Por Gino
Martini
En el
amanecer de hoy, leía y recapacitaba sobre un pensamiento que encontré en el
internet, y que decía así: “quien habla de cosas que lo atañen, escucha cosas
que no le gustan”. AVERROES, médico y filósofo musulmán. Yo aspiro
que ustedes sean benévolos con sus comentarios, por esa razón deseo empezar mi
intervención por lo más placentero, que consiste en agradecer muy sentidamente
a quienes han hecho posible el vuelo que han alcanzado estas novelas que hoy
día presentamos aquí en Portoviejo, la tierra donde hinqué mis raíces.
Mi
agradecimiento imperecedero a un gran prohombre manabita y ecuatoriano, el Dr.
Medardo Mora Solórzano, rector de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.
Me felicito por haber tenido el acierto de ir en busca de su apoyo, sin
siquiera tener como lo tengo hoy la gran satisfacción de haberlo tratado y
conocerlo personalmente.
Gracias Dr.
Medardo Mora por depositar su confianza en mi segundo libro Eloy Alfaro y
Leonidas Plaza: Pasión y Traición y por expresar en el prólogo del mismo
conceptos de alta valía.
Gino Martini (en el centro) acompañado del presentador de sus novelas Alfredo Cedeño; Leonardo Moreira, Medardo Mora, rector de la Uleam y Ubaldo Gil. |
Al Lic.
Ubaldo Gil Flores, Director de la Editorial Mar Abierto, con quien como anécdota,
debo contarles que cuando me observó haciendo antesala en su despacho, se
dirigió a mí no por mis nombres, sino me dijo: usted es el autor del “Códice
del General”. Aquellas palabras me daban la razón cuando en el año 2009, me
acerqué a Manta y entregué esta primera novela en la Universidad y en la
editorial al Lic. Gil Flores en persona, a quien le dije que recomendaba mi
libro, y que si algún día la editorial se interesaba estaba dispuesto a que me
lo publiquen bajo las condiciones de su línea editorial. Yo había sembrado una
semilla, que indudablemente no iba a germinar en el desierto de Judea, lugar
donde yo vivía. A reglón seguido Don Ubaldo me interrogó sobre la trama del
segundo libro y la relación con el primero, que vienen a ser -según le
explique- una suerte de primer y segundo tomo. En aquel momento el director de
la Editorial, Ubaldo Gil, hombre de decisiones rápidas, me dijo: “Cuando el
doctor Mora me sumilla estas comunicaciones, yo sé lo que él quiere”. Y él
asumiendo el riesgo me dijo: Le vamos a publicar los dos libros. Se imaginan mi
satisfacción; se dice que uno quiere más el primer hijo, personalmente en la
parte afectiva no me sucede porque los amo y quiero igual a mis tres hijos,
pero en el caso de estos libros al Códice del General, le tengo más cariño
porque lo escribí en casi tres años, mientras que el segundo libro dada las
investigaciones anteriores, me propuse realizarlo en un año calendario.
Mi
reconocimiento a quienes hacen el staff editorial de Mar Abierto, a sus
correctores y productores gráficos; en especial al Lic. Patricio Lovato
Rivadeneira, con quien trabajamos directamente ambos libros.
A la abogada
Jacqueline Álvarez, Directora del Museo Portoviejo y Archivo Histórico, quien
desde la primera edición me apoya en las presentaciones.
Al Dr.
Alfredo Cedeño Delgado, cuya crítica literaria del año 2009, se ha
complementado y validado perfectamente con el segundo libro. Gracias Alfredo
por tu disertación de esta noche.
A Ramiro
Molina Cedeño, Cronista Vitalicio de Portoviejo, quien prologó la primera
edición y junto a él, al hoy ausente por su estado de salud, el buen amigo Lic.
Ángel Loor Giler.
Un
reconocimiento especial a la Presidenta de Ciudad Alfaro la Dra. Tatiana
Hidrovo, quien prologa magistralmente esta segunda edición del Códice del
General.
A Ma. Elena
Robles de Torres, quien mientras avanzaba en la escritura de mi segunda novela,
la leyó con amor de hermana palabra por palabra y página a página.
Corría el
año 2006 y en Ecuador se preparaba una nueva Constituyente y Montecristi (la
tierra Santa como la llama mi familia materna) era elegida como sede y se
empezaba a edificar Ciudad Alfaro y el fabuloso monumento al héroe de 1895.
Para ese entonces yo me encontraba viviendo en le lejana Tierra Santa, eran
seis largos años de ausencia de mi Patria, pero allí cada segundo cada minuto,
cada hora y cada día pensaba en mi Ecuador y en mi tierra.
Semanalmente
escribía para un diario local artículos de opinión, para lo cual leía seis
periódicos ecuatorianos diariamente por medio del internet, lo que me permitía
estar al día y muy bien informado de lo que pasaba por la también convulsa
nación ecuatoriana. Pero aquello me mantenía en una burbuja y no me
intranquilizaba en demasía lo que ocurría en un polvorín como es Israel.
Después de
estar escribiendo casi diez años para la prensa, me nació la idea de escribir
un libro, pero sobre qué tema? Esa es una gran interrogante; en ciertos
momentos pensé hacer una selección de los mejores artículos y publicarlos en
una recopilación, con algunos comentarios adicionales, pero aquello me pareció
pereza mental y por aquellos días me sentía tentado hasta leer los espacios en
blanco y tenía tiempo y voluntad suficiente para darle vuelo a la imaginación.
Para esto
yo me había trasladado a Paris por asuntos muy puntuales, día a día repasaba en
los lugares más emblemáticos de la ciudad luz, el lema de la revolución
francesa Liberte, Igualite, Fraternite; lemas que fueron la
razón de ser y existir de Eloy Alfaro. Pero fue en una confesión de mi
recordada madre, quien había crecido oyendo estas historias, me describía los
pormenores de la futura Asamblea a realizarse en su lugar natal y me decía que
se sentía orgullosa de haber nacido en Montecristi, palabras que yo las oía por
primera vez en mis casi cincuenta años de vida. Allí, con aquella confesión
nació la idea del Códice del General, que es una novela histórica, no un libro
de historia, donde ustedes descubrirán que se entrelaza la historia y la
ficción.
La parte
histórica de estas novelas está basada en las fuentes tradicionalmente
consideradas históricas, pero a ustedes los lectores, les será fácil separar la
ficción de los hechos reales en una ponderada reconstrucción, que meditadamente,
se introduce en la condición humana y moral de la clase política de aquella
época turbulenta y apasionante de la vida nacional.
Por los
capítulos de estas novelas, tropezaremos con la necesidad de equilibrar, una
sorprendente verosimilitud con los espacios de la realidad y neutralizar la
idea de que la novela como tal ha muerto, cuando vemos que como género
literario la novela sigue estando tan viva como imprescindible. En estas
novelas, encontramos al General Eloy Alfaro en sus últimos días de vida;
relatando sus vivencias históricas, su lucha y sacrificio por la libertad. Pero
lo más importante: su posición frente a la vida. Fábula y realidad
confundidas con la historia. En donde tratamos de aproximarnos a una posible
verdad oculta de la historia, donde la lógica humana se queda corta, como en
las revelaciones de los Arcanos.
Parecerá un
truco de introducción, pero lo cierto es que en medio de tan grande producción
literaria sobre la vida de Eloy Alfaro, que indudablemente es el personaje
sobre el cual más se ha escrito en nuestro país, no se había escrito todavía
una vida de él, algo que fuera una verdadera y mera biografía. Con aportaciones
nuevas y con un mejor uso de las que ya se conocían, estos libros el Códice del
General y Eloy Alfaro y Leonidas Plaza, dicen algo nuevo sobre Eloy Alfaro y su
revolucionaria existencia. En ellos aparece la cronología de una vida y una
revolución retocada aquí y allí; aparecen algunas noticias importantes, con las
que se corrigen los habituales descuidos de los eruditos, con el perdón de
ellos. Se han desempolvado y rectificado algunas cuestiones, me parecía que era
necesario este trabajo de restauración y pulimento, que me ha llevado a algún
descubrimiento y he tratado de realizarlo lo mejor que he podido.
Pero
déjenme contarles qué ocurre con Eloy Alfaro en el Códice del General; lo que
le ocurría era lo que suele ocurrir en un vagón de ferrocarril cuando piensa
uno va hacia atrás y en realidad va hacia adelante, y de pronto él se da cuenta
de la verdadera dirección y sentencia: “empiezo a descubrir la sombra de mi
victimario”. Alfaro, en aquel mismo momento sentía una conmoción violenta.
Tiempos en que todos los abismos le parecían que se habían vuelto a abrir, para
él. También se estremecía, como Quito, al paso de una revolución formidable.
Era un día
de enero cuando a la primera hora de la tarde empezó a cundir entre miles de
espectadores una creciente inquietud. Una oscura nube de desasosiego, cubierta
por la espuma pálida de rostros indagadores y tímidamente agitados, se había
levantado en el Ecuador, e irresistiblemente se expandió de pueblo en pueblo.
La gente se preguntó y metió ruido, protestó, rechifló; y de pronto se divulgó,
sin que se supiera quién lo había pronunciado ¡A la víbora hay que triturarla!
Prontamente comenzó la ensangrentada faena. La crueldad, la barbarie, el crimen
y la venganza se procuraron de la mano de asalariados del régimen, con
prostitutas, matarifes, clérigos y cocheros, quienes dieron rienda suelta a sus
más bajos instintos, iniciando el horrendo festín y juntos escribieron una de
las páginas más vergonzosas de la Historia del Ecuador.
Precedían
tan macabro espectáculo, gente de la más baja ralea, hampones y canallas,
mientras en algún salón del Palacio de Carondelet, los miembros del Gobierno
festejaban un cumpleaños cualquiera, aparentando ser ajenos a lo que ocurría en
las calles. El espectáculo superó a las palabras. Sencillamente es inenarrable.
Gentes
sedientas de sangre condujeron los cuerpos hasta El Ejido para incinerarlos. Un
viacrucis lleno de curiosos, miraban a los ejecutores cada vez más exaltados,
pero otros se apartaron tras algún recodo y desaparecieron. Cada vez se
quedaban más solos. Los consejeros, los promotores no asomaron por ninguna
parte. Nunca se manifestaron los fervientes servidores del régimen, los
favorecidos del crimen, los que suplicaban justicia y los que pedían desquite.
Menos aún, salieron por allí los literatos, los ideólogos, los virulentos
ministros del gabinete. Lo que es más atroz, que allí no apareció ningún
partidario de los defenestrados.
Para un
historiador, el ocultar la historia verdadera de cualquier acontecimiento es un
crimen y por ende, la verdad tiene que ser revelada. Su labor como escritor es
la de ofrecer una verdadera historia cuyo propósito es explicar esa verdad que
se podría haber perdido en el tiempo.
Ustedes
como lectores descubrirán la parte humana de los actores de la historia, vistos
tan comunes y corrientes como en realidad eran, pero así también resaltando su
pasión por una Patria mejor y como contraparte la traición, defecto que los
llevaron a cometer los crímenes más atroces. Una novela con mucho componente
histórico y pensamiento original, encuadrado dentro de la cultura de la época.
Los hombres liberales, con su propio espíritu e intereses, luchando por lograr
la hegemonía y los conservadores afirmando de que “la alfarada”, era un mundo
lleno de “salvajismo y herejía”.
“La hora
más oscura es la próxima a la aurora”, siempre recordaba Alfaro aquel proverbio
judío, que le había enseñado su padre Manuel Alfaro, judío sefardita.
De Plaza
sentenció: “es un traidor nato”. Y así pudo decir de él, quien más a fondo le
conocía, Eloy Alfaro: ¡Sólo un traidor verdadero, perfecto, he conocido:
¡Placita! Traidor acabado, no ocasional; un verdadero genio en la traición, eso
era él, pues la traición está menos en su intención, en su táctica, que en su
naturaleza íntima. La Historia, ese abogado de la Eternidad, ha tomado la
venganza más cruel en el hombre que pensó siempre en el momento presente y
fugitivo: le ha enterrado en vida.
Cuando
Alfaro ingresó al panóptico en Quito, presagiando su muerte les dijo a sus
captores: El infierno o el cielo no me interesan. Solo quiero vivir.
Gino Martini, autor de las novelas históricas Códice del general y Leonidas Plaza y Eloy Alfaro Pasión y Traición. |
En los
últimos días de su vida, así como en la muerte, Eloy Alfaro, tal profeta
desarmado, necesariamente, habría de
resurgir de la hoguera, después de sufrir su destino para tomar desquite con aquellas armas que están en manos
de los profetas y los hacen invencibles. Sus ideales.
No me resta
más que recomendarles muy afectivamente estas novelas históricas con las que yo
me he regocijado de verdad, escribiéndolas.
Estas
novelas que estoy seguro les van a emocionar y forzar a reflexionar, como me ha emocionado y
me ha obligado a reflexionar a mí, sobre los tiempos de la Revolución del 5 de
Junio y de su incuestionable protagonista: nuestro prócer Eloy Alfaro. Que a
este acto al que les agradezco por haber asistido nos permita conocer más sobre
la vida del General Eloy Alfaro, la pasión y traición dentro del contexto de la
revolución liberal de 1895. Gracias por llegar al Museo Portoviejo y Archivo
Histórico.
Muchas
gracias.
Texto leído por Gino Martini en el acto de presentación
de los libros Códice del general y Eloy Alfaro y Leonidas Plaza, desarrollado
el miércoles 30 de octubre en el Museo de Portoviejo y Archivo Histórico.
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