Ensayo de presentación de la novela Hallado en la grieta de Jorge Velasco Mackenzie
© Solange Rodríguez Pappe
(Febrero, 2012)
¿Qué es lo que nace del acoplamiento entre la vida y la muerte? ¿De la cópula entre especies que están exhaustas de vivir? El libro Hallado en la Grieta de Jorge Velasco Mackenzie lo explica con una metáfora donde se habla de la cría que nació del apareamiento del solitario George, el centenario galápagos sobreviviente al retiro de las Islas Encantadas: Te apareas con una hembra que un día los hombres te dan y luego te quitan, después viene un huevo por el que aguardan meses y al que tratan igual que una piedra preciosa y al final, para ironía científica, la cría nace muerta. La aventura ha sido despilfarros de esperanza para sus protagonistas. George retorna a la incesante soledad de los dinosaurios; tal vez es demasiado viejo, incluso para el amor, porque hay cuerpos que empiezan a volverse de piedra si han sufrido demasiado: Como el de Valdemar Ventura, como el de Aylin, como el de Amanda, protagonistas de esta novela que vuelven al mar, pero vuelven a ver estrellarse sus aspiraciones contra los arrecifes de palabras de un narrador que quiere olvidarlos para salvarse.
Este breve ensayo va a revisar en cinco bloques cómo las Islas Encantadas, desde la visión de Jorge Velasco Mackenzie inspirada en la obra Las Encantadas de Herman Melville, muestran a las Galápagos como un territorio que está lejos del idilio luminoso y despilfarrador de los cruceros y se asemeja mucho a una visión del infierno en el mar porque En las Encantadas, según el autor, todo se encalla y todo se pierde, menos las maldiciones.
I
Apenas diez años después de que Charles Darwin visitara las Islas Encantadas y contara al mundo de su maravilla, Herman Melville, el perseguidor de sueños arduos como ballenas, llega a ellas en 1843 y anuncia al mundo su horror:“ Desterradas de las bestias, —dice Melville — incluidos el hombre y el lobo”. Desesperado por deudas y en medio de una acuciante crisis económica y anímica, Herman Melville habla de estas Islas en una composición a manera de diez estampas donde se maneja, más que una narración, sensaciones y una filosofía: la tortuosa existencia de aquello que se ha mantenido al margen de la civilización. — entendiendo por civilización el orden humano— Fugitivos, náufragos, ermitaños, alimañas viviendo entre esas rocas. Melville añade en las primeras palabras del canto uno: “La vida aquí es un silbido” hablando de los reptiles que son los únicos bichos que parecen arreglárselas bien con la falta de lluvia porque las islas son descritas por él como “montones de ceniza” a donde quiera que la vista se levante.Melville, publicó este tratado de desolación con el nombre de “Las encantadas”, en el tomo de historias “Piazza tales” (1854), donde relata, a más de otras aventuras marinas, cuentos de desterrados e incomprendidos como la famosísima narración de horror cotidiano“ Baterbly , el escribiente” donde un empleado copista, de tanto ejercer la misma labor, se queda sin voluntad para tomar decisiones propias.” Piazza” Tales tiene excelente acogida de la crítica pero bajas ventas porque el tono de Melville se ha llenado de desesperanza y su corazón, como el de Valdemar Ventura, protagonista de Hallado en la Grieta se ha “invadido” de un mal incomprensible.
En el primer capítulo de Hallado en la grieta, titulado “El infierno del paraíso”, Velasco Mackenzie explica en qué consiste este mal que Ventura intenta contrarrestar con la pastilla verde que toma todos los días para calmar su corazón averiado, la Nitro, porque es un hombre que aunque todavía vigoroso, acaba de sufrir un infarto leve “¿Una batalla desigual donde siempre gana la muerte, nunca la vida?” (12). medita acordándose del enfrentamiento de fuerzas tan titánicas como Aquiles y Héctor. Veinte años después de haberla raptado de esta misma tierra con la que ahora le toca dar batalla, Ailyn y Valdemar retornan a ver cuál de las dos es la derrotada en el enfrentamiento entre la muerte y la felicidad.
II
Hallado en la grieta es la historia de tres personajes que vuelven a las Islas Encantadas — Malditas — insistirá en llamarlas Valdemar, en busca de redención para su pasado. Valdemar Ventura, quien lleva el capricho del agua en su nombre, ha leído pocas historias marinas ya que la suya le parece suficiente: tiempo atrás compró a una joven descendiente de padres Japoneses que sobrevivieron al napalm de Nagasaki y quienes llegaron a las Galápagos en calidad de hibakushas, contaminados por la radiación de la bomba. Ellos fueron abandonados en una de los islotes desiertos del archipiélago, pero sobrevivieron al cometer uno de los secretos que el narrador mejor guarda en esta novela: asesinaron, porque para ganarle a la vida en Las Malditas, hay que matar. El liquidar a otros hombres también réprobos como ellos — una familia china — los ayuda a llegar a un lugar seguro; pero tienen miedo de que la muerte se las cobre con su hija, por eso, la encomiendan a Valdemar para que la lleve a un lugar seguro. Años después, la ya no tan joven Ailyn quiere retornar para conocer la tumba de sus padres y aquí empieza esta historia turbulenta.Es Ailyn, el personaje con mayor energía de la novela, se la compara con un pájaro menudo que está siempre en movimiento y que va de acá y de allá trepando leve por las rocas. Ella es la que incita al viejo Valdemar a moverse y a volver a Las Encantadas porque a pesar de ser un hombre poderoso, él está cansado. Su vitalidad queda anulada frente a la energía de Ailyn quien también es la encargada de guardar la memoria. Tiene en las manos primero un madero que representa a los huesos de sus antepasados y luego un cuaderno donde consta la historia de su madre Junko San el día en que cayó la bomba en Nagasaki. Ella ha jurado vengarse de Valdemar y solicita ayuda a Eufemio, un capitán de navío donde hacen uno de sus recorridos de búsqueda, aunque sospecha que puede sola porque desde antes, la relación que existe entre Valdemar y ella, es la de dos enemigos que están acostumbrados a su odio.
Ese clima de venganza a punto de consumarse y que se posterga en cada bloque, llena la novela de tensión. Valdemar medita sobre esto en el capítulo “Las grietas”: “Estaba pensando que habría bastado solo un impulso (…) para que ella cayera y fuera a parar bajo las llantas del auto; las risas y los ruidos se hubieran transformado en susto; los lobos marinos aullarían”. ( 35-36). De manera similar, también fantasea Ailyn con la muerte de su raptor “ : …le dio la mano para ayudarlo a subir, lo tuvo asido un momento en el filo de la boca de la grieta, abierta al abismo donde brillaba el brazo de mar que entraba despacio, lo que le bastaba era soltarlo (...) y se rompería hasta la muerte” ( 47).
Sobre el tema del amor, imposible de construirse en medio del desierto de Las Encantadas, Valdemar concluye que Ailyn y él definitivamente han venido a odiarse más que a pasar una temporada de paz y el narrador lo reitera al contar caso de la bellísima extranjera que llegó a la isla Santa Cruz a sentirse deseaba pero al percatarse de que nadie la miraba decidió volverse al continente; cita también otro caso de amantes contrariados, lo relata al referirse a la Baronesa Wagner de Bosquet, quien llegó a la isla Floreana, acompañada de sus amantes para poner un hotel donde solamente fueran millonarios, pero la naturaleza y las pasiones tiraron sus planes al agua.
Cuando parece que la destrucción de Ailyn y Valdemar es inevitable porque ni él es perdonado por cometer su rapto — el robo de una mujer endémica — ni ella logra dar con los cuerpos de Yunko o de Toshiko, aparece un tercer personaje que va a agitar la trama todavía más: Amanda, ex amante de Valdemar Ventura, quien viene las Islas a buscar a Hipólito, un presidiario se ha fugado de la Colonia Penal y que fue su amor postrero. Los rencores se mezclan y los objetivos de los tres, alguna vez claros, se funden con la errática búsqueda de Amanda que los hace ir de isla en isla mientras se enfrentan los unos contra los otros como animales. Jorge Velasco lo ilustra al hacer referencia a la conducta de las aves que están asociadas con el augurio “El pájaro feo regresó a sobrevolar la isla” (59).
Y si Ailyn representaba la vitalidad, Amanda será la pasión, un poco trajinada y sin lustre porque se trata de una hembra bella que ha envejecido en el oficio de amar a los hombres, pero a contra punto de Ailyn que ni durmiendo desnuda a su lado es capaz de provocar el deseo de Valdemar “ Ella sin ropa no era una mujer para volver a mirar” (53) , Amanda (cuyo nombre significa la que ha sido amada) sabe que accionar los mecanismos del deseo masculino porque ha sido en el pasado una meretriz que laboraba en La Perla, un antro de la capital.
Allí la conoció un Valdemar con más fuerzas y supo agotarse en su cuerpo, viviendo juntos otros muchos años hasta que la vida dispuso otra cosa cuando ella se enamoró de Hipólito. Su arribo a la historia y a las Islas está cargado de sensualidad: “Amanda era alta y solía llevar el cabello suelto cayendo hacia atrás, usaba una de esas blusas que dejaba ver la espalda desnuda y que se atan al cuello con la misma tela del corpiño”(68) Entonces las confrontaciones se desvían y Amanda y Ailyn, en medio de las búsquedas de sus fantasmas, terminan peleándose, pero su enfrentamiento no es precisamente por un hombre si no por ver quién es la más valiente de las dos en esta historia, porque las mujeres que Velasco ha elaborado en Hallado en la grieta son bravas y las impulsa la pasión: “Qué escena más patética” opina el narrador “Dos ex convictos del penal observando a dos mujeres insultarse por un gigante de corazón invadido” (105).
La novela cuenta también otras historias de hombres y mujeres que a lo largo de su vida han venido a Las Encantadas a morir, la de Camilo Casanova; montonero de Alfaro que fue desterrado en la isla Santa Fe solo con un arma y sobrevivió cazando y bebiendo lo que allí había; la de Pedro, el loco que lanza sus profecías desde el comedor La Roca y que dice que llegó caminando desde por el agua; la del manco Antenor, dueño de un bar donde se bebe cerveza con hielo para pasar mejor las desgracias y la de los hombres de la Colonia Penal que salieron en desbandada hacia la muerte en el mar en lugar de hacia la libertad.
Fugitivos, náufragos, ermitaños, locos, irredententos, putas, huérfanos y criminales tal como antes lo había observado Melville, han dejado sus vestigios entre las hondonadas de las piedras de Galápagos como último rastro de humanidad. Velasco nos describe un entorno tan espantoso en su aridez que resulta diferente a la imagen paradisiaca que tienen los forasteros de las Islas Encantadas, un cielo para el turista que pueda pagarlo; lugar para alinear los chacras y liberar instintos. Muy diferente a la tierra de tormentos de los protagonistas, situación que pueden encarnarse en las palabras del panteonero de la Isla Floreana, él confiesa a Amanda que no necesitaba mujer porque la tierra era su amante “Cada mañana cavaba un hueco en las dunas de Playa Pietra, frente al mar, se acostaba bocabajo, abría los brazos y copulaba con ella ¿Qué hijo engendraría en el vientre de la tierra ese hombre extraño?” Un monstruo hijo del mundo, como todos nosotros”, le aseguró (121).
III
Pero hay otro personaje más esencial en Hallado en la grieta: La voz encarnada del narrador, quiere no quiere encontrar una historia entre las hendiduras y las cuevas de las Malditas como desean hacerlo Ailyn o Amanda, él quiere perderla. El narrador, quien es el traductor entre estos sucesos y los lectores, empieza a aparecer progresivamente desde los primeros bloques en afirmaciones como: “Ya dije que era muy alto y ancho de espaldas”,( 34) al referirse a Valdemar Ventura; hasta asomar con mayor contundencia en el capítulo “La isla del sombrero chino. “Yo le daba vueltas mentales a esa historia de mares donde un personaje narrador participa en el acto de la novela que él está contando, pero es una historia trágica” (49). En las Islas Malditas, hasta este narrador fracasa en la búsqueda de la construcción de lo que quiere fabular, tal como lo hacen los otros tres relegados que la protagonizan. “Comencé a darme cuenta de que nunca podría inventar completa esta historia. Desde el tiempo en el que llegué en El Albidón y comencé a esconderme detrás de los muros de estas palabras, lo supe” (78).Este narrador nos da idénticos detalles una y otra vez, como si debiera recapitular para recordar en qué parte de la historia se encuentra o altera datos que alguna vez nos ha proporcionado confundiéndolos para, apropósito, crear la sensación de desvarío que por momentos presenta en Hallado en la grieta. Al final, porque en Las Encantadas ningún acto creador llega a buen término, como ya se afirmó líneas arriba, tampoco la historia de tragedia que va a contarse, sale bien, primero, el mal augurio: “ Imaginen cerveza antes de una historia donde todo está quemado, como encerrada en islas pero en celdas de fuego”. (146); y como esta presencia de la muerte inevitable viene haciéndose real desde las primeras hojas de la novela, El narrador es quien decide inmolarse “ Porque en esta historia está decidido que su tragedia alcance al narrador” (207), ya que Valdemar y Ailyn deciden amarse en la habitación de hotel Edén y no se aniquilan como todo el tiempo se ha podido predecir en su aventura de amor y de odio. “Pensar que te traje aquí para matarte, ahora no sé. Es una vieja historia donde, donde la víctima se enamora de su verdugo, Nadie la cree”(206).
Entonces para el narrador de Hallado en la grieta, morir es descubrirse, dejar a los personajes a la deriva con su historia a cuestas y desaparecer abandonado esta novela en algún lugar de las Encantadas, la roca Nerus, al igual que los marineros abandonan las cartas en los puertos, esperando que llegue alguna vez a ojos que comprendan que hay narraciones cuyo final es tan obvio, que espanta demasiado contemplarlo. Es cuestión de tiempo que Valdemar Ventura muera del corazón, Ailyn termine desamparada y Amanda pierda completamente su belleza y sus ganas de buscar a Hipólito. En algún momento la historia se quedará desierta. Velasco se detiene un punto antes de lo predecible y eso engaña a los lectores con otro de los espejismos con los que pueden jugar las crueles encantadas: la esperanza de un final feliz.
IV
Como es tradición en la producción narrativa de Jorge Velasco Mackenzie, las historias que se cuentan se desarrollan en entornos críticos como bares clausurados; arrabales de ciudades; puertos olvidados de la piedad de Dios, pero eso no impide que en el deslucimiento esté presente una poderosa carga poética que es proporcional a la marginalidad de su espacio, intentando embellecer con palabras, lo que la realidad ha aniquilado.Se nota cuando Valdemar recita un poema de Antonio Cisneros antes de tomar la píldora que lo librará por ese día de una muerte súbita “ Oh, señor de las cápsulas venados/ Auxilio son de mi alma/ ballesta que me libera de la muerte”(15), o cuando Ailyn canta una canción en la ducha, antes de empezar la infructuosa búsqueda de las tumbas de sus padres: Díganle al mar que no lo quiero/ que no quiere nada conmigo/ que no lo quiero/ Solo verlo morir/ morir conmigo y Valdemar compara esta voz como una ola de cresta blanca que sacude cualquier cuerpo (25). La ilusión del verso es el presagio del posterior desastre.
Hay también una poesía que no es textual y que está presente en las imágenes que el escritor aporta en medio de sus descripciones, como la mujer condenada a dar vueltas en el tubo del prostíbulo Indefatigable porque el escenario está rodeado de un alambre de púas; en un inicio, uno de los personajes cree que se debe a que el local protege a sus bailarinas pero otro apunta a que en realidad se trata de que no puedan salir de allí. De igual manera, existe una metáfora mucho más amplia de este encierro cuando Valdemar medita sobre el cinturón de mar al que están sometidos: “El agua rodeaba las islas como las paredes de una prisión” (138) un encarcelamiento del que sólo podrá salir el narrador antes de dejar a sus personajes a la deriva.
V
Jorge Velasco Mackenzie es uno de los escritores de producción más abundante en Ecuador, se exige, se reta y vence. Ha incursionando en casi todos los géneros con gran éxito y ganando a mansalva premios literarios significativos. Esto no es el usual aporte biográfico de medallas y libros con el que pretendo explicar quién es el autor de cuya obra hablo esta noche. Lo menciono a manera de recordatorio, ya que a pesar de la contundencia innegable de estos hechos, su obra está diseminada y no consta como debería tanto en librerías, bibliotecas o en programas de educación; algo se rescata en la internet pero no lo suficiente. Junto con otros nombres como el de Javier Vásconez, Miguel Donoso Pareja, Jorge Dávila Vásquez, Sonia Manzano y Santiago Páez — siempre estas selecciones de autoridades literarias son indignas, coloco unos y soy ingrata con otros — constituyen parte de un canon referencial que se extiende más allá de su novela El rincón de los justos (1983), la más difundida, pero no por ello la única que representa su calidad como escritor preocupado por el análisis de la condición humana de los que no han nacido del lado claro de la vida.Con Hallado en la grieta, Velasco Makenzie vuelve al mar de donde vienen y van todos los hombres, a nacer según Darwin o a morir según Melville, y deja abandonada su reciente novela en algún lugar de las Encantadas para que se la lleve el agua — todo escritor algo de autodestructivo tiene—. Es tarea de los lectores su salvación para que no se vaya a bogar como las botellas que sobreviven a los náufragos. Tomarla y llevarla a puerto seguro donde se aprecie como la obra de gran calidad que es, una “etiqueta negra” de la Literatura.
Bibliografía consultada.
Velasco Mackenzie, Jorge. Hallado en la grieta. Editorial Mar Abierto. Universidad Laica Eloy Alfaro. Primera edición, 2011. Ecuador.
Melville, Herman. Las encantadas. Artemisa ediciones. 2006. Madrid.
Kipus, revista andina de letras. Ficción e historia en la novela En nombre de un amor imaginario de Jorge Velasco Mackenzie. Universidad Andina Simón Bolivar. Año 12. 2010. Quito.
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