miércoles, 27 de junio de 2012

Entre la nostalgia y la melancolía




Un verdadero privilegio para editorial Mar Abierto, a través de su revista-libro Cyberalfaro Nº 23, es involucrar a la comunidad en temas de hondo contenido.  Entrar en una emoción que nos transporta a un punto de encuentro para responder en parte lo que somos, es el Pasillo “Manabí”. Hacer un ensayo filológico a la composición poética es ir en la búsqueda de su organización discursiva, de los entornos que la motivaron, del sentir y el sentido de pertenencia. “Entre la nostalgia y la melancolía: Glosas sobre un pasillo y su alcance en la construcción simbólica de una comunidad” es un tema nuestro, para ser revisado por un maestro nuestro: Humberto E. Robles, crítico, ensayista y catedrático emérito de Northwestern University de Evanstons en el estado de Illinois. Un fragmento de este valioso ensayo lo reproducimos:

(…)“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas” entona otra popular canción.  Esa pareciera ser la premisa desde la cual se evoca el terruño en “Manabí”. Cedeño Jerves, bien visto, efectúa una suerte de retorno maléfico al pasado. Cabe por eso “leer” su texto tomando como punto de partida la última estrofa en la que para el presente propósito nos inclinamos, adrede, a confundir el yo lírico y el autor. Salta a la vista allí el estado de ánimo de un “alma solitaria”, de un “yermo corazón”. El porqué de ese sentido de soledad y aridez invita conjeturas.

En 1935, fecha de composición de “Manabí”, el autor, por lo que sabemos, se halla en Guayaquil, lejos de “su” solar. Los tiempos históricos sugerían el devenir de un desbarajuste nacional y global que apuntaba a usurpaciones y a dictaduras. Toda la generación de Cedeño Jerves está meditando el contexto político y social que la rodea. Allende el mar abunda el peligro, el nazismo está en apogeo, cunde el antisemitismo. Al nivel nacional, los designios y promesas de la Revolución Liberal de 1895 habían perdido vigor, estaban estancados en el limbo de las expectativas. Así, la circunstancia sociopolítica de la nación exigía denuncia y protesta, cambio. Piénsese al respecto que en el horizonte literario del país la Generación del 30 advertía la necesidad de una transformación en los valores que regían el territorio patrio. Un hombre muerto a puntapiés, Débora, Los que se van, Horno, Taza de té, Vida del ahorcado, Los Sangurimas, Huasipungo sacuden el mundo de las letras y la conciencia nacional. No es desfachatado suponer que la náusea existencial que invadía a Cedeño Jerves, proyectada por la voz poética en la canción, encajaba dentro de ese contexto, provenía quizás del sentido de desesperanza que circundaba la esfera pública y fuera de la cual no parecía haber salida.

Esa conjetura plantea de inmediato una pregunta de carácter textual respecto a “Manabí”, pregunta con implicaciones anímicas. Estimamos que sustituir  “bella” por “mía” en el primer verso de la última estrofa no es acertado. Manabí no solo es “Tierra bella”, eso ya lo ha dicho el hablante varias veces al evocarla desde la distancia. Lo “bello” es algo que uno contempla, que observa y admira desdel exterior. Por eso mismo no nos parece fuera de lugar preferir “Tierra mía” en vez de “Tierra bella”.  “Mía”, recuérdese, tiene implicaciones introspectivas. ¿No hablamos acaso de “amor mío”, “madre mía”, “hija mía”, “padre mío” y otras expresiones similares en que el adjetivo cobra una expresión de cariño, de amor, de afecto, de añoranza, nostalgia y melancolía hacia algo o alguien? Ese nos parece ser el caso aquí. El sentido de espacio e intimidad que se siente ante lo propio va más allá de lo “bello”. En este caso, lo “mío”, lo propio, deviene una expresión de amor entrañable en lo que toca a la relación entre el hablante y su terruño.  Es en ese terruño donde, cualesquiera sean sus circunstancias, el hablante se va cobijar. Ese hogar es el sitio lejos del cual ya no puede vivir. Esas simbólicas y mágicas riberas son acaso el único refugio para la asfixia y para las irrecuperables quimeras e ilusiones que afligen al sujeto. El virtual retorno a Manabí y al pasado se constituye así en una búsqueda de renovación, en una especie de viaje reflexivo y, bien visto, también reaccionario. La voz poética imagina, quizás, encontrar y entender allí el porqué de su actual sentido de soledad, de desesperación e inquietud existencial.

Manabí es el lugar donde nacieron los sueños, conforme vemos en la primera estrofa. Allí ardió una “inmensa hoguera” que encendió el arrebato, el frenesí espiritual del hablante. ¿De qué hoguera habla? ¿Se trata acaso de algo metafórico, o sugieren esos versos una hoguera histórica, simbólica (referencia tácita al año 1895)? Quizás las dos. No se puede dejar fuera, pues, la alusión a la hoguera que el movimiento liberal radical capitaneado por Eloy Alfaro encendió no solo en Manabí, sino en todo el Ecuador. Las expectativas y las posibilidades de cambio en el orden social y político no podían menos de causar frenesí en un alma joven llena de brío, hambrienta de futuro, de esperanza. El contraste que se da en el espíritu del hablante en la primera y la última estrofa resulta obvio.
                                                                     

Isla de la Plata: ¿una próspera parroquia?

Obra que se presentará en la 7ª. Expolibro 2012 a realizarse en el mes de julio en Guayaquil.


La Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, a través de la editorial Mar Abierto, tendrán una activa presencia en la Séptima Feria Internacional del Libro en Ecuador, a efectuarse en la ciudad de Guayaquil, del 6 al 15 de Julio del 2012. Intervendrán 140 expositores de 10 países, donde se espera una presencia de 250 mil personas. Muchos de los textos publicados desde Manabí, por Mar Abierto, tendrán una activa presentación y difusión en este evento. Extractamos de uno de los libros de reciente edición: Fracciones de nuestra Historia, del Ing. Tonny Gonzáles Palacios, una muestra.


Isla de la Plata: ¿una próspera parroquia?

Varios historiadores nacionales como Juan de Velasco, González Suárez, P. F. Cevallos, hasta José María Vargas, tanto por sus investigaciones, como por los importantes documentos de los cronistas españoles (Cieza, Cabello, Herrera) hacen referencia a la Isla de la Plata; no solamente por su sugestivo nombre, que obliga a una lectura más allá de lo literal. Es que las referencias la ubican como un importante centro ceremonial de las culturas precolombinas de la cuenca del Pacífico, a donde confluían no únicamente por el acto ritual, pues a criterio de estudiosos de estas culturas desde visiones no ortodoxas, señalan que además era un centro energético a donde se peregrinaba en busca de sanación y energización.

Durante la Colonia se la reporta como un importante refugio de piratas y corsarios, que solos o con la protección de las potencias, actuaban contra los poblados costeros fundados por los españoles o sobre asentamientos indígenas.

En la vida Republicana, la Isla de la Plata, va ganando un sitial que le acredita como una base operativa del contrabando, que ingresaba luego a las diferentes caletas de Manabí y Guayas, sin duda ello le procuró un cierto desarrollo e importancia, tanto que al hurgar en las diferentes leyes de división territorial la encontramos como parroquia del cantón Montecristi.

Así durante la primera administración garciana, al expedirse la primera Ley de División Territorial, el 2 de mayo de 1861, en su artículo 11 señala que Portoviejo, Montecristi, Jipijapa yRocafuerte, son los cantones y en el párrafo primero señala las parroquias del cantón Montecristi, siendo estas: Charapotó, Manta, Canoa, Bahía de Caráquez, Pedernales, Mompiche e Isla de la Plata. En la segunda Ley de División Territorial expedida por el mismo García Moreno el 15 de septiembre de 1869, mantiene igual condición, lo mismo en la tercera Ley que expidiera Veintimilla el 4 de junio de 1878, en el articulo 11 y párrafo segundo se la señala como parroquia, igual status logra aún con la Ley Territorial del 24 de abril de 1884.

El 14 de abril de 1897, Alfaro emite por resolución de la Asamblea Constituyente, una  nueva Ley de División Territorial, en ella ya no consta Isla de la Plata como parroquia en la provincia de Manabí.

Es de inferir que aún siendo un caserío, tuvo notoriedad comercial, que le permitió mantenerse largos años como parroquia, parece ser que, en el último decenio del siglo XIX comienza a declinar, sin duda por ello ya no consta en la referida ley de Alfaro. Parecería que el Municipio de Montecristi la suprimió, quizás aplicando aquella disposición de la ley de 1861 (Art. 16) mediante el cual: “las municipalidades pueden suprimir las parroquias
que no se hallan en capacidad de funcionar debidamente".

Ya anulada como parroquia no dejó de ser un santuario particular de nuestros pescadores, sin embargo pasó toda la Isla a ser propiedad privada de la familia Estrada, mas siempre dio que hablar entre lo fantasioso y lo real. No obstante, constituyó un elemento de referencia muy importante para el estudio de nuestras culturas costeñas tanto en los trabajos arqueológicos, antropológicos, sean estos de Estrada, Hurtado y Olaf Holm, pero también ha constituido fuente de riqueza para muchos ecuatorianos y extranjeros, que la exploraron y explotaron desde la utilidad de sus majestuosas piezas de arcilla, y allí se encontraron huaqueros, profesionales y empíricos, haciendo sus jornadas desde hace más de cuarenta años y es de donde salieron muy valiosas piezas que alimentaron museos privados y aún estatales.

No está de más recordar que la Isla fue noticia durante el período del Presidente Roldós, por la captura de un grupo de aventureros y mercenarios, que según se mencionó, eran
comandos para asesinar al Presidente, y que fue simplificado luego como caso de traficantes de armas, para concluir con un manto de silencio.

Ahora, como bien patrimonial del Parque Nacional Machalilla, se mantiene como santuario de muchas especies excepcionales, pero creemos que allí está escondida una historia que aún no ha sido totalmente develada.



La utopía de la patria


Portada de la obra, lista para la 7ª. Expolibro 2012, a desarrollarse en Guayaquil en el mes de julio.



Por: Marco Xavier Rodríguez Ruiz

En Occidente solo con la aparición de pensadores de la talla de Sócrates, Platón y Aristóteles, la política y el derecho se constituyen en materia de especulaciones sistemáticas y de reflexiones doctrinales, llegando a elaborarse determinadas teorías que con el devenir del tiempo han servido para estructurar de una manera convincente y apropiada estas disciplinas sociales. Así, política y derecho, adquieren otra dimensión y son estudiados desde distintos puntos de vista, predominando quizás el filosófico y el científico-sociológico.

En la actualidad, no cabe duda, que los ángulos de visión respecto de las formas, instituciones y problemáticas de índole política o legal se han multiplicado y se han ceñido, a la vez, a diversos criterios interpretativos y de reflexión, estimando las realidades políticas y normativas corno objetos de la función intelectual, en sentido puro, así como también en asuntos manejables por la voluntad en el terreno de la acción y de la práctica.

La académica y tratadista contemporánea Hanna Arendt establece que no hay que confundir con política lo que supone su catástrofe, como son la violencia y el caos y, que solo las leyes -en su sentido romano, ligado a los conceptos de Alianza, Tratado y Promesa- son quienes crean los espacios políticos donde movernos en libertad; lo que queda fuera, se queda sin mundo, por ello, expulsa a la violencia y al caos de la política y los acusa directamente de desertificar el mundo. En esta línea se inscribe la obra Un ensayo de patria: anhelos y realidades nacionales, trabajo ensayístico arduo y fructífero de Medardo Mora Solórzano y se adentra además en temas que en un primer momento podrían parecer disímiles y sin ninguna concatenación, pero que, por el peculiar abordaje de su autor, logran una arquitectura perfecta en el ánimo de desempolvar, la realidad profunda de nuestro país y de proponer, a la vez, ideas frescas y viables para los nuevos desafíos que plantea el siglo XXI.

En efecto, ensayos tales como la necesidad imperiosa de que se establezcan y funcionen las autonomías provinciales, las causas y consecuencias de la emigración en Ecuador, la pobreza y sus trágicas repercusiones, el periodismo y su influencia en Ecuador y Latinoamérica, las ideologías y su futuro en nuestro continente, los aborda con sapiencia y practicidad, sin especulaciones de ningún tipo sino más bien con un acertado y coherente manejo del lenguaje y, utilizando como trasfondo investigativo el método deductivo, esto es, ir desde la generalidad: América Latina, nuestra patria grande, hacia las especificidades, Ecuador y por supuesto, Manabí, esa tierra indómita, por desgracia descuidada por la mayor parte de los pseudo gobernantes que hemos tenido, pero de tanto orgullo para los ecuatorianos, tierra de origen de Mora Solórzano. El texto consecuentemente, se yergue firme y directo y tiene como eje conductor a la política, al Estado y a la democracia y como telón de fondo al derecho que como sentencia el autor nunca debe estar supeditado a la política, efímera y pasajera, peor al arbitrio personal, porque lo que hace el derecho es normar hechos que han sucedido, que es mejor regularlos y que son de imperativo cumplimiento social.

Frente a la realidad tan erosionada y de permanente cambio por la que atravesamos, en la que urge un giro radical, aparece esta obra, reiterándonos, que a pesar de la crisis, una alternativa válida para encontrar un cauce de desarrollo y progreso, radica en una reforma política integral y, de paso, nos alecciona que no es necesario buscar supuestos sabios extranjeros que nos adoctrinen con tesis opuestas a nuestra realidad, cuando aquí y ahora, al alcance de nuestra mano, está Mora Solórzano, uno de tantos ecuatorianos ilustres dispuestos a guiarnos por mejores derroteros históricos, ideológicos y políticos. 
(Texto que presenta el libro: Un ensayo de Patria, de Medardo Mora Solórzano)