jueves, 27 de junio de 2013

“AMOR MÁS ALLÁ DE MADRID”

Lectura al libro de Ubaldo Gil por Carmen Váscones
                                                                   “Hoy he aprendido de esta mujer más de lo que he aprendido en las clases, pensé.”
Ubaldo gil
“Todo amor tiene ese trasfondo culposo que bordea la transgresión y la quiere y la requiere”
El goce según Néstor Braunstein (relectura de Gonzalo Portocarrero)

El libro de la colección almuerzo desnudo  #32,  está compuesto por 5 partes: la primera, por la novela corta con la que inicia  la provocación de la lectura,  titulado, Amor más allá de Madrid, del 2003, la segunda, cuentos breves, La noche en que fui Cristóbal Colón, del 2005  La tercera, Trama sin Utopía, 1993, la  cuarta,  juicios críticos, y la quinta, entrevista al autor. 

Antes de tener el libro en mis manos, fui al terminal entre el caos de la ciudad y sus calles congestionadas y los pitos que atosigan como maullidos, pido encomienda, me identifico, saco paquete, llego a casa prestada de paso por la ciudad, siempre un familiar lo saca del apuro, qué bueno. 
Garay, Jorge Velasco Mackenzie, Carmen Váscones y Víctor Arias.
Rompo la funda, se desparraman los libros, cojo uno,  me encuentro con la colección de almuerzo desnudo, me llama la atención la portada, la pintura es colores tierra carne sombría, es insinuante, a la derecha una mujer  vestida con un bebe en brazos, con mirada a la izquierda, como que ve algo que está, pero a la vez parece en espera, a su lado un hombre en calzoncillos, la mitad de su cuerpo tocado por una mujer desnuda con la mirada gacha, y su brazo reposando en el hombro de aquel que escurre sus ojos como evitando ver, o diría perdidos en algo vago, eso sí, con su dedo índice señala hacia a la criatura dormida.  Al fondo hay dos cuerpos sentados como recogidos desvestidos, el hombre mira al frente, la mujer  de reojo da un vistazo con la cabeza agachada, y debajo de todos, yace en posición fetal la réplica del que mira, es mirado o está por perderse del ojo propio o ajeno.  Acaso un encuadre de lo que será la novela.

La pasión entumecida como boceto delineado a medias se  despliega en un recuadre de diferentes perspectivas que empiezo a deletrear, a desentrañar. No sólo leo lo que cuenta este novelar, indago en el cuerpo literario y de vida de estas historias.
El tiempo presente, pasado y futuro, dobleces de puntos, multiplicación de rieles donde la memoria huye y se esconde de ella misma.  La fantasía primitiva, originaria escena parental, tótem enterrado en el orificio de la tierra,   pisadas borrando otras,  abrazan y destrozan el lecho del olvido, del recuerdo. La cinta mental se congela, se derrite, se renueva, se reinventa en la piel que sostiene el contacto con la huella que nos humaniza.

Voy a entrar en la lectura de la novela, dejo en suspenso los cuentos, en este escrito. No dejando sin resaltar la velocidad narrativa, la brevedad del dominio del relato, la historia de los puntos posibles que destella, despunta, hasta parece una escritura de sacapuntas buscando que se escriba otra vez lo redactado con la punta del lápiz del lector, incita a la agudeza mental de no quedarse  inmovilizado en las escenas eróticas”, estas tienen una visualización casi chocante, por la crudeza como cuenta, describe, detalla la experiencia de sus sentidos en el acto o como lo dice Fabián,  “el amor erótico estaba presente y aplastaba cualquier indicio de política”, el cuerpo hecho de conocimientos se escabulle en el desconocimiento, la anarquía se impone. El animal político, no piensa, complace, se place en la ofuscación de las “masa amorfa” en movimiento, el poder direccional no funciona. La experiencia sexual entre expertos e “inexpertos” de la ignorancia de la anatomía psíquica y sus rebotes en el cuerpo.
Jorge Velasco Mackenzie, Carmen Váscones, Víctor Arias, Ubaldo Gil y Juan de Althaus.
El autor de este texto, va como filólogo auscultando con “amor o interés por las palabras”, se ocupa de los textos vivenciales, intenta reconstruir, lo más fielmente posible, el sentido original  de los hechos, atrapa el elemento inesperado o lo deja aparecer sin controlarlo, deja sin tiempo tanto al personaje como al lector frente a la salida de un final, si esto se espera en toda historia que se cuenta.  Ubaldo Gil, presenta reconstruye, fija e interpreta aunque no es su deseo consciente los episodios, los actos, las escenas no disponibles en la realidad que vigila.  Acaso, el narrador quiere que el lector sea testigo de la  no correspondencia entre la vigilia que abre y cierra el manifiesto que da o no chance a una tregua.  “El amorío en Madrid” y la soledad de dios dentro del sin respuesta, del creyente o ateo, en eso de que “la vida sigue”.

Creo que todo texto siempre nos deja en suspenso por más preguntas y elaboraciones del hubiese sido así o no; el dueño del rodaje es  uno que juega un  juego de quemadas, al narrador le compete la intricada forma de usar el estilete creador de una manera precisa para  que se imponga la obra.  El creador muere en cada obra en mano de sus personajes.
El escritor pone el ojo en la cerradura del papel, su mirada dentro de un espacio que rompe los límites de la ficción. Aparece desnuda y sin pudor la escena de la complacencia sin enmienda; experiencias de sexo, el pasivo y el activo de la atracción fetal o fatal, lo digo irónicamente, eses fatales dice Sonia manzano a su novela, cada cual a su gusto inventor, ser uno o querer fundirse o difundirse, ser sin y con existencia. El ser exige una identificación, luego qué.
 La monotonía escaba la nómada mirada.  Hasta elige a pretexto de oficializar una reciprocidad de cómo se ponen intensas las pupilas.  Se dilata el control, se desorganiza la perspectiva, sólo fue a estudiar, pero los imprevistos, vistos, provocados con o sin disimulo.  Ningún mirar es inocente.  Te observa la vista.
Público asistente al Café Galería Barricaña.
De informal pasa al formalismo. Oficialismo en la convivencia articulada en las cuentas del hambre, necesidad, compañía y  “colchones” para, descansar, soñar, dilucidar y  algo más.  Descubrirse en el encubrirse hasta que se rompa la secreta, esto es, quién es cada uno, y que hay dentro del sobretodo del revés de los actos.

 Lenka sin rodeo le pregunta la típica sospecha “si eres casado, dímelo, sabré a qué atenerme”,  la novela funciona, entona el dial, los capítulos se dibujan y desdibujan, calcomanía se pega y despega en la punta de la lengua del estudiante en Madrid, La maqueta un paso doble o corrida de toro, vino mejor. Lo riega en su cuerpo y lo lame. Pautas querido público, es tan visual la obra, que usted podrá imaginar, mejor adquirir el texto.

Fabián, tiene más de una realidad en la línea imaginaria de su psique, y en la palma de su mano lo leyó y calló hasta el fondo de la viña hedonista del firmamento corporal donde uno se pierde para que aparezca otro. O la otra existencia de la sensualidad sin y con dolor, este último reposa en el mutis. La ficción no es una opción, “vivir para contarlo” o descontarlo, ya es asunto de ubicar las piezas del rompecabezas. Alfil al cuerpo, dama mueve, el rey no puede más, la comarca desamparada entre el blanco y el negro de la pasión sin sangre, eso sí, color y sabor a lujuria, ebriedad, también café, no sé si el de la Flor de Manabí.
Una muestra de los libros de Mar Abierto, entre los que destaca "Amor más allá de Madrid".
El que recuerda y escribe se mete a la realidad de la mirada sin pasar desapercibido casi nada, desarticula la crónica roja de los cuerpos desnudos a la deriva del que observa y se sabe mirado, mirándose en ella, ella lo devuelve a su ver; deja entrever; desafía los cánones de lo que se dice, se calla.  Provoca la muerte de eros, es tan cruel el placer que suscita flexión, cese, repeticiones del hastío. Reflexión tardía o cada uno por su lado va cosiendo la media chulla.
Se experimenta  en la vida de estos personajes la búsqueda de un ahondar al ser desagarrado en un desencuentro con el quién dentro de un yo dirigiéndose a un , que puede ser el personaje, la voz narrativa y errante en el tiempo que no se ata al espacio de los cuerpos ni de la realidad.

Las mujeres que intervienen son detonantes del movimiento.  Parecen claras en su “rol” cada una sabe lo que quiere, o por lo menos se las nota empoderadas en su enlace y desenlace… Será así afuera de la página.  Eso no es lo que compete aquí, Fabián es nuestro objetivo.
¿Cuál? El suspenso de la intriga, a dónde quiere ir este arquitecto. Un hombre y  una mujer son más allá de lo que el cuerpo evidencia, de lo que los hace inquietar con los fuegos y humores humanantes, con la mirada desnuda de vergüenza, donde el paraíso es génesis carnal implacable de silencios, ruidos de pieles y búsquedas que no acaban ni con el juicio final, ni empiezan con la mirada fisgona de una moral que se camufla en ritos de pleamares de células ardientes.
Asistentes atentos al evento de Mar Abierto.
La palabra amor va dirigida a la ciudad de Madrid por parte del arquitecto, porque su meditar sin duda, sin piedad, sin gota de angustia es “han pasado algunos meses y tú me has permitido, defecar, agarrarme a los días como una garrapata. Te amo…tú me escuchas, es que sé que hay un pacto entre tu alma y la mía”. Amén. La bendición del todo poderoso y vaya en paz, ni tanto, todavía está por exprimir la mitad de esta naranja que no se deja probar la sensibilidad, aunque Lenka, que parece insípida según él, al decirle “que parece insensible porque vienes de una ciudad grande como ésta.  Por eso no puedes ver y sentir lo que yo experimento”. Ínfulas de controlar la situación el monarca del placer.

El nudo no cabe en el vacío de la existencia de los actuantes de papel ni en  los ojos del lector que toca el mundo que calla, que no cuenta, que no escribe, que tropieza en fantasías, censuras y ordenamientos de una sexualidad  insepulta, allá, acá, aquí, o allí. Cada cual con su diario vivir.  
Vivir y leer nos reemprende.

Esta novela ensaya un abordar el trabajo con el desecho, ese real que atosiga, real inubicable  del que no se quiere saber y se complace en la turbación del hacer o deshacerse en el otro como  un juguete  que se desecha o se echa a lo que sea y venga. ¿Acaso guiñapos del placer en la nada erótica? A follar sea dicho,  joder maja, y cómo es que dicen en España, me cago en dios.  Y Fabián ama a España y si hay un culpable es Dios.
¿Maldita o bendita sea esa culpa cabizbaja en el que se atreve a hablar o silenciar qué?  ¿Existe una erótica sublime y pasional que no rompa el encanto? Adiós es nunca más, como el cuervo de ese poeta y narrador famoso. Nadie quiere morir en este ajuste y desajuste de banquetes sensuales.
Ubaldo Gil mientras se dirigía al público presente.
Los protagonistas, dos parias de sus propios cuerpos agotados de sus fronteras. Uno no puede ser parcela del otro.  Tiene que andar cada uno su propia certeza. Pero cuando el amor llega así de esa manera uno no se da ni cuenta…pero siempre el As bajo la manga te recuerda que si juegas, tienes que elegir.  Sartre dijo, la suerte está echada. La decisión ya existía en los protagonistas, una cosa es acompañarse otra es comprometerse, detenerse, atenerse a las consecuencias… Y ni aún así, ¿qué significa ser consecuente en el desquicio de los amantes?
El narrador es uno que recuerda. En el contar repara los fragmentos.  El órgano central de la novela se organiza, cuál es ese órgano, lo masculino a la deriva de lo femenino.  El descubrimiento de una sexualidad donde el personaje activa un poder que lo hace creer dominar la situación de la geografía corporal de la hembra pensante. 

La literatura: el plano de  un cúmulo de papeles que se van llenando poco a poco en la mano visible. El escritor excava una memoria en la perforación del texto, la elaboración conlleva distancia de eso que parece sin fin.  La palabra recicla la escritura y su interpretación.  El placer y el dolor van de la mano. Y los límites  son una libertad que no se puede ocultar la vida entera.  Te desgarra todo exceso. Eso no es todo, ni toda una vida. La vida no es una, ni uno es ella.
Cuando alguien se atreve a contar nace una historia más allá de la nada.  Cobra vida lo inentendible.  Actos que parecen de dos en el lecho de la trama.  El telar de la lengua madre está fragmentado como el cuerpo, como los orificios que se van descubriendo. Se va acercando el sentido o sin sentido de que no sólo se  fornica, hay algo más que te hace estar contigo o abandonarte.  Ese no eres tú.  ¿Quién decide lo que se te  permite aunque creas que llevas las riendas?

El narrador es preciso, sin rodeo, destapa el caldero de la direccionalidad de la trama. El trópico del placer una insolación de fijaciones, de siluetas, de obsesiones ante las dentelladas de una mirada tocando otra.  Cortocircuito, irradiación. 
Tocarse o provocar un ver, o un viste o un mírame, o aquí estoy, o existo, aquí… La pupila toca, da una mordida visual a  la imagen no opaca que se refleja en el otro, ambos creen que está nítida, que es transparente, sin interferencia, nadie más existe, solo lo que se quiere ver. ¿Y qué más?
En primera fila Sicivel Villafuerte, propietaria de Café Galería Barricaña.
Los protagonistas, el arquitecto Fabián, Emily, la gringa de paso, que le da la lección de su vida, “lo nuestro” no existe, “si no ha pasado nada. Nosotros nunca hemos tenido nada”. Según él, “hoy he aprendido de esta mujer más de lo que he aprendido en las clases…”, No pierde el hilo, sigue a la rubia,  la rusa, Lenka, la chica del ascensor, “nos mirábamos sin palabra alguna”…”porque en Madrid la mirada es esquiva y cada cual anda en lo suyo”. El aparenta un perfil bajo ante las féminas, como que si no la cosa se da por si, dado que en la acción erótica rompe todo pretexto, domina el terreno, parece un diseñador de los espacios sensuales, como que conoce cada recoveco del “eterno femenino”, eso sí, parece dominado por la apetencia de un goce que no quiere saber de regresos.  La partida es todo inicio.
Lo vago se acerca a vagar. La tensión que tronará se hará “harapos”.  Pistas solamente.  ¿Quedarse petrificado, esconderse en un “vacío mortal” o “te propongo” algo que no tiene pista de aterrizaje, o enfilar la ruta de “vagamundos” “inmigrantes”. O lo peor de aún… o mejor quién sabe “llegar al seno de origen”.

El narrador, a la historia la hace material orgánico, humus del sentido, mezclas de direccionales, parquea la hoja a la desidia del beneplácito de la indomable comezón, tener sexo es una insuficiencia lícita o ilícita en la identidad  del documentado e indocumentado. Escondida doble, de la realidad y de ella, que no se sepa la plena.

Dejemos a Sonia  con la espera en su residencia. Ella permanece en la boca sellada del actuante manaba, planificador de estructuras y diseños dentro y fuera del plano. Su mujer, su esposa, madre de sus hijos está desde siempre como la soberana; allá la “turbulencia”  de ese amor más allá de Madrid. ¿Cuál será el  asunto en el apartado? serán los indicios del destete pasionario. Paciencia.
Él con apenas mes y medio en Madrid, con la beca ganada, salido de provincia de zona costera, desubicado en la ciudad, que tiene que andar con rollos de papel, subir a metros, y tantear las casualidades, si salen como que nada. Aparecerán en el suceder la historia otros actores, invitados al tocador de la fantasía o al comensal de las pruebas “sin tapus”; dejarse llevar, a pretexto del rock, la música desamarra el caos, la ebriedad, toques “peligrosos”, cruce, cambio, “juego de intercambios”.  Las culturas, la confrontación de lo permitido, lo ilegal se escabulle en el sin compromiso; vale. Todo pasa, nada queda, algo se va, quién viene, vaya qué, algo “eventual”.  Experimentar. Hay cuatro, Fabián, Lenka, el español y la alemana, sexo en grupo, orgasmo del universo, la tesis de Wilhelm Reich versus el arte de amar, de Erich Fromm, dos polos opuestos.

Y el acuerdo de este par, Lenka y Fabián que casi  al inicio apenas un pestañazo de cruces de ojos, de mirarse con ánimo quizás de no sentirse aislados entre solos esquivándose la intensa señal del aquí estoy por sí, la busca, salen, luego  pasan a convivir,  dado que es “cuestión de vivir, de vivir y amar”.  Toman distancia de la experiencia del libre albedrío.  Firmes en los estudios,  lo tácito de la convivencia, van llegando a términos de sus estadías en la ciudad testigo y muda, sus  pasaportes caducan, “tocan vivir ilegalmente” se estrecha el tiempo.  Conviven con la economía ajustada. Ella trabaja por los dos. Más claro,  se acerca el final del por qué están allí, fueron a estudiar y están a punto de “terminar los exámenes”. F y L, cuerpo, posesión, dominio y el andar de una sexualidad que experimenta trastocar al eros, al génesis mortal, sus ansias son gulas corporales que no dejan domesticar ni enjaular las sensaciones.  El paraíso huele a “pozo femenino”.  La avaricia de un descubrimiento en las quebradas de los cuerpos en ese encontrarse en el perderse y hundirse en la soledad sin palabras antes que estalle o se vaya al precipicio la razón.

Esta novela me reenvía al último tango en parís, al Kamasutra, al Márquez de Sade, al mismo Henry  Miller, Anaïs Nin, que escarban la experiencia, los abismos del cuerpo hasta agotar al vacío. El cuerpo se desprende del placer provocando una repetición que no sacia ni a la misma muerte.  El miedo de vivir exige un golpe de gracia o de remezón.  El placer es verdugo, te somete hasta dejarte sin ti. La sexualidad es inexplicable, no es exacta, es ilógica, hay teorías, y cada una construye tesis de ausencia y presencia, de Edipo mirándose en el espejo del crimen, de zonas erógenas “sin límites”, de bordear el cuerpo como un experimento de emociones, de servidumbre sobre los goces que aparentemente se domina, y que en el fondo doblegan como una jauría de sensaciones que devora a uno de los amantes y antes de ser festín es mejor cortar por lo sano. ¿Es insana la gula o la turbación del sexo que te lleva a un más que te reduce o te inmoviliza el deseo de ver a otro lado, digamos hacia ti mismo?

El lector está como un mirón en el orificio del deseo que no cabe en el paréntesis de la composición que se hace un nudo, en este par de amantes que se atan y desatan en la apariencia terrenal de sus topologías y jugadas corporales.  Cuando uno de los dos esconde algo es que  no hay inicio, solo un experimento de cuerpos a punto de explotar más allá de los humores.  El papel se va humedeciendo, necesita secante, o una salida sin explicación, sin lucidez. O como lo dice él becado “poco a poco, sin darnos cuenta, la pasión se estaba convirtiendo en un formalismo y proyecto de vida”…”pero la realidad siempre me hacía volver a la realidad”. A pesar de que dice él, “yo no tenía remordimiento, ni pena, ni temor, sólo tenía preguntas”… ¡Ole!

Este libro nos invita a leer con cautela el “imperio de los sentidos”. Nos lleva a quitarle la prótesis a la soledad.  Nos desarma con la  llama de la angustia congelada en el calor que se fricciona.  Suscita repensar que todo miedo oculta a uno dentro de otro.  Te hace rebuscar en el apartado la carencia de ti mismo que quieres hallar o marcar en el otro como una huella ¿identificable o no? ¿Dependen, según sea el reconocimiento o la caída de la evidencia?
En escena aparece Miguel pana del becado, que le dice “ vive pero no muy de prisa. Aprende lo que más te conviene y lo demás lo botas como la mierda”. El relato sigue su curso. Este amigo, su superyó, o su doble que le hace efecto o lo afecta en la trama como sin querer queriendo. Los amigos son para sacudirte, remecerte.  Hasta jugárselas de salvoconducto.  Para ayudar a extinguir la pena de la muerte, ojalá no pene el muerto se dice, para salvarte de la inercia afectiva, sino puede, te engancha o busca.  Fabián estuviste en el vagabundeo de tus restos mortales.  Hay que salir para entrar en el que empiezas a conocer.

Una escritura destapa los sesos. Te  despabila o hace el llamado a perturbar, turbarte, sacarte de quicios, te mortifica el estado del momento actual, te confronta quieras o no con tus visiones, delirios y fantasías de un goce que aniquila si no tiene un tope.  El placer irrefrenable atrae al espanto.  El otro te ve como maligno.  ¿Y tu mirada hacia ti mismo te manda a dónde?
Monstruoso placer sin escrúpulos dentro de ti la tribulación se esconde, te despoja, te polimorfa,  usufructúas,  lo usas, te uso, lo usamos; voracidad sin ley. Avaricia del reflejo en el agua virtual  del narcisismo, antojo seductor de ahogarse en el vacío materno, o la manipulación de la nada en ese “placer mortífero”, tentación sin barreras, casi fulminante. La ley doblega hacia una vía. Renunciar o la muerte psíquica.  Elegir.

La razón es insuficiente, el qué me importa es a medias, lo inerte del cuerpo es parálisis emocional en la cueva del silencio, lo doméstico otra forma de rito.  La jaula del pánico corporal quiere encontrar la salida del laberinto del miedo agazapado en la ruta que calzas y descalzas.
Uno más uno no es dos, dos menos uno es uno, uno menos uno es cero, cero menos cero es cero; al cero le quito la c y nace ero y a este le aumento la s y tengo eros. Dios cruel que arrebatas y das.
Os: es el orificio externo del útero, abertura en la punta del cérvix que separa el útero de la vagina. Di(me) Cogito (pienso) Ergo (por lo tanto) Sum (soy) La función o disfunción del ser que no es lo mismo sea que o sea… (Sé algo de ti de mí no sé)  El conjunto vacío de la existencia cuestiona el límite de otro.
El vacío del otro nunca calma ni colma la perfecta ignorancia.

En algún momento otra parte de ti y de mí no es de ninguno, ni de eros; el tánatos es una criatura “suave” entre los que engendran una lucha pasional que conlleva a la aquiescencia, la muerte no sueña la vida, pero esta sí y hasta la porta, hasta la nombra, hasta la convierte en ausencia y presencia, Acaso eso es el sexo, el colmo de la incógnita que ama y odia el espejo sin imagen. Sólo queda tocar los extremos sin perderse en la sombra que desaparece en toda partida.  O como dice el autor “a mí me toca el papel de la vida”.

Vuelvo a la realidad del libro de editorial mar abierto, orillo la lectura, escucho la voz del arquitecto,  que dice “también podía ser que la vida estuviera en borrador y uno no hace más que distorsionar o mejorar ese borrador”.  El cuerpo aguanta tantas escrituras, tachones, el borrador borra lo imborrable.  Borramos con la ilusión de la corrección.  El borrador se gasta.  Pasar a limpio el duelo de la separación, y no de la pérdida del uno del otro.  Uno que fue en el dos sea escondido o encubierto o descubierto.  Dios es invisible, el hombre es divisible, la mujer es visible. 
Lectores y seguidores de Editorial Mar Abierto. 
El humano es falta acometida, la palabra lo salva o lo redime si la repara.  La culpa incita a espiar, conmigo no es, o es que. Nace la duda.  El animal ni se inmuta en su naturaleza.  El culto a la pasión es irreverente. La ley te pone en principio, te ubica la jurisdicción de no todo está permitido. El “pánico” es un miedo inaguantable, la impotencia de no ser todo lo que creo ni toco o haces. Lo curas, o locuras. O divagar en la nada de la evasión. Paso, pase.  Y, firme la entrada o salida de…
Sólo queda desaprender del sabor  de saber que no sabe, pero se sabe en un cuerpo que tiene que reinventarse, reparar la vida, que vi, que da, sin exterminar lo único que sostiene, la masa corporal con forma humana y una psique que cae en cuenta de un deseo que no se atrapa nunca, que no es. 
Y, claro, se conversa con la vida aunque te apure o no, todo toma su tiempo.

Sólo el ser habla y escribe. Se propone. Reescribe la falla, la falta, la soledad con y sin correspondencia en la fallida existencia del amor y la sexualidad en el arte de vivir a media con uno y con una.  Lo demás ficción, literatura y continuar.
Sé tú a pesar de ti.

Texto leído durante la presentación del libro "Amor más allá de Madrid", de Ubaldo Gil. Evento desarrollado en el Café Galería Barricaña de Guayaquil el miércoles 26 de junio del 2013.





















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