miércoles, 1 de enero de 2014

La alegría de ser Ubaldo Gil


Por Patricio Lovato

Al hombre de letras hay que dimensionarlo en palabras, tejerlas de tal manera que cubra la extensión de su camino, combinarlas entre los esmeros que él buscaba en cada texto, en cada libro que debía convertirse en herramienta transformadora al momento de repartirlo entre los lectores que día a día entran a la batalla contra la desidia y el miedo a la palabra escrita.

Al hombre letrado ha de mirársele asomado a los nuevos escenarios dispuestos para la edición universitaria y sus exigencias intrínsecas, entre las que cuentan valorar el trabajo intelectual sea de docentes e investigadores, aunque se concentró, dada su formación, en los autores de literatura. Para describir su actividad no le hicieron falta metáforas: simplemente entre sus brazos levantó un mar abierto y lo puso al servicio de todo el país, auspiciado por la ULEAM, con la generosidad que solo puede dar el margen manabita.

Moviéndose ágilmente por el mundo multidisciplinario de la edición universitaria, destaca su pragmatismo de “ideas complejas y soluciones sencillas”, esto sirve a la hora de concebir planes de integración con otras casas editoriales como la Red de Editoriales Universitarias y Politécnicas del Ecuador, para expandirse más hacia otras geografías como la EULAC y encontrar otros miembros con mayor tradición editorial, desde donde se puedan impulsar de mejor manera: la cultura del editor, de los procesos editoriales, del derecho de autor, entre otras. Si estas actividades creativas y transformadoras, no las valoramos con firmeza, es porque no estamos listos a mirar la creación de bienes intangibles.

A propósito de intangibles pasaron para aportar a su visión la marca Mar Abierto, sellos editoriales y colecciones que resumen un compendio de publicaciones respetado en el mezquino medio nacional, con expectativas puestas en el exterior a través de la presencia en ferias internacionales del libro.

Decir esto es poco, hacerlo, para él, fue un asunto de vida, de obsesión, con responsabilidad y al mismo tiempo con la satisfacción de aportar legados. Si la muerte del también académico nos amarga en la tristeza, su camino está repleto de ideas y planes concretos a seguir. Para la tristeza hay tiempo, para continuar su obra también. Ya no es y para ser no le hace falta estar vivo, es sentir la alegría de aportar en saltos cualitativos lo que Ubaldo Gil deja en ejecución. Lo hizo y al hacerlo le quedó la alegría por los intangibles. Se llevó, como hombre de la Sociedad del Conocimiento, una satisfacción como los versos de Antonio Machado: “y cuando llegue el día / del último viaje / y esté al partir la nave / que nunca ha de tornar / me encontrareis a bordo / ligero de equipaje / casi desnudo/ como los hijos de la mar."

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