Libro
de próxima edición desde Mar Abierto
Vienen desde la antigüedad con la caída
del Imperio romano. Crearon la iglesia Católica, su caminar es recio y fulminante durante la
Edad Media con descubrimientos y bulas papales. Cruzan guerras, revoluciones
culturales como El Renacimiento, la misma Revolución Francesa, la Industrial.
Se vigorizan con los inventos como la radio y la televisión que les guardan la
esencia del mensaje pero no la forma de difundirlo.
Dentro del género de las biografías qué mejor que las
vidas y obras de quienes condujeron este poder expansivo, la historia que los
atraviesa, el entorno que debieron consolidar, sufrir, cambiar o destruir,
desde San Pedro, el fundador, hasta Juan XXIII, en un largo compendio
investigado y escrito por el señor Luis Mario Chávez Arcentales, en obra
póstuma a editar en los próximos días desde la visión laica de la Universidad
Eloy Alfaro de Manabí, a través de su Editorial Mar Abierto. Aquí un extracto:
Inocencio
IV
Papa nacido en Génova y muerto en
Nápoles el 10 de Diciembre de 1254. Fue elegido en Agnani el 24 de Junio de 1243.
Sucedió a Celestino IV. Llamábase
Sinibaldo de Fiesqui y era Cardenal del título de San Lorenzo.
Cuando el emperador Federico supo su
elección exclamó: "Yo he perdido un amigo en la persona del Cardenal Sinibaldo,
pues ahora que ya es Papa será mi enemigo".
Así fue. Inocencio persiguió a Federico
hasta pronunciar sentencia de deposición formal del Imperio de Alemania y del
reino de las Dos Sicilias en el concilio bugdonense, primero del año 1245,
contando como el trece de los generales de la cristiandad, e hizo que fuera
elegido emperador de Alemania Guillermo, conde de Holanda, no obstante que ya
se hallaba coronado rey de los Romanos desde 1237 Conrado, hijo del mismo
Federico.
De aquí se continuaron cismas y guerras
civiles muy sangrientas en Alemania, Italia y Nápoles.
Quiso Inocencio que los soberanos de
Francia, Inglaterra y otros tomasen partido contra Federico, a lo que se
negaron constantemente San Luis y los otros reyes.
Uno de los capítulos de acusación contra
el emperador era tratar con los sarracenos, y sin embargo, Inocencio incurrió en
la inconsecuencia de escribir al sultán de Egipto que no se fiara de Federico y
abandonase su amistad, cuya diligencia tuvo el resultado de que le maltratase
con palabras el musulmán, respondiendo entre otras cosas: "Hemos recibido
vuestra carta y oído a vuestro enviado. Este nos ha hablado acerca de
Jesucristo, a quien conocemos mejor que vos, y honramos más que vos".
Tal era la corte del Papa Inocencio, que
no pudo estar en Roma porque le aborrecían, ni en Génova, su patria, por igual motivo,
ni en toda Italia por miedo del emperador; le negaron permiso de residir en sus
tierras: San Luis, rey de Francia, Enrique III de Inglaterra y Jaime I de
Aragón, por lo que se trasladó a la ciudad de Lyon, que era señorío de los
arzobispos.
Viendo el Papa que a pesar de sus afanes
tríunfaba el emperador, buscó medios de matarle con veneno.
Por fin, la muerte de algunos hijos y
otras desgracias continuadas acarrearon al emperador la suya. Le absolvió antes
el Obispo de Palermo. Mas, Inocencio reprendió ásperamente al arzobispo, y le
supuso incurso en excomunión por haber absuelto sin licencia suya.
Combatió el Papa a Conrado, hijo de
Federico, y muerto este rey (1254) aparentó tomar bajo su protección a
Conradino, su hijo, porque así reinaría en Nápoles y Sicilia bajo su nombre, y
en efecto se hizo jurar por regente del reino, pero le atajó allí mismo la
muerte a sus ambiciosos proyectos.
Los escritores romanos elogian mucho a
Inocencio IV. Se cuenta de él cierto hecho digno de recuerdo. Recibió su
Santidad una suma grande de dinero en presencia de Santo Tomás de Aquino, y
dijo a éste: "Ya veis que no puedo decir, como San Pedro, que no tengo
Plata"; y Santo Tomás le respondió: "En verdad, señor, pero tampoco
se ve que los paralíticos anden por milagro del sucesor de San Pedro, como anduvieron
entonces".
Inocencio IV excomulgó a Sancho II, rey
de Portugal, y a Jaime I, a este último por haber cortado la lengua al Obispo de
Gerona, de quien sospechaba el aragonés que no había sabido callar la confesión
real.
Murió cuando Manfredo se había ya
declarado enemigo de Roma.
Su instrucción, sus grandes
conocimientos en Derecho, dice el biógrafo Alfredo Franklin, "no pueden
hacer olvidar su avaricia insaciable, su carácter altivo e inflexible, su ambición
desmedida, sus empresas insensatas contra los derechos de los soberanos, y
sobre todo las guerras sangrientas que encendió y sostuvo durante los once años
de su pontificado".
Dejó estas Obras: "Apparatus super
decretale", muchas veces reimpresa; "De postetate eclesiástica et
Jurisdictione imperii"; "Officium in octavis festi nativitatis B
Mariae"; "Interpretationes in Vetus Testamentum". Además se
hallan diecinueve cartas de este Papa en los "Concilios" de Labbe, cuarenta
y ocho en la "Italia Sacra" de Ughelli; y cinco en la “Historíae"
de Dúchense.
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