viernes, 5 de agosto de 2011

Una revista de lecturas paralelas

Tradicionalmente, y al contrario de lo que pasa en Europa, las revistas universitarias en Latinoamérica han sido un experimento fallido, una criatura a la que no le han acabado de crecer los dientes. Estas han existido, tal vez hasta en demasía, pero pocas veces han alcanzado un desarrollo integral. O se han quedado en el estrecho corsé de su campus universitario, pecando de un excesivo tecnicismo, o han pretendido abarcar tantos temas que se han diluido tratando de encontrar su propia identidad.


Pero desde hace unos años para acá, en forma paulatina, las revistas universitarias –como instrumentos modernos de comunicación- han alcanzado una expresión más lograda en países de la región como México, Colombia y Argentina. De los tres, el caso que mejor conozco es el de Colombia. Hay en el vecino país, por lo menos, dos estupendos ejemplos de cómo una revista universitaria puede llegar a estratos más amplios de la sociedad, sin perder de vista los objetivos universitarios para los que fue creada.

Son La palabra, hecha por los estudiantes de la Universidad del Valle, en Cali, y Revista Universidad de Antioquia, en el departamento colombiano del mismo nombre.


La primera fue un modelo exitoso de lectoría, hasta tal punto que el diario de mayor circulación del Valle del Cauca –El País- les propuso distribuirla una vez al mes con el diario. Temas culturales, político-sociales, comunitarios y universitarios propiamente (de variada índole) comenzaron a reflejar, cada vez más, una sociedad mal contada por los medios tradicionales.

En el caso de la de la Universidad de Antioquia, esta se convirtió en un referente imprescindible dentro de la múltiple gama de revistas colombianas, logrando índices de lectoría nada desdeñables entre lectores de todos los ámbitos sociales.


Esta revista (Cyberalfaro) viene de esa tradición renacentista donde la universidad no sólo tiene compromisos con su alumnado sino con la sociedad toda, y por ende, el contenido de sus revistas debe estar en función de las más variadas ramas del conocimiento.


Cyberalfaro, ya en su número 21 (¡salud por eso!) es una revista-libro que se cocina en los hornos de la Universidad Laica Eloy Alfaro, de Manabí, y en esa dualidad gozosa (revista y libro) compone una sinfonía de temas actuales entre el ensayo, el comentario de prensa, el tema especializado y las reflexiones más urgentes sobre el rol de la educación.


Esta es una revista que ha venido a romper la tradición según la cual las revistas universitarias son “ladrillos” ilegibles con diseños nocivos para la retina. Esta no sólo que está muy bien diseñada, sino que visualidad y contenido son buen ejemplo de sobriedad, rigurosidad académica y, desde luego, buen ojo para los temas de actualidad seleccionados.


En palabras de sus editores, “las publicaciones editadas con el sello Mar Abierto hace mucho que dejaron de pertenecer únicamente a Manabí, porque ahora su panorama es nacional y cada vez más expansivo, generando múltiples lecturas, cuya finalidad es el análisis a fondo de las propuestas literarias y académicas”.


No es una exageración. Si ustedes revisan este número 21 que tengo en mis manos los temas son variopintos y están a la altura de los lectores más exigentes. Universitarios o no. La educación, un desafío permanente, del Dr. Medardo Mora Solórzano, rector-fundador de la Eloy Alfaro; Los desafíos de la universidad ecuatoriana, por Leonardo Moreira, vicerrector académico; El nacionalismo a prueba: últimos aportes de la historiografía de la Independencia en el Ecuador (2001-2010), del historiador y poeta Ángel Emilio Hidalgo; Ciudad y Literatura, de Cristian Arteaga son algunos de los artículos de este número.


También hay otro sobre una de las facetas de Bolívar que se hace urgente recordar por estos días: la de su compromiso con la libertad a través de la comunicación. Bolívar como fundador y director de periódicos, y no como inquisidor de la prensa en nombre de totalitarismos delirantes. La contraparte de políticos demagogos que se toman el nombre de Alfaro (como otros se han tomado el de Bolívar y el de Martí) para sus mejunjes ideológicos y sus exabruptos histriónicos.


Lean el comentario de Jorge Dávila Vásquez acerca del itinerario poético de Pedro Gil, desde el análisis de su antología personal 17 puñaladas no son nada, que confirma ampliamente, según Dávila, “sus calidades y la trascendencia de su dura, exigente, siempre honda y audaz palabra poética”.

Cyberalfaro tiene, como un buen cajón de sastre, un poco de todo: herramientas para todos los oficios y despertadores de lucidez para intelectos curiosos. Sus editores son pioneros en Ecuador en una tarea todavía por descubrir en muchas universidades más grandes del país: sacar una revista que bajó hace rato los escalones de su Alma Máter, para incrustarse en la esencia misma de una provincia (Manabí) y de un país (Ecuador).

David Sosa

Escritor, periodista y editor cubano.

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