Por: Leticia Loor
En una tarde de profundo silencio que invitaba a la lectura, sentada en un sillón con el libro “Parecen buenos muchachos” de William Happe, hice un paréntesis para dejar vagar mi mente sobre estos relatos, …y un pensamiento muy sencillo fue lo primero que me afloró, algo que muchas veces al leer o al ver una película, nos formulamos con una simple pregunta: ¿cuál es el bueno y cuál es el malo?
Pues bien, en estos relatos de William Happe, esta pregunta se torna innecesaria, a medida que vamos leyendo, pues, nos vamos despejando y despojando de valores tradicionales, como el bien y el mal. Estos valores, se esfuman en esta literatura, donde el mal es prácticamente el protagonista de los cuentos; más bien nos podríamos cuestionar: ¿hay héroes o antihéroes? La Rochefoucauld, escritor y moralista francés dijo: “Hay héroes en el mal, lo mismo que los hay en el bien”.
Se dice, además que todos tenemos algo d buenos y algo de malos, entonces, ¿será que Happe, prefirió dedicarse a sólo una parte del ser: es decir, al mal? Bien decía Séneca: “donde quiera que haya un ser humano, existe una probabilidad para la bondad”.
Peor hablando de ese mal, en esta antología de relatos, vemos que no está presente para darnos enseñanzas moralistas, sino más bien que está entretejido en medio de las palabras que forman cada historia, como uso y recurso literario.
Helmond Happe (en medio y de rojo) hijo del escritor William Happe, representando a su padre en la presentación de Parecen buenos muchachos.
William Happe, nos muestra otro mundo, antítesis de escenarios frecuentes en la literatura, de ahí su título: Parecen buenos muchachos, donde los personajes salen de mundos bajos, y se desenvuelven en entornos de mafia, violencia, crudeza, venganzas, robos y asesinatos. El filósofo griego Epicteto, nos dice: “si quieres ser bueno, cree primero que eres malo” y es que en calidad de lectores, vemos que Happe, en sus relatos, nos presenta el mal que “acecha” y que domina a sus protagonistas, constituyéndose en el hilo conductor de estos cuentos.
La voz narrativa entonces, se convierte en un agente sensibilizador, para que podamos compartir y ser cómplices y testigos de las emociones de los personajes.
Si analizamos el lenguaje, reconocemos como el escritor nos da a conocer a los actantes sin necesidad de incurrir en delatarnos quiénes realmente son. En el relato “Irresponsables es la palabra”, cito: “Discúlpame brother…”, en otra cita: “Nos dirigíamos al carro, le dio a prender una grifa, pasaron los anormales y nos pararon…(y concluye) les di 15 lucas que cargaba…”, con este léxico, nos va dibujando a unos marihuaneros, donde cada uno tiene apodo; algo inusual entre ellos, y nos lleva a vivir las aventuras de estos seres, con sus angustias de ser atrapados y lo que van sintiendo cada uno, llegando el lector a percibir y cuestionarse, ¿cuál es el proyecto del que hablan? ¿cuál es el traidor? Y por supuesto, el mal está ahí latente. ¿Serán buenos muchachos?, en este relato apreciamos la buena caracterización de los personajes, por ejemplo, el jefe del operativo, aparece, con cadenas, brazaletes y anillos de oro, típica representación de un jefe de la mafia, que nos hace pensar en un nuevo “Padrino siciliano”.
En el relato “Acorralados”, nos acerca al hombre que tiene una carga emocional a la que el autor nos conduce con frases, cito: “Recordar significa traer a su mente un cementerio”, ¿nos quedará duda alguna de que se trata de un asesino? El mal, está impregnado en el protagonista, ni como cualidad ni como defecto, simplemente, como una parte de su ser, cito: “El tormento de los muertos se fue convirtiendo en indiferencia”.
Yo mencioné “Héroes y antihéroes”, en el cuento “No me abandones por favor”, Dago, es el héroe de dolores quien tiene puesta las esperanzas en él para su libertad, cual personaje de las novelas de caballería, donde la amada espera que su héroe la salve. Leemos las peripecias que él hace para lograrlo, pero así mismo descubrimos, que él mismo es su propio antihéroe, con todas las actitudes y acciones que va realizando.
William Happe, al jugar con nuestras emociones, donde somos testigos y cómplices, nos va transformando en lectores “activos”, que como bien decía Cortázar, es el objetivo de todo buen escritor.
Podemos entonces hablar que Happe en esta antología nos muestra el retrato de la literatura negra por sus personajes, por la violencia, la crudeza y ambientaciones.
La literatura negra es, como la definió Raymond Chandler en su libro El simple arte de matar, que esta debe su nombre a ciertos factores: como a los ambientes “oscuros” que bien se pueden asociar a un tipo de novela policiaca, pero donde la resolución del misterio o es el objetivo principal, aclara que esta literatura es habitualmente muy violenta, y que las divisiones entre el bien y el mal están bastante difuminadas, sostiene además, que la mayor parte de sus protagonistas, son individuos derrotados, en decadencia, que buscan encontrar la verdad.
En la Feria Internacional del Libro en Caracas, en el 2007, se trató sobre el tema de la literatura negra. Aquí algunos críticos señalaron, que estas obras se las puede relacionar con el contexto social, apareciendo algunas veces, como tono de denuncia y de crítica social. Considero, que este criterio, en el caso que estoy tratando, no se aparta mucho de esta realidad. Posiblemente la intención del autor, no fue esa, pero al sumergirnos en sus relatos, con estas fotografías universales, no podemos descartar, que ese contexto es real, y es aquí, donde la literatura entra a darle sus toques de ficción.
En los relatos “Todo lo que ha pasado”, “Llamada privada”, “Ya estamos llegando, Matías”, “Mejor vamos otro días”, la ambientación emocional es esa, violencia, asesinatos, seres que se desenvuelven en un escenario del mundo bajo, lujuria, prostitutas, transexuales que confiesan poseer el virus del SIDA, como en “Llamada privada”, que la mujer confiesa y se arrepiente, cito: “Fui tremenda, tremenda” y lo hace reiterativamente. En “Todo lo que ha pasado”, el autor narra la historia a través de juegos con la memoria, donde el protagonista es el héroe de su hijo y el antagonista es su memoria misma. Asimismo, en “Ya estamos llegando, Matías”, el mal está insertado en su personaje, cito: “De aquí a mañana, sabremos todita la verdad, y no quedará ninguno para que cuente el cuento”, pero este mal tiene pluralidad, cito: “Empujándonos por los rumores o el soplo del viento, sin preguntar si eran bueno o malos los que íbamos dejando tirados en el camino”. Es preciso que mencione que en este cuento, su ambientación me transfirió a los cuentos de Juan Rulfo, cuando los personajes avanzan y esperan llegar a algún pueblo donde se puedan acabar sus conflictos.
En el relato “Parecen buenos muchachos”, nombre de esta antología, los lectores, no estamos de simples espectadores, estamos frente a una lectura activa, donde nos transformamos en testigos y hasta cómplices al ver a Mike frustrado de que no le resulta ningún trabajo y recurre como estrategia para salir de sus problemas, a asaltar un banco. Él nunca había hecho nada malo, al punto que el oficial que los atrapa dice: “Parecen buenos muchachos”. ¿Es el juego del destino? ¿es el mal que se nos mete en el cuerpo? En este cuento, Happe, literalmente coloca la lucha entre el bien y el mal, y por supuesto, si estamos dentro de la literatura negra, el mal triunfa.
Dentro de estas ambientaciones, no pueden faltar los juegos de azar, donde el ser humano siente la adrenalina revoloteándole por dentro mientras hace sus apuestas. En “Rumbo a los casinos”, entre apuesta y apuesta, van insertándose historias realizadas por sus personajes, quienes tienen una visión del mundo tan baja que exclaman: “El mundo está repleto de mierda”.
Como lectora atrapada por estas historias, me remonté a la novela de Geoconda Belli “El infinito en la palma de la mano”, obra en la que la escritora nicaragüense, recrea literalmente la historia de Adán y Eva; en estas páginas, percibimos (como en la Biblia) como el mal triunfó sobre el bien, y como estos dos seres cambian sus vidas por su propia elección.
“Él era un buen hijo”, se desarrolla en un ambiente rural, donde nos presenta la búsqueda de una mejor vida, pero nos conduce a concluir, que para lograr el éxito, el personaje tuvo que intimidar con el mal. Cito: “Cuando regresó con mucho dinero compa, él ya no era el mismo…cargaba unos pistolones igual que sus tres amigos”.
Y nuestras emociones vuelven a alterarse al leer: “Dile que lo andan buscando”, ya el título nos transporta a la historia en sí. El protagonista está encerrado físicamente en sí mismo, pues sabe que lo andan buscando y tiene que esconderse. No se precisa su falta, pero no es necesario, sus temores de ser encontrado, lo delatan todo, su miedo y sus angustias lo persiguen y atormentan, no se siente libre por más que lo intente, cito: “Quiere sentir la carne fresca de una mujer, capaz de hacerlo olvidar el peligro que corría si salía a la calle”. En este relato, el protagonista sabe y siente que el mal no lo abandona, que es como un fantasma que lo acosa.
Para concluir, si retomamos el estudio de la literatura negra, no podemos dejar de pensar en Edgar Allan Poe, quien se caracterizó por la literatura policial y negra, tal como su cuento “Crimen en la calle Morgue”, donde el misterio, la violencia y el horror hacen gala en la historia, algo gótica también. Este tipo de obras, nos conectan directamente con William Happe, quien toma para recrear historias, experiencias de un mundo que está presente, mundo de las crónicas periodísticas de nuestros días, cuyos habitantes circundan por las calles, topándose en silencio con nosotros, y tal vez si los miramos, podemos pensar: “parecen buenos muchachos”.
(Texto leído en el Café Galería Barricaña, el miércoles 6 de abril del 2011)
(Texto leído en el Café Galería Barricaña, el miércoles 6 de abril del 2011)
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