viernes, 14 de junio de 2013

Más sobre "El Príncipe de los canallas"

Dentro de poco un nuevo libro verá la luz; se trata de El Príncipe de los canallas del poeta Pedro Gil, libro que está en proceso de producción y que ya está siendo muy comentado por los lectores de Mar Abierto.
En las siguientes líneas transcribimos un extracto de lo próximo que presentará el equipo editorial de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.

Cali, luz de un nuevo cielo
     
El negrito se elevó y se mantuvo unos segundos en el aire. El puñal le entra a la yugular. Yo, testigo sin quererlo. Era un aprendiz de misionero, predicaba y estaba arrecho. En la cabina de internet chateaba con la que entonces era mi ayuda idónea, mi mujer, mi compañera Catherine Z.

      Un caballero de traje blanco frente al ciber, unos 30 años, el traje  lo había comprado la noche anterior  porque iba a salir a rumbear con su novia, Lily, la veinteañera. Además esa noche tenía planeado arrodillarse ante la princesa, estilo película, para pedirla en matrimonio. Por eso la había invitado a una cena fastuosa  porque ese era su sueño de toda una vida. Y claro, hay que considerar el sueldo que ganaba como preparador de arqueros en las inferiores del América de Cali. Su mamá se había ido para el cielo, pero años antes se había ido con otro dejándolo solito con su pobre y borrachín papá. Un borrachín a quien él llamaba papá, ese es el asunto.

     Estuvo algunos años encerrado en el Penitenciario por violación –supuesta obvio-, obvio que lo violaron- si lo acusaba la familia de una virgen-. Salió alegando estupro. La realidad es que Lily, la quinceañera de entonces, no era virgen y era arrechísima, si le decían siéntese, se acostaba, si se lo sacabas te daba de cachetadas. Esa es la realidad: ella lo invitó porque él no era feo, músculos bien repartidos en el cuerpo, obvio porque en el cerebro existen dudas de sus músculos. Siguieron el idilio a pesar  el desconsuelo de los padres de la niña.

     ¿Y cómo está mi mami rica? Esperando esa cosita mi misionero. Escribe mi esposa la muy culta. ¿Qué color tiene su calzoncito? Es un floreado papito, ahhhh, ya se me están poniendo tiesos los pezones. La muy… Zas, me derramo.  A la carrera, al baño a limpiarme.

Le digo  a la mulata del ciber, cara de sabida, es el capuchino, se me derramo. Si, es el capuchino.
     En el  Redil. Hacía de nuestro líder un marica que apenas llegué me la montó. O porque era ecuatoriano o porque se enamoró de mi. De dos en dos es la prédica, así lo dispuso el Señor. Mi compañero era un negro fortachón que alardeaba de habérsela hecho mamar a los sicarios más despiadados del país en sus años de policía. Y eso era creíble, como este cuento, porque al diablo lo que es del diablo. Y  zas, según le habían revelado los ángeles en sueños, el gran marica declara a mi compañero un casi santo, un hombre puro, un profeta que gobernaría de generación en generación. ! Ja!, de-generación en de-generación. Si todas las mañanas nos reuníamos a mirar quien tenía el mejor culo entre las aspirantes a misioneras. Esteban, el líder, decía que a sus cuarenta años seguía siendo virgen y que las hembras del Redil lo perseguían y  las más osadas habían ingresado a su cuarto virgen y se le habían desnudado.
      Solo eso me falta, que me vengan que nuestro señor Jesucristo era promotor de la cultura gay. Ahí si me pongo al servicio del Príncipe de las Tinieblas. Vieron que nombres más bonitos  tiene Satanás: Lucero de la Mañana, Príncipe de este Siglo, Ángel de Luz. Señor de las Profundidades.
      
El Redil: nosotros las ovejas llevadas al matadero de la enajenación espiritual. No todos, por supuesto. Por la noche prendíamos las emisoras celestiales alabaré, alabaré, alabaré a mi Señor y por las mañanas nuestros canarios se imaginaban  entrar en las jaulas de las hermanitas. De lunes a jueves nos despertábamos a las 4 de la madrugada a orar y el día se nos iba en estudiar teología y estrategias para conquistar el mundo para Cristo. Y también cómo sacar el diezmo o plata para que nuestros superiores vivan en santa comodidad. Todo obrero es digno de su salario. !Ja!   Y nosotros los discípulos no recibimos un miserable centavo. Los viernes bajábamos a la ciudad a rescatar las almas. Golpeábamos las puertas y muchas fueron las puteadas. Los que nos recibían y aceptaban al Señor eran seres tristísimos. Así y todo ya estábamos a punto de recibirnos como misioneros. Una guajira me hacía ojito y por diosito que con ella me casaba y me iba a predicar el evangelio del  sexo por todas las naciones.

     El negrito se eleva unos segundos en el aire y le clava el puñal en el centro de la yugular. Esa elevación, ese salto me hizo recordar el gol que le hizo Pelé a los suecos. El niche con puñal en mano enfrenta sus ojos con los míos, pasa el índice por el cuello, la señal de a ti también te toca. Pasaron las películas de mi vida: toro salvaje, taxi driver, Lucky el Indomable, nido de ratas, chicote. Al instante las llantas de una bléiser estacionan cerca de la cabeza del cadáver de traje blanco. Flotaba en una laguna de lluvia y sangre.  Son unos humanitarios, pensé. Se  bajan tres hombres elegantes, todos de chaqueta de cuero negro.

    Nada de humanitarios, le entran a divino puntapié. Parecía una  escena de Buenos Muchachos esto es real no necesito jurarlo yo era cristiano,  estaba allí.  Y la novia, a tirar con otro. Si  tenía engrupido a   un capo. Chao cena fastuosa. Chao propuesta de matrimonio. Chao rumba. O no. Cali sigue siendo pachanguera.

De pronto como una nube de moscas, unos negritos, 10, 20, desvalijaron al cadáver zapatos, reloj, todo se esfumo, lo dejaron en calzoncillo, facilitando la tarea del tipo encargado de la morgue.

     Ese domingo habíamos evangelizado a 33. La edad de Cristo le digo a una líder. Mi compañero estaba enfermo, luego de la cena nos arrodillamos a darles gracias al todopoderoso por las almasrescatadas.                                                                                          
En Saloe, la montaña de ángeles caídos: Pankuko, el negrito, esta pegándose un bazuco.


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