lunes, 29 de agosto de 2011

Varios estilos en un Cerro de Cuentos

“La historia de mi pueblo empieza el día en que mi abuela vio pasar su vida en la espiral que dibujaba la piel de la patata que pelaba con esa maña con que las abuelas, pelan las patatas. Y es que mi abuela no la pelaba, ella desnudaba la patata…..” y me hizo ver a su padre con la camisa guayabera de las grandes ocasiones, a su abuela sacando de sus enormes senos mil y un cosas -como el gato cósmico lo hace de su bolsillo-, a su madre inventando el color fucsia allá en Meneses; un pueblo cubano que no aparece en los mapas. La palabra de Aldo Méndez, quedita, precisa, es poderosa. La noche del 20 de agosto llenó de realismo mágico el teatro universitario Chushig, uno de los escenarios donde se realizó el Festival Un Cerro de Cuentos.

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-Quiero leer mitología griega mamá, decía emocionada una adolescente al salir del teatro, al final de la función del español Arnau Vilardebó.

La especialidad de este cuentero es la mitología griega, hace dos años estuvo en Manta y premió con huevos de madera al público que entendía que Pegaso es un caballo alado y otras tantas características de los seres mitológicos. Nadie como él para recrear con la voz, con el cuerpo a los personajes del Olimpo, desde el imponente e infiel Zeus (Jupiter), la vengativa Hera, su famoso hijo Hércules hasta el mensajero Hermes (Mercurio). Arnau dejó a más de uno con ganas de acercarse a la mitología, pero “no de Walt Disney”.

El argentino Claudio Ferraro logró ese efecto certero que tiene lo insólito… con sus cuentos de autor nos metió suspenso hasta dejarnos helados con las historias de parejas aparentemente normales y felices, las mismas que son capaces de cometer crímenes caseros. También nos mostró que Caperucita no es tan inocente como la pintan, sino por qué tras salir de la panza del lobo se fue con un viejo leñador.

Mayerli Beltrán y Fernando Cárdenas, los más jóvenes del festival, trajeron el sabor y la picardía de su tierra: Colombia. Ella confesó que su repertorio era solo para mayores de edad, mas se las arregló para que los adultos rían como niños y los niños se rían de las cosas de adultos. Raymundo Zambrano, organizador del Festival en Manta, se quejó de que los padres llevaran a menores de 12 años, pese a que se había pedido no hacerlo para evitar así que el ruido rompa la concentración de cuenteros y espectadores.



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