jueves, 18 de agosto de 2011

FULGOR DE LA DERROTA: EL PARAÍSO DE UN TIEMPO PERDIDO DE MILTON





Por: Wilman Ordóñez Iturralde

Fulgor de la derrota es un texto-memoria. Un cuaderno de Joyce. Una nueva manera de colegir historia y lírica. Es, a mi parecer, no un libro, sino la poesía misma queriendo llegar a ser sujeto real e histórico.

Wilman Ordóñez.

Quizás el poeta Ángel Emilio Hidalgo en esta etapa de plena madurez intelectual ande buscando un Unicornio. No azul como el de Silvio Rodríguez que ese no es de su agrado, sino, uno metafórico, uno que se llame poesía. Buena poesía que transgreda todas las emociones y los tiempos. Cosa no muy fuera de la realidad, sino relativa a la verdad lírica. Ya que la buena poesía al igual que el unicornio azul, hoy, en esta moderna cultura líquida, está tan escasa y fuera de ser cierto.

Ángel Emilio sabe, como buen poeta y escritor, que Fulgor de la derrota es una respuesta amarga a lo sinsentido. Una respuesta a la banalidad mediática. Y me atrevo a decir, que también es una respuesta de Poesía bien escrita a los poetastros de la actual generación travestida y liviana que cree que todo en ellos está resuelto.

Leyendo Fulgor de la Derrota asistí al Paraíso de Milton. Cuando Milton dice "Decid, Poderes celestiales, ¿dónde hallaremos semejante amor? ¿Quién de vosotros querrá hacerse mortal para redimir el crimen del hombre mortal? ¿Qué justo salvará al injusto? ¿Habita en los cielos caridad tan tierna?" O al párrafo de Francois Rabelais en Garganta y Pantagruel, -que cansado de la rutina y la bulera mediocridad-, manifiesta:

"Ponocrates, amigo mío, estas moscas me están cegando; dadme una rama de esos sauces para mosquearlas".

En Fulgor de la derrota ya la voz lírica mismo es el sauce y la rama, va directo a la cabeza y golpea. Nos dice, grita y manifiesta que lo infeliz del tiempo es el tiempo mismo. Creo ver en esto al historiador Hidalgo. El historiador-poeta que busca respuestas racionales a través de un habla y palabra musical, Lirica. Que diga bonito y bien pensado, que la derrota del poeta no se debe a la historia, ni al tiempo, sino a los telenys modernos de Oscar Wilde que no asumen con fuero su propia manera de decir las cosas.

Tiempos, ritos, memoria, símbolos, mitos, este Fulgor es la conjunción de un estado del ser poético en trance más la realidad epistolar de los que no llegan a comprender la buena poesía. Una buena poesía que habite subterfugios y moradas no terrenales. Habitus morten de imágenes que solo pueden ocurrírsele a un poeta de tamaña elaboración como es el poeta Ángel Emilio. Nada raro me parece entonces que el poeta Balseca diga que "la labor notable que el poeta Ángel Emilio Hidalgo despliega en estos versos logra proponer un mundo particular de pensar". O que el poeta Mussó nos indique que Ángel Emilio es "rara avis que apuesta por mantener la reflexión en un medio que banaliza la existencia Y que deambula según las fluctuaciones de la moda".

Antes de la lectura de estos comentarios había dicho y afirmado en mi epígrafe que:

"Fulgor de la derrota es un texto-memoria. Un cuaderno de Joyce. Una nueva manera de colegir historia y lírica. Es, a mi parecer, no un libro, sino la poesía misma queriendo llegar a ser sujeto real e histórico". No en vano el poeta Hidalgo escribe: "Veo la ría suspendida a mis espaldas. El perfil de un hombre, a duras penas".

Desearía preguntar al poeta si acaso Fulgor de la derrota es la búsqueda incesante de un mundo antiguo en el mundo moderno. Si el poeta me dice que sí, entonces la voz lírica tiene razón: No hay búsqueda más extraña que un mundo antiguo en uno moderno cuando el mundo moderno desprecia la tradición, -que le asiste el tiempo como hecho de continuidad-, por considerarla vieja y lo viejo equivale a derrota y la derrota ha estado de hibernación. Muchas veces esta derrota,-que no es más que simbólica-; es incapaz de volver a tomar la iniciativa.

Por ello no quisiera pensar que este Fulgor, acabe por derrotar al poeta Ángel Emilio cuando éste afirma que: "Finalmente, el tiempo se desgrana. Recojo mi silencio entre los odres. Y escapo entre los gestos solitarios". Pero estos otros versos nos descubre la esperanza de la no perdida para decir junto al poeta Hidalgo que la nueva y buena poesía que escribe creará otros tipos de lectores y no menos cierto que mejores seres para una sociedad que no debe olvidar la ternura: "Búsquenme, mi rastro será lengua esparcida, devenir insólito del tiempo, mamo bajo el cual se encubren los mortales".

Algo que no eximo a la poesía novísima es su oscuro devenir. Debería esta novísima poesía retornar alojo-voz de los buenos poetas como Ángel Emilio que nos mantiene al filo del enjambre para no morir terrenalmente sin haber creído en la palabra y el poema como un monasterio de la metáfora y no como una pila de Demóstenes sucumbiendo a su cultura.

Siento muy hondo el final de la derrota, el final de una voz lírica a la que le duele seguir siendo verso. Seguir siendo poesía. Una voz que resuelve dejar al poeta que fue derrotado por las malas costumbres de otros que se creen poetas y conquistar al historiador a quien no le duele descubrir que la razón es menos dolorosa que la psiquis. Esta psiquis moderna flatulenta que anda al cepo de un puerto no habitable para emociones fuertes como las del poeta-historiador Ángel Emilio Hidalgo. Y fíjense, cuando la voz lírica de Fulgor de la derrota se deprime, la psiquis imagina viajes fuera del tiempo. A esta voz nada le quema. Es una voz ambivalente. Una voz que desde el otro lado de la tierra deja las tristezas mortales para cantar al igual que el pasillo En las lejanías estos versos de dolencia y espanto: "Ya para mis huesos, cuando yo me muera, tal vez lo más blando, tal vez lo más blando, será el ataúd." Y es que Fulgor de la derrota es este y todos los pasillos decapitados de una generación decapitada por incomprendida y azarosa. Una generación de fuste, de múltiples inteligencias y no menos cierto que, una generación de amantes de la palabra fogosos pero trágicos Hundidos y complicados poetas que jamás pidieron respuestas a sus tragedias.

De esta generación está hecho nuestro poeta Ángel Emilio pero superior en su manera de pensar, decir, contar y relatar los sucesos y sus improntas.

Una generación moderna decapitada de aquella a la "que nada le queda más que el corazón" como medio y fin de lo que el puerto menos debe borrar en sus huellas de puerto abierto y festivo: su amor a la buena poesía y su lectura del ritmo-espacio y tiempo, acorde a su moderno sentido cognitivo.

Ángel Emilio impone tareas sartreanas en este Fulgor. Que la literatura sirve para descubrirnos menos amargos; y la poesía debe servir para hacer de ella un habito de goce. Un habito hegeliano para pensar y descubrir nuevas maneras de mantener en movimiento la palabra que todo poeta que se precie de buen poeta debe poseer sin tiempos ni noches demasiados largas.

"Fulgor de la derrota es un texto-memoria. Un cuaderno de Joyce. Una nueva manera de colegir historia y lírica. Es, a mi parecer, no un libro, sino la poesía misma queriendo llegar a ser sujeto real e histórico". Jamás podrá Manta, ni el país, olvidar esto después de su lectura.

Y a ti hermano poeta Ángel Emilio Hidalgo, te diré lo que Cayo Valerio Catulo le dice en Cármenes a Celia Rufo cuando se ve derrotado por lo que dicen los lectores sobre su poesía sin siquiera sentir el fulgor de sus versos y el mensaje que deseaba transmitir a su mundana, feroz y mediocre sociedad:

"Contra ti, si contra ti alguien, hediendo Vectio, puede decirse lo que a los verbosos se dice, y a los fatuos; con esa lengua, si el gusto te viniera, podrías lamer los culos y los zapatos rústicos. Si a nosotros todos perder del todo quieres, oh Vectio, ábrete; del todo harás cuanto ambiciones".

Fulgor de la derrota nos llega a tiempo. Así, como asta y cincel estos versos recuperan en nosotros la lectura de la buena poesía escrita en nuestros márgenes. ESCRITA PARA NO MORIR EN LA DERROTA, NI MORIR, EN EL FULGOR DE LA DICHA.




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