jueves, 9 de septiembre de 2010

España conmovió con Hernández


ESPECIAL

XXIII Festival Internacional de Teatro de Manta (FIM)

Por: Diana Zavala

Teatro Meridional de España presentó, la noche del 8 de septiembre en el teatro Chushig, la vida y obra de su poeta-pastor, poeta-soldado, poeta –comprometido: Miguel Hernández. Con este trabajo que lleva su nombre y apellido el FIM se unió a la celebración del centenario de su nacimiento.

En la obra dirigida por Marina Seresesky y Álvaro Lavín se intercalan textos y poemas de Hernández. Un cuaderno, un lápiz y las maletas símbolo de sus idas y vueltas son los únicos elementos usados por los personajes, imágenes proyectadas (como background) sirven para recrear los escenarios claves de la vida del poeta: su adolescencia en los campos de Orihuela, Madrid, el penal de adultos de Alicante donde es encarcelado debido a sus posiciones políticas y a su intervención en el bando republicano, cárcel donde muere en 1942.

Antes de que empiece la función el público podía leer proyectada sobre un fondo rojo la frase Dejadme la esperanza; línea final de su célebre Canción Última. Se apagaron las luces y en penumbras aparece Hernández (Álvaro Lavín) caído en la celda mientras de pie le hablan sus fantasmas: Ramón Sijé (Esteban Pico), Pablo Neruda (Chani Martín), Josefina (Paloma Vidal) y Delia (Marina Seresesky). A través de sus apariciones generan flashbacks que articulan la historia.


Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.

¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,
enmienda de marfil y de artificio

ser de tu capilar borrasca anhelo.


Son los versos que escribió para Josefina Manresa, la hija de un guardia civil, que no entiende sus poemas, ni por qué no es de los poetas que se pasan en las nubes. A pesar de sus partidas a Madrid donde Hernández prueba mundo y conoce a una mujer fascinante de la cual no sabe el nombre (Delia), Josefina es la mujer de su vida y de su muerte. Neruda y Delia lo aconsejan, pero cuando las cosas se ponen difíciles en España se marchan a Sudamérica.

Entre el público del Chushig estaba el poeta Pedro Gil. Él comentó que en la obra se toca de forma sutil un tema escabroso, desmitifican la figura de Pablo Neruda, lo ridiculizan, lo presentan como un diplomático. “El papel protagónico estuvo bien interpretado, me parece un acierto que se presente a un Hernández vital, pese a todo lo que tuvo que soportar, no cayó en lo lastimero”.

Agregó que Hernández es de los pocos poetas que le escribieron al amor desde lo profundo. En los espectadores, aun entre quienes no conocían a Hernández, calaron hondo varios de sus versos.


Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos

Que son dos hormigueros solitarios

y son mis manos sin las tuyas varios

intratables espinos a manojo.


No sé que es de mi oreja sin tu acento,

Ni hacia qué polo yerro sin tu estrella ,

Y mi voz sin tu trato se afemina


Ubaldo Gil, director de la Editorial Mar Abierto, estuvo entre los que aplaudió de pie el trabajo de Teatro Meridional. “El grupo logró con actores de primera calidad lo que resulta a veces complejo, abordar la vida y obra de un referente de la poesía en lengua española. Pues en lo padecido por Hernández se refleja lo más profundo de la España negra, beata. Este humilde pastor escribe poesía, no desde la academia, sino desde la esencia de la vida y se convierte en símbolo de toda una nación, pues en la guerra civil española (1936- 1939) se pone del lado de los republicanos, es decir de los que quieren una España y una poesía identificada con el pueblo”.

Josefina va con la comida al penal y se la devuelven, no tiene el valor de preguntar, teme oír lo evidente, teme oír que ha muerto. La obra finaliza con un Miguel Hernández de pie, en una mano su maleta y en la otra su cuaderno sobre el fondo rojo, ese color que fue su bandera, no puede haber otro para un poeta que escribió con sangre, se dibuja nuevamente la frase que es un canto: Dejadme la esperanza.


Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

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