LITERATURA
Siempre he pensado y pienso
que la poesía verdadera debe ser un camino para entender también
dialécticamente la vida. Y para comprenderla desde eso que se llama eternidad y
que todavía no sabemos ni cuándo, en dónde y cómo empieza, ni cuándo, dónde y
cómo termina. La vida no es estática, está en permanente movilidad, se
desarrolla en medio de contradicciones, luchas sociales, conflictos vitales.
Pero el punto de referencia principal siempre será el ser humano transitando en
su propia circunstancia y la de los demás, en planos de temporalidad e
intemporalidad, dentro de una cosmogonía y una cosmología definidas para
establecer límites y parámetros, en un permanente presente que dura esa
eternidad, en la que su existencia, efímera dentro de la conceptualización del
tiempo (tiempo=eternidad) es simplemente un suspiro, al que a veces, con
evocación volvemos.
Regresar en el tiempo, debe
ser una especie de deber histórico para saber quiénes somos, para reconocernos,
para estructurar una identidad. La poesía que también es un sendero para la
videncia nos permite regresar a lo dado, a lo hecho, a lo vivido; y a mirar los
acontecimientos futuros a partir de la imaginación y de la creación y
re-creación.
Entonces, podemos imaginar un
ser humano niño-adulto o adulto-niño que desde el internamiento (¿preso,
quizás?) en una sociedad alienada y fragmentada, poéticamente observa el
devenir desde el recuerdo y desde la angustia, para hacernos reflexionar sobre
la perennidad de esa vida por la que el ser humano viaja, aunque
individualmente, su trayecto sea, en términos de tiempo, ese suspiro de energía
que tuvimos y que se nos detuvo con esa fractura que llamamos muerte. Freddy
Ayala Plazarte, poeta y ensayista, investigador literario y docente de
profesión, nos plantea esta evocación y este recorrido en este libro titulado
“Nomenclatura del Internado” a través de un largo poema, dividido en tres
partes, en el que el aliento poético se mantiene con fuerza expresiva
inusitada, la organicidad del discurso literario no se quiebra ni defecciona en
ningún momento y el texto genera un impulso al lector por leerlo con sumo
interés desde su inicio. Nada de retórica. Nos encontramos pues, frente a un
joven gran poeta y a un magnífico poemario que llega y que impacta por su
propuesta literaria y que nos obliga, de alguna manera a tratar de descifrarnos
como seres humanos en esa contienda de la existencia y el tiempo.
Se ha dicho que el arte y,
dentro de él, la poesía, esclarece, completa y desarrolla el sentimiento que
confusamente se suscita en el individuo que observa un determinado objeto, un
fenómeno, una situación vital, una actitud humana. Quizás esto explica, no
siempre, por supuesto, el que un episodio descrito poéticamente pueda
conmovernos e inquietarnos más profundamente que el mismo episodio observado en
la realidad. Y, el poemario de FreddyAyala Plazarte, parte de una realidad: los seres humanos existimos, por un
tiempo cortísimo de vida, desde cuando nacemos hasta cuando morimos.
Vivimos nuestra poquísima
existencia en el fragor de tratar de seguir viviendo un poco más y el fantasma
de la desaparición que aceleradamente se nos acerca cuando ya estamos viejos en
edad (no en estado mental) para silenciar nuestra vida. Pero este hecho
descrito poéticamente por el poeta Ayala Plazarte, con intensidad y atributos literarios, nos
conmueve más que el que se constituye en la realidad.
Él, desde la poética,
construye el tránsito del ser humano a través del tiempo, como en un regresar
cíclico de la vida: el niño que fue en un momento del tiempo y el adulto que
dejó de existir en otro momento. Los dos como un testimonio indisoluble que
constan para siempre en la memoria histórica colectiva (los amantes de Sumpa?)
de los seres humanos considerados socialmente y los dos como un testimonio
perenne en la memoria individual del ser. Y los dos también, como un hecho
irrebatible de que, como seres humanos seguiremos repitiéndonos en esa
eternidad en la que existimos, dualmente, vivos y muertos, anónimos y
conocidos, olvidados o evocados.
Asombra el lenguaje con el que
está construido este poemario. Conciso, directo, profundo. La metáfora precisa
ilumina la imaginación y el entendimiento del lector y proyecta las imágenes
con que exigimos a la memoria que retorne en el tiempo. Lenguaje metafísico en
contraposición con el lenguaje poético.
Lo metafísico nos invita a pensar filosóficamente sobre el problema de
la existencia y condición humana de los seres. Lo poético nos invita a
reflexionar sobre el recuerdo y lo pasado del ser que fuimos y que volveremos a
ser, desde la ternura y limpidez de la infancia y desde la muerte a la que
tuvimos que esperar sin miedo.
Lenguaje simbólico y hermético
en muchos pasajes del poema global que desafía el conocimiento del lector y lo
angustia empujándolo a desentrañar sus
propios agujeros negros. Lenguaje lúcido, verdadero, auténtico, que permite
otorgarle brillantez a la poética del libro. Nada de falacias ni excentricidades
con las que se cubre la falsa “poesía” de algunos autotitulados “poetas” de
nuestro país, claramente identificados, que nos ofrecen bazofias “premiadas”.
Freddy Ayala Plazarte es un poeta verdadero, consciente de lo que escribe y de
lo que nos ofrece. Su nivel lírico lo ubica entre los mejores de su generación.
No hay contraposiciones ni contradicciones en el planteamiento poético de este
libro, pues lo argumental es congruente con la sustancia de ese planteamiento a
través de todo el texto. El tono emocional, a veces narrativo, de las distintas
partes de este gran poema largo expresado con una laboriosidad y un trabajo
cerebral, provoca desechar la indiferencia con que a veces observamos el
transcurrir del ser humano y nos incita a valorarnos desde el hecho ineludible
de que no debemos existir por existir sino existir hondamente para mejorar la
condición humana.
Poema de nacimiento y
renacimiento. Sobrio. Aflora el sentido profundo de todo lo que sucede y
permanece oculto en el ser humano y sobre lo que no queremos decir. Poema de
sabiduría y de resonancias expresionistas, en el que lo enigmático se
clarifica. No hay oportunidad para secretos poéticos ni para secretos reales.
Hay una dilucidación tajante del itinerario del ser humano y de su destino en
ese proceso unívoco de devenir y desaparecer. Ruptura con lo convencional y
anacrónico. Identificación del yo y el rol histórico del ser y superación de
los límites del yo en lo terrenal y lo cósmico. En suma, un gran poema extenso
que remueve la sensibilidad y la
consciencia.
Pienso que este libro de
Freddy Ayala Plazarte es una sólida realización poética que merece ser
apreciada con todos los sentidos en un ejercicio pleno de desvelización de
nuestra memoria que no puede dejarse avasallar por el olvido.
POEMARIO. Portada del poemario Nomenclatura del internado de Freddy
Ayala Plazarte, que editorial Mar Abierto acaba de publicar.
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