lunes, 22 de noviembre de 2010

La travesía escrita de Blanca Gilabert

Blanca Gilabert publicará con Mar Abierto lo que empezó como un libro familiar.
Por: Diana Zavala

¿Qué es Saloya?, ¿dónde queda Saloya?, esas preguntas que nadie supo responder, ni siquiera en el entorno más íntimo, llevaron a Blanca Gilabert, a los 71 años, a escribir un libro para contarle a sus descendientes que Saloya fue el punto geográfico de Ecuador donde se asentó la Colonia Española ‘Simón Bolívar’ entre 1941 y 1942, los exiliados de la guerra civil, los Rojos. El testimonio de su travesía de España a América fue el regalo que dio a su familia en la navidad de 2009. Editorial Mar Abierto publicará a fines de año esta historia, que es en cierto modo la historia de españoles en Manta y su aporte a la ciudad.
Blanca Gilabert nació en Barcelona el 5 de marzo de 1937, en el segundo año de la guerra. El estruendo de las bombas, la sopita de cáscaras de papas fueron su pan del día (este dato reiterativo en el libro me rememora el poema Nanas de Cebolla de Miguel Hernández). Su abuelo materno Manuel Urzainqui fue un revolucionario, y su abuelo paterno Alejandro Gilabert murió a consecuencia de la neumonía que agarró en su paso a pie por los Pirineos (cordillera situada entre España, Andorra y Francia) al fin de la guerra, murió en febrero de 1939; mes y año en que muere el poeta Antonio Machado.
“Estos cientos de miles de españoles y españolas que acababan de perder la guerra y habían emprendido un accidentado viaje por los Pirineos hasta el sur de Francia aspiraban el encuentro con el refugio y la libertad, quizás no hacían conciencia de que ello significaba unos angustiosos meses – y para algunos no meses sino años- de campos de concentración franceses…otra etapa de penurias y sacrificios sin límites y para la mayoría un viaje sin retorno a su patria”, cuenta Blanca en su libro.
En el relato sigue el viaje a América (República Dominicana) hasta llegar a Ecuador, en 1941. “Del puerto de Guayaquil, primera parada en Ecuador, pasamos a Quito donde estuvimos tres o cuatro días para recibir la información de lo que tenían preparado paran nosotros. Las mujeres y los niños quedamos en Quito, en un hotel en la Plaza de Santo Domingo. Este hotel más tarde se incendió. Los hombres, con la familia y sin ella, viajaron a Saloya, lugar que iba a ser nuestra nueva residencia por un buen tiempo: poco – según el criterio de los niños y niñas más pequeños- mucho para los mayores. Ellos los hombres, se adelantaron porque tenían que construir sus casas; el lugar que nos habían designado eran parajes casi totalmente inhabitados con apenas una que otra chocita de indios bastante alejada del lugar escogido “.
Terminada la etapa de la Colonia la familia Gilabert (Alejandro su esposa Carmen e hijos: Libertad, Blanca y Helenio) junto a otros españoles probaron suerte en Quito. “No sé exactamente en lo que trabajaba mi padre, pero deduzco que no estaba muy contento. A los pocos meses de estar allí se pone en contacto con don Ramón González Artigas (padre del actual gerente de La Fabril) español con ideología diferente, y logró que lo nombraran administrador de la hacienda San ramón en Charapotó – Manabí. A mis casi siete años y los casi doce de mi hermana no habíamos asistido a ninguna escuela, papá nos daba clases en la hacienda, pero esto le preocupaba y le hizo tomar la decisión de pedir su traslado a Manta. Don Ramón entendió y lo colocó como agente viajero de la CAICE, empresa dedicada a comercializar aceite, derivados de la palma real entre otros productos”.
La vida en Manta es en el libro la parte en que la autora narra segura de los hechos; anécdotas en las casas habitadas, su primera escuela (Luis Sodiro), el odio y el amor que despertaron los alemanes, su época de estudiante, los enamoramientos, su boda, la deportación de su padre, la alegría de tener familia propia, entre otros pasajes.
Sus ojos claros se mojan al reconocer que tarde se dio cuenta de que era importante reconstruir su historia con las fuentes de consulta de primera mano que tenía cerca. Para este libro (el título está por definirse) Blanca recurrió a Internet, libros y al testimonio grabado en un CD que le dejó el español Pedro Quiles, quien fue su profesor en la Colonia, el mismo que posteriormente en Manta adquirió una casona que luego convirtió en el hotel Aragonés (hoy Museo Etnográfico y Patrimonio de la Ciudad). “De pequeña mi preocupación eran los juegos y en parte la escuela; de adolescente las amigas, el estudio y los admiradores; ya casada mi tiempo era para mi marido, mis cinco hijos, casa, amistades. Cuando mis hijos crecieron y me quedé sola empecé a sentir el temor de que los míos olviden al abuelo revolucionario, a la valiente abuela, que el tiempo borre o sedimente nuestra historia”.


-Antes de concluir, me gustaría saber ¿dónde queda exactamente Saloya?
-Está en mi libro.


En el texto lo ubica entre los límites de la nueva provincia Santo Domingo de los Tsáchilas, cita coordenadas geográficas que al final reconoce la confunden. “Realmente no entiendo nada, pero espero que el guía que contratemos sea más inteligente que yo y nos lleve al encuentro de nuestros recuerdos cuando al fin pueda cumplir con mis deseos de retorno a Saloya”.

1 comentario:

Marrrrcia dijo...

Querida ´tía Blanca´, como afectuosamente la llamamos, estoy muy orgullosa de su logro y quiero ponerme primerita en la lista para adquirir este libro cuando se publique. Reconozco también el deseo de dejar constancia familiar para los descendientes ya que yo algún día quisiera terminar de escribir la historia de mi familia para mis hijos y nietos aqui en este pais tán lejano.
Abrazos...su ahijada, Marcia V. Smith.