jueves, 14 de mayo de 2009

Barricaña, la parada guayaquileña de Soledumbre








Por: Alexis Cuzme

Nadie puede decir de dónde proviene un libro,
y menos que nadie la persona que lo escribe.
Los libros nacen de la ignorancia, y si continúan
viviendo después de escritos es sólo en la medida
en que no pueden entenderse.
Paul Auster


Barricaña es un lugar para informales, para beberse todas las bielas que pueda aguantar el hígado y el bolsillo, arrinconar a una pelada en la zona oscura y dejarse envolver por las palabras leídas o interpretadas de un libro.

Tamara nos ha esperado con la gallada de allá, está cambiada, luciendo nariz nueva, meneándose más de lo debido en un lugar con muchos solitarios. Es a quien menos esperaba ver, por eso agradezco ser un desertor, no más soledad para mí.

No he tenido necesidad de explicarle qué hago aquí, ella sabe el rollo: que el libro Soledumbre, escrito por los talleristas y el mismo Pedro Gil se presentaba justo el mismo día en que su décimo quinto novio la dejó el año pasado, un miércoles 6 de mayo. Que el escritor Ángel Emilio Hidalgo haría la presentación; que la revista libro Cyberalfaro # 17 también se presentaría a cargo del poeta Luis Carlos Mussó. Cosas básicas, según ella, para una chica interesada en la cultura.

Pero lo que no sabía es que se rendía un tributo póstumo al actor y propietario de Barricaña, Enrique Ponce, por eso cuando el escritor Carlos Calderón Chico hizo un perfil de Ponce y su labor como promotor cultural desde Barricaña, se ha sorprendido. Y después que Ubaldo Gil, Director de Editorial Mar Abierto, anunciara que la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí le otorgaría un Doctorado Honoris Causa, lo ha admirado como muchos de los presentes a nuestro alrededor.

Es una poeta motivada que se siente conectada con sus similares manabitas. Así me lo hace saber cuando Ángel Emilio Hidalgo va analizando colectiva e individualmente la obra de los autores de Soledumbre, cuando reconoce que los jóvenes talentos existen fuera de los cánones culturales de las ciudades grandes.

La he dejado un momento mientras corro nuevamente con la cámara a tomar todas las fotos necesarias para la crónica posterior, Luis Carlos Mussó habla sobre Cyberalfaro # 17, de su conjugación heterogénea de trabajos, de los alcances que logran los escritos educativos, comunicativos, ambientalistas, literarios, lingüísticos, pictóricos, económicos y de identidad, para destacar este número.

Ha llegado el turno de que los talleristas tomen la palabra, compartan sus versos e historias. Quisiera ser un espectador más junto a Tamara, pero mi lugar es otro, muy cerca del escenario. Ellos desfilan uno a uno al encuentro del micrófono que los sacará del anonimato. Los escucho y recuerdo sus poemas y relatos, las palabras soltadas horas antes en el carro en el que viajábamos a este encuentro.

Es una mujer emocionada, he escuchado su suspiro recorrer y llegarme hasta donde estoy, y todo porque Yuliana Marcillo, la poeta irreverente que forma parte de Soledumbre se ha sincerado en el escenario, y luego ha arremetido con sus versos a los absortos espectadores que no paran de aplaudirle.

Son las nueve de la noche, el ambiente hasta hace poco apacible se ha convertido en una feria bulliciosa, Wilman Ordóñez, el folklorista y promotor cultural guayaco ha dicho gracias a los presentes y escritores manabitas. Debería descansar ahora que el acto ha finalizado, pero no es así y vuelvo sobre los objetivos sonrientes, abrazados, y alegres.

Mientras regulo la cámara, veo a Tamara pasar fugazmente con nueva compañía, está cambiada, el quirófano, supongo, las cinco bielas, tal vez el volver a arrinconarse junto a alguien, no sé. Menearse así no es natural, pero soy un desertor y quisiera seguir a su lado hasta que el carro anuncie el regreso a casa. Cuando me desocupe, volveré donde ella, donde quiera y con quien esté.

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