta a sus más bajos instintos, iniciando el horrendo festín y juntos escribieron una de las páginas más vergonzosas de la Historia del Ecuador.

Precedían tan macabro espectáculo, gente de la más baja ralea, hampones y canallas, mientras en algún salón del Palacio de Carondelet, los miembros del Gobierno festejaban un cumpleaños cualquiera, aparentando ser ajenos a lo que ocurría en las calles. El espectáculo superó a las palabras. Sencillamente es inenarrable.

Gentes sedientas de sangre condujeron los cuerpos hasta El Ejido para incinerarlos. Un viacrucis lleno de curiosos, miraban a los ejecutores cada vez más exaltados, pero otros se apartaron tras algún recodo y desaparecieron. Cada vez se quedaban más solos. Los consejeros, los promotores no asomaron por ninguna parte. Nunca se manifestaron los fervientes servidores del régimen, los favorecidos del crimen, los que suplicaban justicia y los que pedían desquite. Menos aún, salieron por allí los literatos, los ideólogos, los virulentos ministros del gabinete. Lo que es más atroz, que allí no apareció ningún partidario de los defenestrados.

Para un historiador, el ocultar la historia verdadera de cualquier acontecimiento es un crimen y por ende, la verdad tiene que ser revelada. Su labor como escritor es la de ofrecer una verdadera historia cuyo propósito es explicar esa verdad que se podría haber perdido en el tiempo.

Ustedes como lectores descubrirán la parte humana de los actores de la historia, vistos tan comunes y corrientes como en realidad eran, pero así también resaltando su pasión por una Patria mejor y como contraparte la traición, defecto que los llevaron a cometer los crímenes más atroces. Una novela con mucho componente histórico y pensamiento original, encuadrado dentro de la cultura de la época. Los hombres liberales, con su propio espíritu e intereses, luchando por lograr la hegemonía y los conservadores afirmando de que “la alfarada”, era un mundo lleno de “salvajismo y herejía”.

“La hora más oscura es la próxima a la aurora”, siempre recordaba Alfaro aquel proverbio judío, que le había enseñado su padre Manuel Alfaro, judío sefardita.

De Plaza sentenció: “es un traidor nato”. Y así pudo decir de él, quien más a fondo le conocía, Eloy Alfaro: ¡Sólo un traidor verdadero, perfecto, he conocido: ¡Placita! Traidor acabado, no ocasional; un verdadero genio en la traición, eso era él, pues la traición está menos en su intención, en su táctica, que en su naturaleza íntima. La Historia, ese abogado de la Eternidad, ha tomado la venganza más cruel en el hombre que pensó siempre en el momento presente y fugitivo: le ha enterrado en vida.

Cuando Alfaro ingresó al panóptico en Quito, presagiando su muerte les dijo a sus captores: El infierno o el cielo no me interesan. Solo quiero vivir.
Gino Martini, autor de las novelas históricas Códice del general y Leonidas Plaza y Eloy Alfaro Pasión y Traición.

En los últimos días de su vida, así como en la muerte, Eloy Alfaro, tal profeta desarmado,  necesariamente, habría de resurgir de la hoguera, después de sufrir su destino para tomar  desquite con aquellas armas que están en manos de los profetas y los hacen invencibles. Sus ideales.

No me resta más que recomendarles muy afectivamente estas novelas históricas con las que yo me he regocijado de verdad, escribiéndolas.

Estas novelas que estoy seguro les van a emocionar y  forzar a reflexionar, como me ha emocionado y me ha obligado a reflexionar a mí, sobre los tiempos de la Revolución del 5 de Junio y de su incuestionable protagonista: nuestro prócer Eloy Alfaro. Que a este acto al que les agradezco por haber asistido nos permita conocer más sobre la vida del General Eloy Alfaro, la pasión y traición dentro del contexto de la revolución liberal de 1895. Gracias por llegar al Museo Portoviejo y Archivo Histórico.

Muchas gracias.

Texto leído por Gino Martini en el acto de presentación de los libros Códice del general y Eloy Alfaro y Leonidas Plaza, desarrollado el miércoles 30 de octubre en el Museo de Portoviejo y Archivo Histórico.


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