martes, 2 de julio de 2013

Y todo por culpa de Dios


Por Víctor Arias Aroca

El amor y uno hacen un convenio para ver cuál de los dos termina en la basura primero igual que el vagabundo con sus zapatos.

Esta es la novela de un amor en Madrid, que resulta un relato de amor europeo, pero tan salvaje y ardiente que parece un amor en Guayaquil, de esos narrados por Jorge Velasco o referidos por Fernando Artieda en los tiempos del pinga de oro, antes de que la ciudad se quedara viuda y guáchara de algún amor profano.

Un amor de verdad, de esos que tienen principio pero no tienen fin, aunque esta narración empieza en Quito donde aparece el narrador estrangulado por la soga del recuerdo, atado a un amor imposible, amor vendaval, amor de río de invierno que no desmaya en su trayectoria, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso, y tal vez se detiene o decae, pero nunca muere, como dice Fabián: espera otros tiempos para renacer y volver a ser ese amor pendejo, pendejísimo que nos encierra en el largo fandango del desencanto.
EVENTO. El escritor Víctor Arias Aroca intervino ante un nutrido público que se dio cita a la presentación de Amor más allá de Madrid.
En esta novela he aprendido que el amor y uno hacen un convenio para ver cuál de los dos termina en la basura primero, igual que el vagabundo con sus zapatos. 

Pero amor al fin y por perdido respetable. Por profano verdadero. Por infantil hermoso, como el corazón de un niño. Este es el amor. Amor del que nadie entiende, que nadie comprende, que nadie sabe de dónde viene, amor que nadie sabe a dónde se va, entonces el hombre ingenuamente le echa la culpa a Dios, señal inequívoca de que todos vamos camino al manicomio. Dios es el culpable de esto.

Y por tratar de asirse a la tabla de salvación del amor, el hombre náufrago del olvido, va camino a la locura, camino al deslumbramiento y, cuando para su propia sorpresa, descubre que todavía le queda alguna resistencia, alguna fuerza propia, entonces es probable descubrir que esa clase de hombre actúa en gran medida como un hombre primitivo. Que hermoso que es el primitivismo, aunque así descrito por Henry Miller, es horrendo, pero el hecho primitivo de amar sin barreras, ese es el acto de amor más hermoso, aunque uno termina loco de amor.

Y el hombre enamorado firma acuerdos con el viento, con los amaneceres, con las constelaciones, se cree dueño de la luna y se mete en el bolsillo el manso Guayas, el mar no le cabe en el bolsillo, entonces se lo lleva en el corazón y se vuelve sembrador de ilusiones, cosechador de tormentas, bajador de calzones, mensajero de recovecos y abridor de orificios y ese es este Fabián, que ni siquiera es el importante porque ella es la importante, ella es la dueña de las noches de Madrid, ella es la dueña de todo, ella que seduce al estudiante latino deslumbrado por el tráfago de la ciudad europea y atropellado por la fuerza de amor que trajo Lenka de Moscú, con todo el estruendo del ferrocarril transiberiano.

Entonces la empezó a amar como todo un viajero americano,  la besó en Toledo, la acarició en Segovia, la morboseó en Ávila, la olisqueó en Aranjuez, la abrazó en Cuenca, le cantó en Granada, la sedujo en Córdova, la desnudó en Sevilla y en Barcelona le metió todo el entusiasmo de su extraño amor interminable alimentándola, abriéndole la boca, para que sepa lo que es tragarse la alegría.
PRESENTES. Jorge Velasco, Carmen Váscones, Víctor Arias, Ubaldo Gil y Juan de Anthaus conformaron la mesa durante la presentación.
Un amante bandido que no se detiene ante nada y ante nadie, un transiberiano descarrillado que practica el amor en las formas más perfectas, tan perfectas como las describe su autor, y no sabremos nunca si el narrador es el autor y si el autor es el protagonista, pero Ubaldo no parece, porque este man, me refiero al autor, anda más descifrando el misterio de la destrucción del matrimonio y el orgasmo triste como teoría de Whjilem Reich, siquiatra Alemán discípulo de Freudy el cálculo matemático del arte de amar de Eric Fromm, mientras que el protagonista, loco, maniático e iluminado sexual, anda buscando desde el principio la fórmula para coger a Lenka descuidada y meterle el ferrocarril hasta la nariz del diablo. Freud queda reducido a la nada ante tanta culitirada filosófica.

A pesar que uno como lector se pierde entre la maravilla del amor desbordado y la curiosidad del narrador por las cosas de Europa y el conocimiento, lo cierto es que los amantes han conseguido, la gloria o una parte de ella, incluso llegaron al cielo cuando San Pedro estaba ocupado y no les paró bola. Pero todo se rompe de la manera más inesperada, una carta de Ecuador que anunciaba la tragedia, anunciaba su estado civil, una desgracia de la que el amor no logra levantarse, porque el matrimonio todo lo mata, carajo, y esta novela es propia para los hombres perdidos que vivimos encadenados al recuerdo de un amor imposible y el recuerdo de Lenka perseguirá a Fabián hasta su muerte.

La novela sigue porque ella se entera algún tiempo más tarde que el estudiante ecuatoriano ha sido conducido al siquiátrico, sufre en Moscú el remordimiento de un amor hermoso pero profano, añora cuando él le decía que el amor era como comerse una manzana y a ella se la comió por delante, por en medio, por todas partes, se le comió el corazón, le abrió los orificios naturales y le hizo otros y terminó igual que todos nosotros hemos de terminar con tanta pendejada, en el hospital Lorenzo Ponce, y todo por culpa de Dios, Dios es el único culpable.

Texto leído durante la presentación del libro “Amor más allá de Madrid”, del escritor Ubaldo Gil; evento que se desarrolló el pasado miércoles 26 de junio en el Café Galería Barricaña de la ciudad de Guayaquil.





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