Por: Joselías Sánchez Ramos
“Alza, alza que te han visto
Y que no te han visto nada
Y que tan sólo te han visto
La pollera coloraa”
Así cantaba mi tía “Asuncia” en Bijagual de Calderón donde vivía con mi tío Genereldo Intriago. Don Pancho charrasqueaba su guitarra y el guarapo de vaso en vaso de agotaba. Esa mañana, los guardas de estanco se habían llevado todo el aguardiente del trapiche de mi tío. Yo era pequeño. Con Bartolo, mi primo, estamos jugando junto al mechero. No vi por qué, pero en un instante todos corrimos detrás de la caña donde se sentaba la gente.
Salían chispas de los machetes. Las alforjas rodeaban los brazos y las manos blandían los aceros con fiereza; eran unos machetes anchos con los que se cortan los árboles. Mi tío Genereldo pegó un grito y los peleones pararon. Cada uno se retiró. La guitarra volvió y siguió cantando el “alza que te han visto”.
“El montubio es cara dura
La montubia es primorosa
Si me dieras una rosa
Yo te daré mi ternura”.
Cuando Ubaldo y luego Jessy me invitan a este especialísimo acto para presentar tan magistral obra, me sentí complacido, y un golpe de recuerdos de mi infancia, de mis tíos cholos y montubios, de los cuentos del tío tigre y del tío conejo, de los amores escondidos repitiendo:
“Amorfino de querella
Durmiendo en el manso río
Un tibio amor de bohío
Bajo la noche de estrella”.
“Alza, alza que te han visto
Y que no te han visto nada
Y que tan sólo te han visto
La pollera coloraa”
Así cantaba mi tía “Asuncia” en Bijagual de Calderón donde vivía con mi tío Genereldo Intriago. Don Pancho charrasqueaba su guitarra y el guarapo de vaso en vaso de agotaba. Esa mañana, los guardas de estanco se habían llevado todo el aguardiente del trapiche de mi tío. Yo era pequeño. Con Bartolo, mi primo, estamos jugando junto al mechero. No vi por qué, pero en un instante todos corrimos detrás de la caña donde se sentaba la gente.
Salían chispas de los machetes. Las alforjas rodeaban los brazos y las manos blandían los aceros con fiereza; eran unos machetes anchos con los que se cortan los árboles. Mi tío Genereldo pegó un grito y los peleones pararon. Cada uno se retiró. La guitarra volvió y siguió cantando el “alza que te han visto”.
“El montubio es cara dura
La montubia es primorosa
Si me dieras una rosa
Yo te daré mi ternura”.
Cuando Ubaldo y luego Jessy me invitan a este especialísimo acto para presentar tan magistral obra, me sentí complacido, y un golpe de recuerdos de mi infancia, de mis tíos cholos y montubios, de los cuentos del tío tigre y del tío conejo, de los amores escondidos repitiendo:
“Amorfino de querella
Durmiendo en el manso río
Un tibio amor de bohío
Bajo la noche de estrella”.
Leonardo Moreira (Vicerrector Académico de la ULEAM) Wilman Ordóñez, Medardo Mora (Rector ULEAM) y Joselías Sánchez (autor de este texto)
Cuando leo la obra en sus dos tomos como que se me realiza un sueño. Vengo predicando la necesidad de estructurar una cosmogonía costeña que recupere la Patria Ecuador, naciendo desde las playas del litoral costeño hacia los montes Andinos.
Necesaria etnografía para reafirmar nuestra identidad cultural que, sin desestructurar la nacionalidad ecuatoriana casi inexistente, le recupere a la plurinacionalidad nuestra presencia para reconocernos como diversidad en la unidad ecuatoriana.
Un sueño, un loco sueño. Mas, cuando se recorren los caminos que traza Wilman Ordóñez Iturralde como que estos sueños son reales y comienzan, otra vez, a galopar la esperanza acompañado de recuerdos y libertades, de garabatos y atarrayas, de carajos y zapateadas, a detenerse en los recodos de las tabladas para zapatear el fandango costeño o bajar a la cantina del pueblo, junto al pequeño río, para bailar una alegre Playita Mía, porque eres mía te vuelvo a ver.
Wilman, estudioso del folklore y junto a él, repasar “Soy lo que es mi entorno” o cantarle al poeta del Carrizal.
Wilman Ordóñez, maestro de la cultura tradicional y popular montubia, que regresa a darle vida a Rodrigo de Triana o Rodrigo Chávez González.
Wilman Ordónez Iturralde, que nos invita a escuchar a Guido Garay acompañado de la Banda del Mate, interpretando su comedia musical “Machete, garabato y corazón”.
“Alza que te han visto”, dos tomos de la historia social de la música y los bailes tradicionales montubios, es una obra infinita para la cosmogonía cultural Costeña.
“No sólo enriquece el debate en torno a la diversidad sino que promueve el desarrollo de la interculturalidad hacia la construcción de una historia social, musical y exige la participación del pueblo montubio en las salvaguarda de su patrimonio”, como bien sostiene Juan Mullo Sandoval al comentar la obra.
Necesaria etnografía para reafirmar nuestra identidad cultural que, sin desestructurar la nacionalidad ecuatoriana casi inexistente, le recupere a la plurinacionalidad nuestra presencia para reconocernos como diversidad en la unidad ecuatoriana.
Un sueño, un loco sueño. Mas, cuando se recorren los caminos que traza Wilman Ordóñez Iturralde como que estos sueños son reales y comienzan, otra vez, a galopar la esperanza acompañado de recuerdos y libertades, de garabatos y atarrayas, de carajos y zapateadas, a detenerse en los recodos de las tabladas para zapatear el fandango costeño o bajar a la cantina del pueblo, junto al pequeño río, para bailar una alegre Playita Mía, porque eres mía te vuelvo a ver.
Wilman, estudioso del folklore y junto a él, repasar “Soy lo que es mi entorno” o cantarle al poeta del Carrizal.
Wilman Ordóñez, maestro de la cultura tradicional y popular montubia, que regresa a darle vida a Rodrigo de Triana o Rodrigo Chávez González.
Wilman Ordónez Iturralde, que nos invita a escuchar a Guido Garay acompañado de la Banda del Mate, interpretando su comedia musical “Machete, garabato y corazón”.
“Alza que te han visto”, dos tomos de la historia social de la música y los bailes tradicionales montubios, es una obra infinita para la cosmogonía cultural Costeña.
“No sólo enriquece el debate en torno a la diversidad sino que promueve el desarrollo de la interculturalidad hacia la construcción de una historia social, musical y exige la participación del pueblo montubio en las salvaguarda de su patrimonio”, como bien sostiene Juan Mullo Sandoval al comentar la obra.
Nosotros estamos aquí, Wilman Ordóñez, aquí estamos y te decimos ¡presente!, los cholos y montubios del Litoral Ecuatoriano.
Esta obra rescata la etnomusicología Costeña y reconstruye la historia del pueblo montubio. “El montubio es enérgico en el baile y la mujer hace gala de donaire y garbo, delicadeza y alegría elegante; esto produce un hermoso contraste coreográfico, ya que, al contrario del “tamborcito” panameño, donde el varón hace ostentación de delicadeza y finura, acá, el hombre se distingue por lo brusco y matonil, mientras la mujer trata de mostrarse lo más femenina y graciosa”, se afirma esta obra.
“Decir que no existe nada en la diversidad musical costeña y bailable (entiéndase montubia), producto del sesgo y la invisibilidad con que se mira nuestro trópico, no sólo es perverso sino criminal. Atentatorio contra una cultura y diferentes formas de manifestarse. Ocultar lo obvio: ¿El mar? ¿El golfo? ¿Los puertos? ¿La producción pesquera? ¿Los manglares? ¿La diversa gastronomía elaborada con mariscos, verde, yuca, soya? ¿La rica cultura oral?, etc., es un acto violatoria de lesa cultura.
“No podemos –ni debemos- los ecuatorianos, en pleno posicionamiento de las tecnologías, negar nuestra condición de ser distintos y no uniformes. Si bien los indígenas han alcanzado vertical y políticamente ser representantes de un grupo de compatriotas, transversalmente las diversas culturas nos están diciendo lo contrario. No solo que nos obliga la cultura a desocultarnos, nos alimenta; y con ello dinamiza el cultivo de nuevas formas de ser ecuatoriano”.
Este libro nos traza una ruta etnográfica, reafirma la cosmogonía costeña que debemos ratificar como patrimonio cultural de una región ecuatoriana donde habitan cholos, montubios, afroecuatorianos y mestizos con una urgente necesidad de reafirmar la ecuatorianidad.
“Hay una costa montubia que debemos desocultar. Unos bailes y música tradicionales que mostrar. Una rica oralidad que reproducir. Unos géneros musicales vigentes que reinterpretar. Aún aguardan por nosotros los amorfinos de los abuelos. Los tonos de las tías montubias. Los chigualos del Manabí profundo. Los cantos del río y la cosecha. Los cantos de los pescadores. Los bailes criollos y mestizos. Sueltos y enlazados, porteños y rurales (pasacalles, pasillos y valses) Tenemos una deuda con la recreación estética de éstos. El monte y la manigua tropical reclaman nuestro conocimiento sistemático para preservar su saber tradicional. Es hora”.
Si. Es hora. ¿Quién se atreve? Pregunta Wilman. Y, respondemos: ¡Nosotros!.
(Texto leído en la presentación del libro Alza que te han visto, Manta 20 de mayo de 2010)
Esta obra rescata la etnomusicología Costeña y reconstruye la historia del pueblo montubio. “El montubio es enérgico en el baile y la mujer hace gala de donaire y garbo, delicadeza y alegría elegante; esto produce un hermoso contraste coreográfico, ya que, al contrario del “tamborcito” panameño, donde el varón hace ostentación de delicadeza y finura, acá, el hombre se distingue por lo brusco y matonil, mientras la mujer trata de mostrarse lo más femenina y graciosa”, se afirma esta obra.
“Decir que no existe nada en la diversidad musical costeña y bailable (entiéndase montubia), producto del sesgo y la invisibilidad con que se mira nuestro trópico, no sólo es perverso sino criminal. Atentatorio contra una cultura y diferentes formas de manifestarse. Ocultar lo obvio: ¿El mar? ¿El golfo? ¿Los puertos? ¿La producción pesquera? ¿Los manglares? ¿La diversa gastronomía elaborada con mariscos, verde, yuca, soya? ¿La rica cultura oral?, etc., es un acto violatoria de lesa cultura.
“No podemos –ni debemos- los ecuatorianos, en pleno posicionamiento de las tecnologías, negar nuestra condición de ser distintos y no uniformes. Si bien los indígenas han alcanzado vertical y políticamente ser representantes de un grupo de compatriotas, transversalmente las diversas culturas nos están diciendo lo contrario. No solo que nos obliga la cultura a desocultarnos, nos alimenta; y con ello dinamiza el cultivo de nuevas formas de ser ecuatoriano”.
Este libro nos traza una ruta etnográfica, reafirma la cosmogonía costeña que debemos ratificar como patrimonio cultural de una región ecuatoriana donde habitan cholos, montubios, afroecuatorianos y mestizos con una urgente necesidad de reafirmar la ecuatorianidad.
“Hay una costa montubia que debemos desocultar. Unos bailes y música tradicionales que mostrar. Una rica oralidad que reproducir. Unos géneros musicales vigentes que reinterpretar. Aún aguardan por nosotros los amorfinos de los abuelos. Los tonos de las tías montubias. Los chigualos del Manabí profundo. Los cantos del río y la cosecha. Los cantos de los pescadores. Los bailes criollos y mestizos. Sueltos y enlazados, porteños y rurales (pasacalles, pasillos y valses) Tenemos una deuda con la recreación estética de éstos. El monte y la manigua tropical reclaman nuestro conocimiento sistemático para preservar su saber tradicional. Es hora”.
Si. Es hora. ¿Quién se atreve? Pregunta Wilman. Y, respondemos: ¡Nosotros!.
(Texto leído en la presentación del libro Alza que te han visto, Manta 20 de mayo de 2010)
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