viernes, 23 de agosto de 2013

Lo nuevo de Jorge Velasco Mackenzie



El pasado jueves el escritor guayaquileño Jorge Velasco Mackenzie, de 64 años, autor de la novela Hallado en la grieta, éxito editorial de Mar Abierto, sufrió un accidente mientras llegaba vía terrestre desde Guayaquil a Manta.

Inmediatamente recibió atención médica, fue precisa una sutura de 8 puntos en su rostro y gracias a Dios ya se está recuperando.

Editorial Mar Abierto va a reeditar la obra En nombre de un amor imaginario, novela que tendrá un estudio crítico de Esteban Ponce, Dr. PhD y Prometeo asignado por la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación a la ULEAM con el proyecto "Equinoccialidad y Cultura".

Velasco Mackenzie vino a Manta a definir detalles de su última novela inédita La casa del fabulante, de la que reproducimos un pequeño fragmento a continuación:


La entrada
 La Casa se hallaba al sur de la ciudad, era una construcción blanca de hormigón cerrado, con grandes prados y una piscina al centro; la habitaban una docena de internos, pacientes extraños que jamás podían salir hasta que terminaran su recuperación. Mateo había llegado acompañado de sus hijos, el mayor caminaba adelante, indicándole la ruta, él, tembloroso, apenas podía avanzar, al acercarse a la puerta de entrada trastrabilló, ninguno de los dos pudo sujetarlo y cayó al piso. Caído levantó los brazos y fue izado como uno de esos monigotes de aserrín que se queman para fin de año. Mateo no lograba explicarse qué había pasado, solo que el mundo se le vino abajo, se nubló y se le cayó encima. Ahora, en la caída, su rostro dibujó una derrotada sonrisa; era sin duda otra versión de la caída, como la de Jesús. Fue llevado adentro por los hijos que lo encaminaron a su cuarto, avanzó solo, porque un enfermero les dijo que estaba prohibido para los familiares llevarlos adentro: “Solo los enfermos”, les explicó aquel hombre rechoncho, levantando un brazo lleno de vellos cerrando el paso; Mateo alcanzó a divisar el fondo del corredor: vio una puerta abriéndose, alguna luz cortada, sin brillo. Ya dentro del lugar, permaneció muy inquieto sentado en la cama, la cama caída en las baldosas, viendo el pasar de una colina de hormigas cargando un peso enorme, como culpa. Los hijos se fueron, el motor del coche sonó con un ruido de espanto.

(...)



Jorge Velasco Mackenzie.

viernes, 16 de agosto de 2013

Un diálogo con la experiencia de Jorge Edwards



El libro Herederos del lenguaje de la periodista Clara Medina recopila trece diálogos a diversos escritores iberoamericanos que ella ha entrevistado durante su carrera profesional como editora de la sección Cultura de El Universo.

El libro ha sido editado por el Departamento de Edición y Publicación Universitaria (DEPU) y pronto estará en circulación con el sello de Mar Abierto, bajo la colección Balsa Manteña, donde se agrupan otros títulos como El canto de los rieles, La creación perfecta, Al umbral del silencio y ecos del silencio, Identidad de los monumentos de Manta, Porteños de la música y el baile tradicional y popular de Guayaquil, entre otros.
En esta ocasión reproducimos la entrevista que Clara Medina hizo al escritor chileno Jorge Edwards.

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Jorge Edwards es contemporáneo de los autores del boom latinoamericano, con quien trabó amistad. Con frecuencia se lo nombra como cercano a este movimiento. Escritor, crítico literario, periodista y diplomático, nació en Chile en 1931. Luchó por la defensa de la libertad de expresión de su país durante la época de la dictadura del general Augusto Pinochet. Ha residido en diversos países. Entre sus libros están Persona non grata, que creó una gran polémica entre los escritores latinoamericanos; El origen del mundo, El sueño de la historia, El inútil de la familia y La casa de Dostoievsky, novela con la cual obtuvo el Premio Planeta-Casamérica 2008. En 1999 ganó el Premio Cervantes de Literatura.

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Jorge Edwards visita por primera vez Guayaquil y no la ha podido recorrer, “lo cual es una vergüenza”, dice, como reprochándose su falta de tiempo. De Ecuador recuerda a autores como Pedro Jorge Vera, “y a un poeta que me atacó furiosamente cuando yo escribí Persona non grata (la obra más polémica de Edwards, que es una crítica al sistema cubano y la que hizo que ganara notoriedad literaria en la década de los 70) que se llama Jorge Enrique Adoum”, dice el Cervantes de Literatura 1999 y Premio Planeta-Casamérica 2008.  Cuenta que entre sus proyectos están escribir tres novelas cortas y unas memorias. “Pero me van a matar en Chile, porque si uno escribe memorias con algo de veracidad, le llegan los palos”, dice de su país. 

P: ¿Y a usted le importa lo que le puedan decir?
R: No. Yo tengo piel de rinoceronte. 

P: En su novela La casa de Dostoievsky, con la cual ganó el Premio Planeta-Casamérica 2008, el protagonista es un poeta y en toda la obra está presente la poesía. Se intuye que tras este libro está un devoto de la poesía.
R: En toda buena novela tiene que haber poesía, y pienso que una cosa que fue característica de la generación mía, que fue parte de la generación del boom, es que fuimos jóvenes lectores de poesía y en muchos casos fuimos escritores de poesía –yo escribí poesía de adolescente– y tratamos de que algo de la atmósfera de la poesía entrara en nuestra manera de escribir la prosa. Nosotros no hacíamos una escritura en prosa puramente informativa, sino que hacíamos una prosa más o menos atmosférica. Tratamos de que ciertas situaciones poéticas se pudieran meter en la prosa.

P: ¿Usted cree que eso ya no sucede con las generaciones actuales de escritores?
R: No necesariamente están interesados en la poesía. Están más interesados en la acción, en el suspenso, en la intriga. No me opongo, pero en nuestra generación nos interesaba que la escritura tuviera un alegato poético. Estoy dando un curso en la Universidad de Chicago y es mi historia personal de lo que fue el boom. He releído mucho, y releyendo a Cortázar, a Donoso, a varios más, veo que hay una relación con la poesía en esa prosa que quizá se ha perdido en la narrativa de estos días.

P: ¿Cuál es su visión personal de la época del boom?
R: Mi impresión es que fue una época en que la aventura de la literatura era muy profunda, era algo que conmovía completamente a una persona y le cambiaba la vida. Uno descubría la literatura (Mario Vargas Llosa dice que la descubrió leyendo a Flaubert. Yo la descubrí a lo mejor leyendo a otros), se metía en ella y quedaba marcado. Yo creo que la atmósfera, las conversaciones nuestras, iban por ahí. La literatura era todo. Era una forma de vida.

P: Chile es el único país latinoamericano que tiene dos premios Nobel de Literatura: Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Los dos Nobel fueron un peso para los autores de su generación ¿También para usted?
R: Fueron un gran peso para los poetas, puesto que ellos eran poetas. Pude ser amigo de Neruda porque yo no era poeta. Yo había escrito poesía pero no la había publicado. Entonces no sentía ninguna rivalidad. Pero los poetas de mi tiempo se sentían agobiados por el peso de Neruda e incluso los poetas de la generación anterior. No ser poeta me ayudó a ser amigo de los poetas. 

P: Contrariamente a esa época, en que se premió y difundió la poesía, da la impresión de que ahora en Chile se produce más narrativa. O al menos es lo que más se conoce.
R: Ahora se hace mucha novela en Chile, por lo menos entre la nueva generación. Antes los jóvenes eran todos poetas, y los que eran cuentistas o novelistas éramos la excepción, era como raro. Ahora los jóvenes son todos novelistas, y si hay alguno que sea poeta es una rareza. Lo que predomina es la escritura narrativa. 

P: Leí alguna vez que usted dedicaba todas sus mañanas a escribir. ¿Sigue siendo ese su horario de trabajo literario?
R: En lo posible. No siempre me resulta. Y cada día llego a la conclusión de que tengo que comenzar más temprano, porque si suena el teléfono y atiendo una conversación, un diálogo, o resuelvo problemas prácticos, se me liquida la mañana. Así que comienzo temprano. Aunque soy una persona sociable. No soy un lobo feroz.

P: Usted vive en Santiago. ¿Fue la nostalgia que lo llevó a reinstalarse en su país o le gusta realmente?
R: Creo que hubo un elemento de nostalgia, de familia. Hubo cosas muy complejas. No me termino de explicar todavía por qué regresé a Chile. A veces pienso que vivo allá para que se molesten, para que sientan envidia porque me saqué un premio. Es mi tierra, es mi ciudad, y mi literatura tiene que ver mucho con esa ciudad. Cuando joven, yo era lector de las literaturas más avanzadas y había que conseguir los libros con mucha dificultad. Leía a Kafka, a Joyce. Hay un libro de Joyce que me gustó, que se llama Dublineses y es sobre la ciudad de Dublín. Joyce se escapó, vivía en un exilio voluntario. Yo escribí un libro que se llamaba Gente de la ciudad, que era sobre la gente de Santiago y que era mi homenaje secreto a Dublineses. Yo también escapé, pero resulta que ya de viejo volví. Será que volví como los elefantes, que vuelven a morirse al lugar de origen. Pero a pesar del tiempo que ha pasado, nunca renuncio a la idea de volverme a escapar. De repente digo “a lo mejor me voy Madrid y me quedo allá” y también me dan ganas de irme a París. Tengo unos amigos en Francia y les pregunté: “¿Ustedes, si yo me vengo a vivir a París, se comprometen a incinerarme y a tirar mis cenizas al Sena”. Me dijeron “sí”.

P. ¿Y su familia?
R: Mi mujer murió hace años. Tengo dos hijos.

P: ¿Y nietos?
R: No, no tengo nietos. Mis hijos no se han casado. Son solterones. Son un chico y una chica muy modernos para sus cosas. No creen en el matrimonio.

P: ¿No lo ilusiona la idea de ser abuelo?
R: No sé, porque lo envejece a uno andar de abuelito.

2 de noviembre del 2008

 
ESCRITOR. Jorge Edwards cuando fue entrevistado por Clara Medina en noviembre del 2008. (foto cortesía de El Universo)




















jueves, 15 de agosto de 2013

Un proyecto que se debe apoyar e imitar

 Un nuevo y ambicioso proyecto trae próximamente la editorial universitaria Mar Abierto, junto con Eskeletra de Quito.

Se trata de un proyecto de lectura masiva o biblioteca familiar para Manta, Manabí y Ecuador que viene de la mano de la Editorial Editogran de la ciudad de Guayaquil.

Fomentar la lectura es el principal objetivo de este proyecto académico y cultural y se hará inicialmente con la figura de cuatro reconocidos escritores: Medardo Mora Solórzano, Miguel Donoso Pareja, Jorge Velasco Mackenzie y Gino Martini Robles.

Cada obra tendrá un tiraje de 25 mil libros y se venderán junto con el periódico de circulación nacional. Sin embargo los lectores interesados también podrán suscribirse a este medio.

El proyecto comprende además una campaña de marketing y la promoción con entrevistas de los autores, sumado a establecer una política de pago por Derecho de Autor.

Proyectos como este son los que deben tener el apoyo total de las autoridades para lograr lo que siempre se ha reclamado y es la formación de verdaderos lectores, críticos y proactivos en una sociedad tan competitiva como la actual.

Festejamos y compartimos la alegría del equipo editorial de Mar Abierto y de las autoridades universitarias que apuestan con sentido común a este logro académico.


Destacamos que para concretar este sueño, los fundadores de Mar Abierto han desarrollado este proceso por más de una década en la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí; proyecto académico, ambicioso  y visionario que desde los márgenes de la nación ecuatoriana busca integrar a los escritores y académicos para exportar cultura y conocimiento, requisitos básicos para cambiar y transformar la matriz  productiva de los ecuatorianos y crear ciudadanos más competitivos en la era de la globalización.

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Texto tomado de la editorial de Diario El Mercurio, publicado el día jueves 15 de agosto del 2013 en la sección Editoriales.

jueves, 8 de agosto de 2013

Piel adentro de Marco Rodríguez

“Piel adentro” es el nuevo libro que el escritor Marco Rodríguez pondrá a consideración de sus lectores. Un extracto de las primeras páginas de su novela que será publicada por editorial Mar Abierto, lo ponemos a continuación:

I
El gato negro sueña que se cuelga del cabello, resbalándose en cada hebra, se posa en un rizo, se acuna en una greña blanca. El peluquero entresaca varias hebras del pelo, color azabache, abundante, que casi se podía hacer una coleta con él y entonces se oyen golpeteos de patas, zumbidos de alas, giros de cabezas, pero es en vano, una arista de la tijera muerde los pequeños ojos saltones del animal, que salen expulsados por inercia. Es mejor que no tenga las canas sectorizadas sino más bien dispersas, le dice el peluquero amanerado con voz gangosa. El gato negro fija su mirada en el espejo y alcanza a ver en la cara del peluquero unos cachetes salientes, unas cejas tatuadas, un cabello azulado, unas pestañas rizadas y no ausculta más, porque las lumbreras mutiladas del animal dan brincos, primero por la mano izquierda llena de pelos del peluquero y luego por todo el espesor de la alfombra morderé a cuadros, oteando como los mechones siguen esparciéndose por el suelo. Solo cuando la cabellera está totalmente rapada, la niña súbitamente extiende sus plumas en busca de sus ojos que ya no mirarán.

Toda la noche el gato negro sostiene cuidadosamente de las alas a una mariposa que se coló en la celda por la ventana. Es amarilla con pequeños bordes negros. Dos horas en la tarde estuvo tras de ella hasta atraparla. Claro que por conseguirlo desbarató lo poco que había en la celda. Al principio la mariposa aleteaba en procura de huir, al rato sus alas se detuvieron y se quedó quietecita, casi inmóvil, aunque sus alas de vez en cuando seguían abanicándose en un último vuelo. El gato negro juega a que es su hija desconocida, acerca a la mariposa a sus labios, la besa, quisiera arrullarla en su regazo, darle palmaditas en la espalda para sacarle el hipo y los gases, limpiarle el excremento, luego bañarla y dormir junto a ella para siempre, pero el insecto no aguanta tanto amor y lentamente sus alas dejan de agitarse. Entonces la aplasta y, cuando percibe que se va desintegrando, sopla los deshechos que quedan en su mano. Enseguida corre a su camastro, saca de debajo de la estera su navaja y la empoza firme en el suelo.

Cuando el gato negro sintió que le atacaron por detrás, le apuntaron en su trasero y le pusieron en su nariz un pañuelo bañado con alguna sustancia que le produjo parálisis casi instantánea, antes del amortiguamiento total, alcanzó a sacar de su bolsillo trasero y depositar en el delantero una navaja que le servía de arma y de llavero. Los sujetos que veían de un lado a otro de la callejuela del centro de la ciudad no se percataron de ese movimiento y ahora la navaja le sirve para garrapatear algunas palabras casi todos los días sobre la madera apolillada del piso de la jaula. En los primeros días de reclusión solo clavaba la navaja en el suelo con rabia, luego comenzó a bosquejar palabras, a buscar ideas, a delinear su vida vivida  como  decía su padre, a insuflarse con las películas que tanto le habían apasionado desde niño, a escribir cualquier cosa para no clavarse la navaja en pleno corazón.

La mariposa se metamorfosea en un gran reptil que no tarda en mordisquear la cara de la niña que, a su vez, se torna tumefacta e inmediatamente laten sus venas y se ve el hueso blanquecino, mientras la mandíbula del reptil se atraganta y sus colmillos  saltones comienzan a rechinar.

Para que finalmente alguna certeza se apodere de todos y no queden solo indicios grotescos del vacío y de la nada, el insomnio debería ganar la batalla que libra con el ensueño, cavila el gato negro, deja en el filo del lavabo su navaja, abre el grifo de agua, bebe un poco y haciendo gárgaras cuenta hasta veinte. El caso es que el gato negro nunca pudo dormir en demasía, pero la lucha era desigual, muchas veces la locura de las pesadillas le maniataba y esa mañana, cuando despertó, silbaba, sin saber por qué, pero de su boca se desprendió ese viejo silbido con el que se llamaban en la jorga. Estaba desnudo y su cuerpo amoratado. Otro silbido, de alguien zumbando en la oreja, acompañaba al suyo. Era de la niña de sus sueños o quién sabe si los silbidos marcaban el ritmo de sus acciones; lo inobjetable era que alguien silbaba, de pronto era el hombre o el shamán-gitano que marcaba el compás de aquella mañana. De repente, el sonido del silbido le molestó, por eso se cubrió con sus manos, oídos y boca, indistintamente y, como poseído por un demonio, empezó a gritar y a correr de un lado a otro del habitáculo, hasta rebotar en las paredes y quedar suspendido en el aire, como si no existiera gravedad en la celda.

Puta madre, vociferó descompasadamente.

El mal se ha ido, pero ayer recordé, secuencia por secuencia, un buen trozo de mi vida explica el gato negro, increpa más bien, en la tarde de ese mismo día e intenta por todos los medios que el hombre y el shamán-gitano despierten de su letargo. Les agita, les mueve la cabeza, abre otra vez el grifo de agua pero, antes de salpicarles, los dos ya están sentados, alertas, quitándose las lagañas. Lo único que retumba en la celda es el sonido de las gotas de agua que nunca dejan de caer del grifo.

El gato negro era temerario. Al segundo o tercer día en que el hombre llegó a la celda, al gato negro le manó sangre. Temblaba y estaba con escalofrío. Empalideció. Orinaba sangre cada cinco o diez minutos. Ninguno de los tres pudo explicar lo que le pasó, simple y llanamente le brotaba sangre de su sexo, como el fuego arrasador que se enciende y solo se consume cuando ha dejado destrozos y cenizas. El hombre empezó a dar patadas en la puerta de la jaula para que les auxilien y el shamán-gitano no dejaba de orar. Sin embargo, el gato negro inmutable enjuagó un pañuelo sucio y se aplicó en su glande. Esto es lo único que puede parar de raíz la sangre, esto es lo único que la mata y la chupa, repetía una y otra vez. Aletargado, se dirigía de su cama al váter, dejando huellas de sangre fresca por todo lado, como en una película de terror. Cuando fue a dar de bruces al suelo, abriendo su mandíbula lo más que pudo, se puso como animal recién parido o como tiburón hambriento detrás de carne, pero sin dejar que nadie lo ayude, estiró sus brazos para apoyarse en el catre. Se tendió en la cama y respiró profundo. La sangre repentinamente dejó de fluir, se cortó de golpe como había comenzado a emanar y en su faz se volvió a reconstruir algún hálito de color. Entonces sonrió y la sonrisa le salió justa, hasta se podría decir que juvenil, sí, las articulaciones de su boca y pómulos le dieron un aspecto fresco, casi celestial.
 
NOVELA. El escritor ecuatoriano Marco Rodríguez nos trae la novela Piel adentro, cuya portada ha sido diseñada por José Adrián Márquez, de editorial Mar Abierto.
El prólogo que acompaña el libro es escrito por Otto Zambrano y dice:
No siempre un título es capaz de resonar aún después de cerrar las ciento y tantas páginas de la novela Piel adentro para el lector que terminará escribiéndola, o la completará precariamente hasta convertirla en obra.

Piel adentro es una cuerda que se tiende entre el dolor y el placer, los sueños y los recuerdos inventados, la transgresión y la expiación, el encierro y la fuga, la memoria y sobre todo el olvido del que está hecha.

Piel adentro de la muerte, la enfermedad, la locura y otra vez la muerte; piel adentro del aislamiento, del extrañamiento, de la incomodidad con el mundo.

Piel adentro del odio, el rencor, la nostalgia, de la periferia del amor y sus sucedáneos; piel adentro de una leyenda en una pared ya derruida, de un espejo donde reconocerse sin haberse buscado.

Piel adentro durante toda la vida de la novela y aún después de ella, porque persiste debajo del tráfago de los días cierta inquietud e incertidumbre, como solo ocurre con la buena literatura.

El autor
Marco Rodríguez Ruiz (Quito, 1971) es doctor en Jurisprudencia y candidato a magíster en Derecho penal y Derecho procesal penal por la Universidad Central del Ecuador; diplomado en Derecho económico, magíster en Derecho del mercado y candidato a doctor en Derecho por la Universidad Andina, sede Quito. Actualmente labora como juez del Tribunal Noveno de Garantías Penales de Pichincha. Ha sido profesor de las universidades Internacional SEK, Central, Pacífico y Politécnica Salesiana, de Quito.

Ha publicado la novela Cuando ya no sea una sombra, Casa de la Cultura Ecuatoriana (2003) y el ensayo Los nuevos desafíos de los derechos de autor en Ecuador, Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editora Nacional/Abya-Yala (2007).

Su novela “Piel adentro” será publicada con el sello Mar Abierto en la colección Almuerzo Desnudo.
 
ESCRITOR. Marco Rodríguez Ruiz.