viernes, 16 de agosto de 2013

Un diálogo con la experiencia de Jorge Edwards



El libro Herederos del lenguaje de la periodista Clara Medina recopila trece diálogos a diversos escritores iberoamericanos que ella ha entrevistado durante su carrera profesional como editora de la sección Cultura de El Universo.

El libro ha sido editado por el Departamento de Edición y Publicación Universitaria (DEPU) y pronto estará en circulación con el sello de Mar Abierto, bajo la colección Balsa Manteña, donde se agrupan otros títulos como El canto de los rieles, La creación perfecta, Al umbral del silencio y ecos del silencio, Identidad de los monumentos de Manta, Porteños de la música y el baile tradicional y popular de Guayaquil, entre otros.
En esta ocasión reproducimos la entrevista que Clara Medina hizo al escritor chileno Jorge Edwards.

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Jorge Edwards es contemporáneo de los autores del boom latinoamericano, con quien trabó amistad. Con frecuencia se lo nombra como cercano a este movimiento. Escritor, crítico literario, periodista y diplomático, nació en Chile en 1931. Luchó por la defensa de la libertad de expresión de su país durante la época de la dictadura del general Augusto Pinochet. Ha residido en diversos países. Entre sus libros están Persona non grata, que creó una gran polémica entre los escritores latinoamericanos; El origen del mundo, El sueño de la historia, El inútil de la familia y La casa de Dostoievsky, novela con la cual obtuvo el Premio Planeta-Casamérica 2008. En 1999 ganó el Premio Cervantes de Literatura.

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Jorge Edwards visita por primera vez Guayaquil y no la ha podido recorrer, “lo cual es una vergüenza”, dice, como reprochándose su falta de tiempo. De Ecuador recuerda a autores como Pedro Jorge Vera, “y a un poeta que me atacó furiosamente cuando yo escribí Persona non grata (la obra más polémica de Edwards, que es una crítica al sistema cubano y la que hizo que ganara notoriedad literaria en la década de los 70) que se llama Jorge Enrique Adoum”, dice el Cervantes de Literatura 1999 y Premio Planeta-Casamérica 2008.  Cuenta que entre sus proyectos están escribir tres novelas cortas y unas memorias. “Pero me van a matar en Chile, porque si uno escribe memorias con algo de veracidad, le llegan los palos”, dice de su país. 

P: ¿Y a usted le importa lo que le puedan decir?
R: No. Yo tengo piel de rinoceronte. 

P: En su novela La casa de Dostoievsky, con la cual ganó el Premio Planeta-Casamérica 2008, el protagonista es un poeta y en toda la obra está presente la poesía. Se intuye que tras este libro está un devoto de la poesía.
R: En toda buena novela tiene que haber poesía, y pienso que una cosa que fue característica de la generación mía, que fue parte de la generación del boom, es que fuimos jóvenes lectores de poesía y en muchos casos fuimos escritores de poesía –yo escribí poesía de adolescente– y tratamos de que algo de la atmósfera de la poesía entrara en nuestra manera de escribir la prosa. Nosotros no hacíamos una escritura en prosa puramente informativa, sino que hacíamos una prosa más o menos atmosférica. Tratamos de que ciertas situaciones poéticas se pudieran meter en la prosa.

P: ¿Usted cree que eso ya no sucede con las generaciones actuales de escritores?
R: No necesariamente están interesados en la poesía. Están más interesados en la acción, en el suspenso, en la intriga. No me opongo, pero en nuestra generación nos interesaba que la escritura tuviera un alegato poético. Estoy dando un curso en la Universidad de Chicago y es mi historia personal de lo que fue el boom. He releído mucho, y releyendo a Cortázar, a Donoso, a varios más, veo que hay una relación con la poesía en esa prosa que quizá se ha perdido en la narrativa de estos días.

P: ¿Cuál es su visión personal de la época del boom?
R: Mi impresión es que fue una época en que la aventura de la literatura era muy profunda, era algo que conmovía completamente a una persona y le cambiaba la vida. Uno descubría la literatura (Mario Vargas Llosa dice que la descubrió leyendo a Flaubert. Yo la descubrí a lo mejor leyendo a otros), se metía en ella y quedaba marcado. Yo creo que la atmósfera, las conversaciones nuestras, iban por ahí. La literatura era todo. Era una forma de vida.

P: Chile es el único país latinoamericano que tiene dos premios Nobel de Literatura: Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Los dos Nobel fueron un peso para los autores de su generación ¿También para usted?
R: Fueron un gran peso para los poetas, puesto que ellos eran poetas. Pude ser amigo de Neruda porque yo no era poeta. Yo había escrito poesía pero no la había publicado. Entonces no sentía ninguna rivalidad. Pero los poetas de mi tiempo se sentían agobiados por el peso de Neruda e incluso los poetas de la generación anterior. No ser poeta me ayudó a ser amigo de los poetas. 

P: Contrariamente a esa época, en que se premió y difundió la poesía, da la impresión de que ahora en Chile se produce más narrativa. O al menos es lo que más se conoce.
R: Ahora se hace mucha novela en Chile, por lo menos entre la nueva generación. Antes los jóvenes eran todos poetas, y los que eran cuentistas o novelistas éramos la excepción, era como raro. Ahora los jóvenes son todos novelistas, y si hay alguno que sea poeta es una rareza. Lo que predomina es la escritura narrativa. 

P: Leí alguna vez que usted dedicaba todas sus mañanas a escribir. ¿Sigue siendo ese su horario de trabajo literario?
R: En lo posible. No siempre me resulta. Y cada día llego a la conclusión de que tengo que comenzar más temprano, porque si suena el teléfono y atiendo una conversación, un diálogo, o resuelvo problemas prácticos, se me liquida la mañana. Así que comienzo temprano. Aunque soy una persona sociable. No soy un lobo feroz.

P: Usted vive en Santiago. ¿Fue la nostalgia que lo llevó a reinstalarse en su país o le gusta realmente?
R: Creo que hubo un elemento de nostalgia, de familia. Hubo cosas muy complejas. No me termino de explicar todavía por qué regresé a Chile. A veces pienso que vivo allá para que se molesten, para que sientan envidia porque me saqué un premio. Es mi tierra, es mi ciudad, y mi literatura tiene que ver mucho con esa ciudad. Cuando joven, yo era lector de las literaturas más avanzadas y había que conseguir los libros con mucha dificultad. Leía a Kafka, a Joyce. Hay un libro de Joyce que me gustó, que se llama Dublineses y es sobre la ciudad de Dublín. Joyce se escapó, vivía en un exilio voluntario. Yo escribí un libro que se llamaba Gente de la ciudad, que era sobre la gente de Santiago y que era mi homenaje secreto a Dublineses. Yo también escapé, pero resulta que ya de viejo volví. Será que volví como los elefantes, que vuelven a morirse al lugar de origen. Pero a pesar del tiempo que ha pasado, nunca renuncio a la idea de volverme a escapar. De repente digo “a lo mejor me voy Madrid y me quedo allá” y también me dan ganas de irme a París. Tengo unos amigos en Francia y les pregunté: “¿Ustedes, si yo me vengo a vivir a París, se comprometen a incinerarme y a tirar mis cenizas al Sena”. Me dijeron “sí”.

P. ¿Y su familia?
R: Mi mujer murió hace años. Tengo dos hijos.

P: ¿Y nietos?
R: No, no tengo nietos. Mis hijos no se han casado. Son solterones. Son un chico y una chica muy modernos para sus cosas. No creen en el matrimonio.

P: ¿No lo ilusiona la idea de ser abuelo?
R: No sé, porque lo envejece a uno andar de abuelito.

2 de noviembre del 2008

 
ESCRITOR. Jorge Edwards cuando fue entrevistado por Clara Medina en noviembre del 2008. (foto cortesía de El Universo)




















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