viernes, 8 de abril de 2011

Arqueología y etnohistoria del señorío de Cancebí en Manabí Central


Marco Suárez, junto a las escritoras María Leonor Baquerizo, Sina Mondavi y Leticia Loor.


Por: Marco Suárez

Tócame el inmerecido honor de presentar ante ustedes el siguiente libro: Arqueología y etnohistoria del señorío de Cancebí en Manabí Central de los autores Jorge Marcos y Tatiana Hidrovo.

Si bien el libro lo inicia Marcos, para efectos del presente discurso comenzaré por la exposición de Hidrovo, ello sin menoscabo de la estrecha colaboración interdisciplinaria que trasunta la obra, y que se expresa en la frase que cito a continuación:

Cito a la autora: "Las evidencias arqueológicas y los testimonios escritos hispanos, demuestran que, en la costa central de lo que hoy es Ecuador, existió, entre los años 800 y 1350 un espacio articulado por un orden político integrando un conjunto social y económico mayor, que se extendía desde la actual provincia de Santa Elena hasta la de esmeraldas" (página 113). Este párrafo encierra la tesis central del libro.

Dirá Tatiana, cito: “Desde los Estudios Históricos nos proponemos mirar los testimonios producidos por los cronistas, algunos informes de funcionarios de la corona y mapas del siglo XVI, para extraer e interpretar datos que nos permitan definir ese espacio cultural y las peculiaridades de lo que ellos llaman Cancebí, Manta y Puertoviejo" (página 113).

La autora se explayará en sostener una argumentación en torno a ciertas palabras que aparecieron en el marco de la invasión hispana y que parecen hacer referencia a un mismo espacio; sumándose a la preocupación local por aclarar el origen del nombre del segmento central de la provincia actual. Recopila aportes de los cronistas más conspicuos, cito:

“Los primeros avances de las huestes españolas fueron por vía marítima, por lo tanto sus observaciones de la realidad continental estaba mediada por la distancia, y el único contacto próximo había sido el del encuentro con los indios balseros durante los primeros avances. En ese sentido, Pedro Pizarro fue uno de los españoles que vivió el estupor de pisar tierra tan extraña por primera vez. Dice su crónica que junto a Coaque se encontraba un puerto que se llamaba Cancebi, y agrega que Almagro se desembarcó y que desde Cancebi, venían a pie. En Coaque los españoles tomaron más de doscientos mil castellanos en chaquira de oro y de plata, coronas hechas de oro, esmeraldas y muchas piezas de metal precioso. Como de ahí en adelante los españoles no encontraron otro Coaque, el desencanto nubló la mirada de los advenedizos, para quienes cualquier realidad era juzgada por la diacronía opositora: buena tierra, oro y mucha gente; y mala tierra, manglares, lagartos, sin oro, sin gente, sin ovejas, donde nacían la berrugas a causa de dormir en colchones de ceybas o por comer pescado dado por los maliciosos. Por todas estas causas, una vez vaciado el oro de Coaque la tierra era mala, en oposición a la ideas de buena.” (página 125)





Que servirán para configurar su "espacio cultural" o espacio dotado de sentido por sus ocupantes, cito:
“El espacio físico se vuelve un espacio socio cultural cuando sus pueblos históricos lo dotan de sentido, construyen significados y desarrollan una forma específica de relacionarse entre sí y con sus ecosistemas. En él circulan elementos simbólicos comunes y se localizan distintos pueblos, los mismos que interconectados constituyen una dinámica que Brunet llama los “Juegos universales del espacio”. Ese espacio, es por otra parte, como dice Amodio, un espacio interno o internalizado en las representaciones de los habitantes, y su geografía es parte sustantiva de la identidad.” (página 159)

“Este conjunto de pueblos designados por los distintos cronistas formaron parte de un espacio cultural extendido, que se diferenciaba relativamente de los pueblos ubicados más al sur, alrededor de la península de Santa Elena y el interior de la cuenca del Guayas, según la insistente distinción que hacen Cieza de León, Zarate, Garcilaso y Benzoni, a partir de las costumbres, habla, forma de vestir y religiosidad. Cieza de León establece que los que están entre el río de Santiago (al norte) hasta Zalango se labraban el rostro, vestían con camisetas de algodón y adornaban con chaquiras coloradas. Para Cieza “los caraquez” pertenecían a otro “linaje”, andaban desnudos, no eran “labrados” y eran “behetrías”, criterio con el cual coincide Garcilaso. El Inca Garcilaso señala que estas naciones - behetrías eran las de Apichiqui, Pichunsi, Saua, Pecllansimiqui, Pampahuaci, y más al norte estaban los indios de Pasau. Esto plantea una complejidad porque significaría que en el mismo territorio donde supuestamente estaban los labrados, estarían las behetrías, caracterizadas por tener aparentemente menos organización social y política. Significaría acaso que la articulación política de los pueblos no estaría definida por fronteras territoriales claramente establecidas, como ocurre en el presente, sino por otras variables. Otra posibilidad es la de que existiese una división cultural dada entre los pueblos de tierra adentro y los del borde costero. Hoy, el pueblo de Pinpiguasí, cuya asociación sonora con la “behetría” Pampahuasi reportada por Garcilaso, queda al interior del valle del río Portoviejo y río Chico. La diferenciación cultural no significaría la carencia de una unidad política o sujeción de ciertos pueblos a una autoridad o centro administrativo. En ese sentido hay que recordar que en la crónica temprana de Samano se advierte que ciertos pueblos situados hacia el norte, estarían sujetos al Señor Calangone.” (página 165).

Y uno de cuyos símbolos es su denominación; argumenta que sí hay convergencia de criterios entre diferentes fuentes, entonces es un espacio reconocido, y estos se nota en la reproducción, la que se logra por el ritual (geografía sagrada, p. 195 párrafo final; y religiosidad, página 199 segundo párrafo y página 203 tercer párrafo; página 211, segundo y tercer párrafo).



Marco Suárez leyendo su texto


Marcos, se propone un abordaje de la arqueología desde una doble perspectiva; por una parte hace un paneo amplio de la evolución de la arqueología de la costa, que desembocará en la concepción de la región Manabí Central por parte de Estrada, con una mirada a los escenarios naturales en que ocurre y por otro, como estos diferentes aportes, pese a las limitaciones en que ocurren, van tejiendo una mirada del pasado local el cual, desde su posición teórica de ciencia social, derivara necesariamente en la conformación de entidades que los estudios clásicos habían definido como civilización pero que él reflexiona que no se puede hablar de la misma sin considerar que estas sociedades entran a ella conformadas en un Estado; así la constatación de pruebas de la existencia de cazadores recolectores, horticultores de campamento, primero y luego horticultores aldeanos, ya con un ideario de la realidad; relaciones a variada distancia, explotación de diferentes medio ambientes, emergencia de especialistas, etc., aportan con los diferentes ingredientes de una totalidad compleja de alto nivel, similar a la surgida en diferentes lugares tanto del continente local, como en el desarrollo de los conquistadores .
Cito “…Los primeros agroalfareros Valdivia demuestran su vocación navegante al colonizar, hace casi 6000 años, la isla de la plata a 25 millas de la costa. De esta vocación marinera surge un entramado de intercambio que unen y engendran lo que los arqueólogos de la primera mitad del siglo XX, intuían y llamaron América nuclear... en que el Ecuador formaba parte de un espacio geográfico cultural que llamaron el área intermedia. Hoy sabemos que el Ecuador Antiguo fue eje de ese sistema. Emergieron entonces en nuestro territorio sociedades complejas que evocan a las que aparecieron a lo largo de la ruta de la seda, o entre las ciudades-estado de la liga hanseática"(página 101).

Es aquí, en la concepción del “espacio geográfico cultural” como punto de convergencia de Tatiana y Marcos, que abordajes arqueológicos e históricos son articulados.

Hay pues, tanto desde la perspectiva histórica como de la arqueológica de Marcos e Hidrovo, reflexiones que confluyen a develar, a sacar a la luz, un proceso sistémico, que había estado ausente de las predecesoras argumentaciones pasadas, las cuales reconocen como herederos que son de ellas, pero que, a la luz de nuevos enfoques, nuevas formas de reflexionar y pensar sobre datos y teorías, proponen superarlas, y con ello esperan trazar una senda que es más que seguro será seguida por más de uno.

La lectura es amena sin los recovecos del lenguaje muy especializado, lo cual la hace apta para un público amplio, pues, más que un dictamen tajante, aportan con un conjunto de reflexiones que el mundo académico acoge con beneplácito; opción que estoy seguro será la elegida por la culta sociedad ecuatoriana.
(Texto leído en el Café Galería Barricaña, el miércoles 6 de abril del 2011)

No hay comentarios: