“D.F. 18 de Nov/2013” es el garabato plasmado en mi memoria por el puño y
letra de alguien que no tenía cara de escritor, ni hablaba como tal. A la
presentación de su libro en la embajada de Ecuador, podía tenérsele poca o
mucha expectativa (lo más atractivo, sin detalles, era el vino de honor y
algunos conocidos); el apetito era mediocre pero me despertó un hambre voraz
que comencé a satisfacer mientras, cenando tacos al pastor (y anexos), pude
hacerle otras preguntas.
La primera pregunta que avivó mi interés pude formularla en los pasillos,
con el vino a la mano y una polémica entre la (in)satisfacción por la figura
central del evento. No era una pregunta por su obra literaria, sino por su
persona ¿Por qué animaba una editorial cuando no había tenido esa oportunidad
para sí mismo? Aquello parecía haberle construido una distancia insondable con
la figura de escritor que ahora promovía para otros. A esta duda morbosa se le
asociaba la dificultad existencial que había demostrado Ubaldo para distinguir,
hablando de su novela, entre la ficción y su propia experiencia de vivir
aquello que lo llevó a escribirla.
(Entran dos personas levantando las sillas. Algunos comensales murmuran
para sí, antes que para otros)
— No hubo decoro.
— Qué mal lo dijo.
— ¿Pero qué dice?
— Este tipo está mal.
— ¡Impúdico!
Supe que los libros los regalaba la embajada. Estaba ya en la fila, mirando
al moreno que se concentraba para poner las dedicatorias.
—Me llamó la atención que no se pudiera distinguir entre la escritura y la
vida— le dije, antes de poner el ejemplar del libro en la mesa, buscando su
mirada.
—Escribir rabiosamente, como necesidad vital. Eso lo acerca a Onetti o a
Arguedas— añadí.
Me estaba poniendo mamón pero ilusionado; él se detuvo y
levantó la cara.
—Ahí está Onetti, sí… esta novela, ¿cómo se llama? Los Adioses,
creo— dijo y me preguntó mi nombre. Su reacción estuvo empañada por una
turbación que lo acompañaba como hálito incómodo.
Por azar terminamos en unos tacos, en Coyoacán. En el camino leí la contra
carátula y otros detalles del libro. Filólogo, Borges… etcétera. La pregunta
que le hice entre el ajetreo de me pasas el guacamole y ¿pedimos
más cebollitas? fue: si estudió tanto a Borges, ¿por qué no sucumbió
usted ante la tentación de trabajar su texto posteriormente? (nos había dicho
ya que Amor más allá de Madrid lo había hecho prácticamente de
una sentada). Sin darle oportunidad contesté yo, con una pregunta apresurada,
como el enamorado que adivina una razón escondida pudorosamente: ¿tocar algo de
ese texto era una profanación? Sólo dijo sí.
* * *
El libro
Dos ideas pueden llevarnos al centro de esa especie de tumba faraónica que
es su novela: el miedo a la locura y el amor erótico, pero a pesar de eso no es
aburrida. Ambas ideas piden ser leídas a la luz de una distinción más general
sobre la existencia humana: lo sagrado y lo profano. Quiero recordar a
Mircea Eliade, de su libro de 1956.
Al manifestar lo sagrado, un objeto cualquiera se convierte en otra
cosa sin dejar de ser él mismo, pues continúa
participando del medio cósmico circundante. Una piedra sagrada sigue
siendo una piedra; aparentemente (con más exactitud: desde un
punto de vista profano) nada la distingue de las demás piedras. Para quienes
aquella piedra se revela como sagrada, su realidad inmediata se transmuta, por
el contrario, en realidad sobrenatural. En otros términos: para aquellos que
tienen una experiencia religiosa, la Naturaleza en su totalidad es susceptible
de revelarse como sacralidad cósmica. El Cosmos en su totalidad puede
convertirse en una hierofanía.
No diré mucho más. Sólo comentaré que esta novela salió al aire en abril del 2013 por la Editorial Mar abierto, casa que él fundó, y que es un libro, un
objeto feliz. Se compone de 3 secciones: una novela, dos colecciones de cuentos
y un apartado de reseñas sobre el autor, con una pequeña entrevista. Como
Alfonso Reyes, se auto-editó.
Los cuentos se interconectan veladamente, como un edificio de puertas
secretas y pasadizos. Algunos son mejores, todos son interesantes. Algo hay de
lamento lúcido por el mundo que nos dejó tras suyo. Murió en su tierra a las
orillas del mar. Por las reincidencias que tiene en el libro, tengo ganas de ir
a la playa del Murciélago, allá en Manta, Ecuador.
Traeré por último a colación los fragmentos que él eligió como claves para
su lectura. Entre lo aquí escrito y esas epígrafes habita un acertijo.
Pero cuando se conduce a un hombre casi hasta la locura y cuando, para su
propia sorpresa quizá, descubre que todavía le queda alguna resistencia, alguna
fuerza propia, entonces es probable descubrir que esa clase de hombre actúa en
gran medida como un hombre primitivo. Esa clase de hombre es capaz de volverse
no sólo terco y obstinado, sino también supersticioso, un creyente de la magia
y un practicante de la magia. Esa clase de hombre se sitúa más allá de la
religión… de lo que sufre es de su religiosidad.
Henry miller, Trópico de
capricornio
Pensó con dolor y orgullo y desesperación que nunca volvería a encontrarla
en los ojos de nadie.
Antonio Muñoz Molina, El
invierno de Lisboa
Iba como flecha por la noche vacía. Porque la única gente que me
interesa es la gente que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por
hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que no
bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, como fabulosos
cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se
ve estallar una luz y todo mundo suelta un Ahhh.
Jack Kerouac, En el camino
El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión y al
cansancio.
Jorge Luis Borges
Nada más. Pistas: La primera y cuarta citas pueden explicar la relación que
Ubaldo guarda con la escritura. La segunda y la tercera, describen el potencial
amoroso y la pasión con que nos comunica el mundo.
1 comentario:
me encanta encontrar blog asi son geniales!
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